¡Ahí viene Ricardo por Coahuila! ¿O no?
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RICARDO: LA PERSONA
Tengo dos primas hermanas de Torreón que quieren a Ricardo Mejía como persona. Una de ellas me dice: “Ricardo viene de una excelente familia. Su abuelo Sóstenes –de origen guerrerense– y su abuela Elba vivían al lado de mi casa, por la Zuloaga, en la colonia Los Ángeles. Durante un tiempo, Ricardo y su familia vivieron con sus abuelos y tuve oportunidad de convivir con ellos. Lo conozco desde antes que se iniciara en el mundo de la política”.
La otra prima continúa: “Cuando Ricardo tenía 14 años se juntaba en el parque de la colonia Nueva los Ángeles con los Veyán, Andrés Baille, sus primos los Díaz de León Berdeja, Picho Gurza, los Chivos Treviño y Memo Anaya. Ricardo siempre fue muy tranquilo, aunque nunca tuvo éxito con las muchachas. Desde aquel entonces, sus amigos le apodaban ‘El Dinosaurio’, porque apoyaba a algunos de sus amigos en los trabajos del colegio. Destacaba por su seriedad e inteligencia”.
RICARDO: EL PERSONAJE POLÍTICO
¿Qué vestigios permanecen de esa persona de antaño con la que pretende hoy gobernar Coahuila? La respuesta es irrelevante. Porque Ricardo como persona es uno. Pero como político es otro. La lucha por el poder que ha definido su vida –desde su juventud–, se ha debatido –como asegura Maquiavelo–, “entre su condición humana y su condición animal”. Por ello, todo logro en la vida política de Mejía ha tomado y “tomará el camino del egoísmo y del instinto” hoy multiplicado, en el sentido negativo del término, por la ideología de la 4T.
Por ello, de llegar Ricardo a la gubernatura de Coahuila, no arribaría sólo. Aterrizaría con su torta de la 4T bajo el brazo. De esta manera, Mejía replicaría el Frankenstein de la 4T en Coahuila, con el mismo rencor, resentimiento y deseo de venganza de su líder máximo Andrés Manuel López Obrador. Lo haría, claro, sabedor que sus acólitos de la deslealtad, la traición y el oportunismo le aplaudirían como focas alteradas del acuario de Mazatlán.
RICARDO Y SUS LIMITACIONES PARA SER GOBERNADOR
Ricardo lleva en su alforja seis elementos que minimizan su capital político para aspirar a la gubernatura: (1) Su falta de experiencia administrativa porque fue derrotado por Morena cuando contendió por la alcaldía de Acapulco, bajo las siglas de Movimiento Ciudadano, en 2018. (2) Su ausencia de rentabilidad político-electoral: sólo ganó una diputación local por el PRI Coahuila en 1994. El resto de sus cargos como diputado federal en CDMX y local en Guerrero fue plurinominal.
(3) Su desarraigo por 17 años de Coahuila aderezado por la negación de su origen cuando entrevistado, durante la contienda por la alcaldía de Acapulco, expresó aquella frase que el mismo Luis Miguel envidiaría: “llevo a Acapulco en la piel y en el corazón”. (4) Su desastroso paso por la subsecretaría de Seguridad Pública: 97 homicidios dolosos -promedio- cada día. 134 mil 493 mexicanos asesinados de 2018 a septiembre de 2022. Para agravar –sí fuera posible– esta situación: “8 de cada 10 mexicanos considera que en los últimos tres años la impunidad -para castigar esos crímenes- ha aumentado o es la misma”.
(5) Su corresponsabilidad como subsecretario de Seguridad Pública ante el control que ejerce el crimen organizado “en el 35 por ciento del territorio nacional y el riesgo (que establezca) una dictadura criminal sin control”. Y (6) su abyección política para justificar la irracionalidad bárbarica de Andrés Manuel. Dos casos recientes así lo confirman: Ricardo justificó el manoseo amloísta en el caso de Ayotzinapa y calificó como “triunfo de la democracia” el arribo de Américo Villarreal a la gubernatura de Tamaulipas a pesar de ser acusado por sus lazos con el crimen organizado.
La alforja de Mejía está bien pesada. ¿Cómo podrá avanzar así, rumbo a la gubernatura?
RICARDO Y SU OFERTA POLÍTICA PARA SER GOBERNADOR
Mejía cristaliza su oferta política en dos temas ligados entre sí: enjuiciar a los responsables de la llamada Megadeuda y asentar un principio de No Impunidad en Coahuila. En ese caso, el principal responsable sería Humberto Moreira quien está blindado con tres capas de acero y titanio: (1) está –él asegura– exonerado de todo cargo judicial relacionado con el tema. (2) Facilitó el triunfo de Julio Menchaca, ex priista, hoy morenista, a la gubernatura de Hidalgo, con la complacencia de Andrés Manuel y (3) goza aún, del cobijo político y afecto personal de Elba Esther Gordillo.
Si Ricardo decidiera ir por la cabeza de Rubén Moreira, bajo el cargo de “los 745 millones de pesos facturados a empresas fantasmas de 2014 a 2019”, también toparía con pared. ¿O acaso Mejía cree que el voto de los diputados priistas a favor de la militarización del país no conllevaba esa inmunidad para Rubén?
De esta manera, el mismo Andrés Manuel descabezó la oferta política de la campaña electoral de Ricardo sin decirle ¡agua va!
Cierto. Le quedarán a Mejía algunos personajes políticos por impugnar, pero sin la resonancia electoral de la relación “deuda-corrupción-Moreira” en el imaginario colectivo de los coahuilenses.
Con una alforja tan pesada y sin una propuesta política factible; ¿en qué sustenta Ricardo su aspiración a la gubernatura de Coahuila.
RICARDO Y SU PISO POLÍTICO PARA SER GOBERNADOR
Mejía basa su aspiración en la bendición de AMLO compartida con la de Adán Augusto López, secretario de Gobernación. También en el apoyo presupuestal y operativo de gobernadores morenistas. Entre los cuales, destaca su amigo personal Alfonso Durazo, gobernador de Sonora y presidente del Consejo Nacional de Morena.
Empero, esa triple bendición política, presupuestal y operativa choca con la realidad pecadora de Morena en Coahuila. Las razones son tres: (1) el débil posicionamiento de Mejía en las encuestas complica su imposición vertical desde el Comité Ejecutivo Nacional de Morena y avecina, por ello, una fractura interna inminente; (2) Armando Guadiana y Luis Fernando Salazar –más allá de las palabras– erosionarán su candidatura y (3) Ricardo no posee una estructura disciplinada y profesional para contender de manera exitosa contra el PRI. Con un doble ingrediente adicional en contra: las amenazas morenistas de retirar beneficios y programas para coaccionar el voto de sus beneficiarios no llegarán lejos. Y la penetración electoral de Mejía entre las clases medias y altas será escasa.
Con una alforja a punto de reventar. Y una oferta y un piso políticos frágiles, la pregunta es una: ¿Viene Ricardo por Coahuila? ¿O no?
Nota: El autor es Director General del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución.