Café Montaigne 249
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“Las mujeres de México somos mayoría y sin embargo seguimos siendo tratadas como minoría y esto tiene que terminar”. Las anteriores palabras son de la publicista Ana María Olabuenaga. Se dieron en un panel o mesa redonda titulada “Oriente y Occidente. Las mujeres en el mundo”. Junto con ella participaron en dicha mesa de análisis dentro de la FIL de Guadalajara, la editora Bodour Bint Sultan Al Qasimi y Marisol Schulz, directora de la FIL de Guadalajara. Al revisar varias notas periodísticas de este evento, no pocos reporteros tomaron las anteriores palabras (que no argumento, parece una prueba de preescolar) como encabezado para sus notas: “Mujeres alzan la voz porque son mayoría”.
Desde antes de la llegada del virus chino, desde antes de esta pandemia del demonio la cual y aún hoy, nos tiene de rodillas, ya tenía varios años sin asistir a la mayor feria del libro en Latinoamérica, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Jalisco. A dicha feria asistí desde su primer año, desde su inicio. La vi crecer como la espuma. He participado en ella como librero, autor, reportero y presentador de libros. Pero lo más importante, he ido a ella no pocas veces por el placer de asistir: como lector, como obcecado comprador de libros fundamentales para mi formación, nuestra formación como seres humanos libres.
En esta edición no fui por varios motivos. Pero hay uno de ellos fundamental y aparentemente trivial: estoy viejo. Y como lo estoy, me he raspado la vida con singular alegría y pues me dio flojera por motivos de salud ir a Guadalajara por dos o tres días. Es decir, tenía el dinero suficiente para asistir como casi todos los años, en autobús. Hospedarme en un hotel de media base y regodearme en los estantes atiborrados de libros y sus buenos eventos literarios y musicales. Pero, mi espalda desvencijada sólo de pensar en diez u once horas de trayecto por el día o por la noche en autobús, inmediatamente se arqueó con semejante aventura.
Y claro, otras diez u once horas de viaje de regreso. Tiempo muerto, perdido que se refleja y grandemente en mi espalda y huesos deteriorados por los años deambulando sobre la tierra. Y sí, le creo a Agustín de Hipona, cuando escribió: “¿Qué es el tiempo? Cuando no me lo preguntan lo sé. Cuando me lo preguntan ya no lo sé”. ¿El tiempo pasado? Sí, es mi espalda y huesos secos y rotos por eso llamado tiempo. Pues no, no me animé ir a la FIL y he seguido varios eventos y autores por las reseñas periodísticas de los diferentes medios de comunicación. Cuando usted lea este texto, creo la FIL habrá terminado, pero sus ideas y libros presentados van a resonar por un buen tiempo en la vida, no sólo en México, sino en todo el mundo.
Un ibérico muy querido por el público de Guadalajara y de México todo es Arturo Pérez-Reverte quien tiene más de 70 años y al parecer a diferencia de su servidor, los viajes para él son un canapé. Abarrota las salas de su presentación y sus firmas de libros siempre están con filas interminables de sus lectores y admiradores. Esta vez vino a presentar su más reciente trabajo de novela, “Revolución”. Sí, texto ambientado en el convulso y sanguinario periodo revolucionario de México.
Esquina-bajan
Vea usted entonces señor lector que apenas llevo dos eventos mínimamente nombrados de un mar de ellos, los cuales sirven para el debate, la controversia y analizarlos puntillosamente. Y todo, todo está por reflexionarse, analizarse y desmenuzarlo en este México nuestro el cual se cae a pedazos. La cultura, los libros, el pensamiento son incómodos, siempre serán incómodos y peligrosos ante el poder totalitario como lo es el populismo de Andrés Manuel López Obrador. Sí, éste en sus “mañaneras” no resistió la tentación de condenar y hablar pestes de la FIL. Pensar es un peligro para él, porque un ser humano pensante jamás votaría por él o sus huestes.
Le decía, todo está por analizarse, criticarse, reflexionarse y todo está por explorarse. Las palabras, no argumento, insisto, de Ana María Olabuenaga, desde hace tiempo a la fecha, es el único marco de referencia para eso llamado “equidad de género”. Los puestos políticos se van a regalar en México (en Coahuila en un trienios más, por ejemplo, en la Alcaldía local) a las mujeres bajo un solo palio: son muchas, son mayoría. No son inteligentes (las hay), no han leído libros completos (algunas si), no saben de políticas sociales, culturales o públicas en general (algunas son doctas en ello); pero, por eso llamado “equidad de género” (es cantidad, no calidad) van acceder a puestos de alta responsabilidad pública.
Yo en lo personal no quiero ser gobernado por Azucena Ramos, ni por María Bárbara Cepeda (hija del priista Abraham Cepeda) ni por Luz Elena Morales (hija del eterno sindicalista Mario Enrique Morales). No tienen vida propia, son hijas de... han crecido a la sombra de sus progenitores y sin ellos, estarían cocinando en casa. Cosa que no es denigrante, sino orgullo. Otra cosa es Esther Quintana. Me gustaría ser gobernado por ella.
En el mismo encuentro librero, el sabio Alberto Manguel desbarató los discursos feministas: al leer no me interesan “ni la nacionalidad, el sexo o la lengua del autor... Me esfuerzo en no pensar si el autor es mujer, hombre o lo que sea”.
Letras minúsculas
Le creemos al sabio Manguel. Estoy preparando una larga saga al respecto.