AMLO: El gran titiritero
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Vemos un escenario iluminado con dos títeres. Uno frente a otro. Cada uno porta una camiseta. Una tiene esta leyenda: “Soy pejista a muerte. ¡Viva AMLO y la 4T!”. La otra tiene inscrita estas palabras: “Soy antipejista hasta el tuétano. ¡Muera AMLO y la 4T”. Las butacas del teatro están vacías.
AMLO, por encima del escenario, manipula los hilos de ambos títeres. Está vestido de frac negro; chaleco de piqué y corbata de moño blanco. Porta sombrero de copa y zapatos de charol brillante. Su sonrisa es remedo de mueca que combina placer, perversidad y satisfacción.
Los fantasmas de los grandes titiriteros del mundo, de Laurent Mourguet (1769-1844) a Anton Anderle (1944-2008) pasando por Serguéi Obraztsov (1901-1992), aplauden enloquecidos por la destreza de AMLO para dividir a los mexicanos en dos grupos extremos, controlarlos y definir el destino de su país.
¿En qué se parecen esos dos títeres radicalizados? En todo. Son iguales a pesar de tener posturas extremas entre sí.
AMLO mueve los hilos para ponerlos frente a sí. Su rostro enojado queda separado por tres centímetros.
Los dos están movidos por un miedo –casi pánico visceral. Los pejistas temen que su idílica 4T, en la cual creen a pies juntillas, no prospere. Su contraparte está apanicada por imaginar que México sea la próxima Venezuela y pierda los muchos o pocos privilegios aspiracionistas que posee.
El miedo de ambos resuena como pánico ante la necesidad extrema de sobrevivir bajo un proyecto contra el otro en un escenario terminal.
La irracionalidad –resultado del miedo de ambos– aparece en forma de enojo, indignación, desprecio e intolerancia entre ambos. El racismo de uno no se distingue del clasismo del otro. Su origen es igual.
El punto es uno: Su incapacidad básica para dialogar y construir puentes en común. Esta situación se agrava porque la fuente de información de ambos son las redes sociales que confirma todo aquello que les atemoriza o apanica para profundizar su radicalización.
En ese momento, en ambos casos, sin una capacidad o preocupación crítica por discernir la información más útil por veraz, en el torbellino de noticias falsas y posverdad, los pejistas y los antipejistas desprecian –en el mejor estilo de AMLO– la inteligencia especializada para comprender lo que ocurre en México y definir así una postura racional e informada sobre nuestra realidad.
Por ello, a pesar de imaginarse radicalmente distintos, el destino de ambos títeres es el mismo: Ser manipulados y controlados por el gran titiritero, Andrés Manuel López Obrador.
En ese teatro vacío, los fantasmas de los grandes titiriteros del mundo, emocionados hasta las lágrimas, aplauden de pie. AMLO, con su mueca de placer, perversidad y satisfacción, inclina agradecido su cabeza.