‘Caso Debanhi’: el retrato
de una tragedia nacional
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La estadística refleja el problema de forma alarmante y consistente; los estudios y análisis académicos tienen años insistiendo en el señalamiento; los grupos de activistas no hacen sino multiplicarse; la indignación se manifiesta en todos los tonos posibles. Pero nada parece suficiente para hacernos reaccionar y movernos en la dirección correcta.
Una nueva ola de impotencia y rabia recorre el país desde ayer por la tarde, cuando el ambiente se inundó con la noticia: las autoridades de Nuevo León localizaron el cuerpo sin vida de una mujer, en la cisterna de un hotel en desuso localizado muy cerca del lugar donde se vio por última ocasión a Debanhi Escobar, desaparecida desde dos semanas.
La indignación colectiva, por desgracia, no solo crece por el hecho de que el cuerpo pudiera corresponder a esta joven, de apenas 18 años y estudiante de Derecho, quien el pasado 8 de abril acudió a una fiesta en una quinta ubicada en el municipio de Escobedo. Es que, en lo que va de este año, 26 mujeres han desaparecido en Nuevo León. El de ayer, es el sexto cuerpo sin vida que se localiza en el mismo período.
Las cifras demuestran lo que se ha dicho en todos los tonos: las mujeres en México habitan una realidad significada por la violencia, lo cual implica estar sometidas en forma permanente a condiciones de inseguridad que, en un número inadmisible de casos, se traduce en la pérdida de sus vidas.
Y eso quiere decir una sola cosa: todas las políticas públicas, implementadas por los gobiernos de todos los órdenes, son ineficaces en la consecución del único objetivo deseable: contener y revertir la estadística funesta que se traduce en una decena de feminicidios al día.
No sirven las explicaciones, no sirven las justificaciones, no sirven los alegatos proferidos desde atrás de un escritorio público: lo que se esté haciendo -si acaso se está haciendo algo- no está sirviendo para resolver el problema y eso implica que todos los días se enlutan nuevas familias.
Lo que ocurre en las calles de nuestras ciudades o, como en el caso de Debanhi, en los caminos que conectan comunidades, es que las mujeres no puede sentirse seguras. Y no se sienten seguras porque no lo están; porque demasiados individuos siguen concibiéndolas como seres carentes de los mismos derechos que los hombres.
Hoy hablamos todos del Caso Debanhi y de la realidad de Nuevo León. Pero el problema se vive en todo el país y se requiere por ello, de manera urgente, acciones transversales, concebidas con amplitud de miras y que prueben su eficacia de forma rápida, pues no podemos resignarnos a vivir permanentemente en la indignación.
Estamos ante una auténtica tragedia nacional que reclama respuestas puntuales y acciones contundentes. El grito de “Ni una más” no puede ser un slogan o un estribillo, sino un acicate para lograr que, en efecto, no volvamos a reseñar ni un solo caso más como el de Debanhi.