Aburrido me voy
Decía verdad Cervantes: no hay libro, por malo que sea, que no tenga algo bueno. Antes del coronavirus leía más que en el encierro de ahora. Leía mucho porque viajaba mucho: los aeropuertos, los aviones, los hoteles son sitios propicios a la lectura cuando se viaja solo, y yo generalmente viajo sin otra compañía que la de mí mismo.
En uno de esos viajes leí un libro más aburrido que casa de mala nota en lunes. Tiene un título altisonante ese antiguo volumen, escrito en 1916: se llama “Forjando Patria”, y su autor es Manuel Gamio. Fue antropólogo este señor; se le atribuye la invención de un moderno mal, el indigenismo, que mucho ha hecho por los burócratas del ramo y nada por los indígenas.
Eficaz papaveráceo es ese libro para quien sufra mal de insomnio, y sin embargo hallé en él datos interesantes. En sus páginas encuentro el más remoto antecedente que conozco de la sabida anécdota según la cual en Mérida le preguntan a uno si quiere cerveza nacional o extranjera, y si pide extranjera le dan una de las embotelladas en Orizaba o Monterrey.
“Casi todos los mexicanos -dice Gamio- caben en la denominación de católicos-paganos”. Y explica su aserción: “... ¿No sabemos todos que los matones de Tepito y de La Palma se arrodillan ante la Virgen de la Soledad implorando pulso firme para esgrimir la chaveta en próximo homicidio? ¿No hay acaso señoritas que cuelgan de los pies a San Antonio para pedirle esposo, y rancheros ingenuos que le apagan la vela a San Isidro porque no ven cumplidas sus aspiraciones? Todo esto es catolicismo pagano, o paganismo católico, como quiera llamárselo...”.
Furioso antifeminista es Manuel Gamio, en aquella época en que el feminismo ni siquiera había llegado aún a México. Leamos: “... Hay tres clases de mujeres: la mujer sierva -especie casi zoológica-; la mujer feminista, para la cual el placer es deportivo más que pasional, con tendencias y manifestaciones masculinas, y la mujer femenina, igualmente alejada de los dos tipos anteriores. Ésta es la mujer ideal...”.
Deja entrever don Manuel que tuvo trato con mujeres de las tres especies, pues habla de sus actitudes sexuales, y ya se sabe que los antropólogos son científicos, y que éstos no inventan sus afirmaciones, sino las sacan de la experiencia. “... La mujer sierva, en especial la indígena, no es propiamente voluptuosa, distinguiéndose más bien por su pasividad y poco desarrollado erotismo. La mujer femenina siente más. La mujer feminista no es pasional, o, si acaso, mira el sexo con ojos masculinos, por lo que ponemos punto en boca, pues está convenido que nada referente a varones comentaremos en estas líneas...”.
Dos menciones a lo nuestro hallo en la obra. Habla Gamio de “... el cortador de henequén yucateco, el tlachiquero de Apam, el cortador de café de Córdoba, el cortador de guayule de Coahuila...”. Se refiere al sarape y dice: “... De las mantas del Saltillo no sabría decirse si eran más hermosas que durables o viceversa...”.
Extraño libro es éste, y aburrido. Pero los pocos trozos que espigué dan la razón a don Miguel: ciertamente no hay libro, por malo que sea, que no tenga algo bueno. (O al menos algo raro, podríamos añadir tras leer éste).