Cronología de la barbarie

Como sucedió con la esclavitud de los judíos en Egipto en los siglos XVII-XIV a.C. y con los babilonios en el siglo VII a.C., en el año 70, ante una rebelión judía, el emperador romano Tito ordenó la destrucción de Jerusalén y del segundo templo, lo que provocó esclavitud y diáspora de los judíos. A pesar de haber perdido la tierra “otorgada por Dios”, en su migración permaneció milenariamente la cultura y religión judías.

18 siglos después (1890) el escritor austriaco de origen judío Nathan Birnbaum ideó el término “sionismo”, por el monte Sion cerca de Jerusalén, término adecuado a todo el territorio de la antigua Judea, extremo oriente del mar Mediterráneo.

Por la ola de rechazo antisemita, el periodista austrohúngaro judío Theodor Herzl en 1896 convocó a la organización en la dispersión, para retornar a la “tierra prometida” de ese “pueblo errante”, un movimiento político internacional cuyo objetivo fue la creación del Estado de Israel en la Palestina, frontera oriental con Líbano, Siria y Jordania y al sur con Egipto.

Desde 1882 inició la migración judía a territorio palestino que formaba parte del imperio Otomano, pero en noviembre de 1917, durante la primera guerra mundial, el gobierno británico apoyó el establecimiento el “hogar nacional” para el pueblo judío en Medio Oriente.

Posterior al exterminio sistemático infringido por los nazis alemanes -con millones de judíos, gitanos, serbios y comunistas asesinados, entre otros-, el objetivo sionista se logró en 1947 con el Plan para la Partición d Palestina, cuando la ONU determinó la convivencia de dos estados, Israel y Palestina, con 55% y 44% de territorio respectivamente, con Jerusalén administrada fiduciariamente por Naciones Unidas y compartida por musulmanes, judíos y cristianos.

Sin embargo, con la declaración del Estado de Israel en 1948, los sionistas-israelitas, más que migrantes, se posicionaron como colonizadores de todo el territorio palestino que, según ellos, les pertenece por mandato divino.

Los países árabes de religión mayoritariamente musulmana, descendientes de Ismael hijo de Abraham, intentaron contener la aspiración colonialista de los herederos de Issac, así, se provocó inestabilidad permanente en la región, con secuencia de conflictos: guerra por la península del Sinaí a finales de 1956; con el triunfo en la Guerra de los Seis Días en junio de 1967, Israel se apoderó de los territorios señalados, además conquistó la Franja de Gaza, Cisjordania, el este de Jerusalén y los Altos del Golán en Siria, territorios aún bajo control israelí -salvo el desierto del Sinaí devuelto a Egipto en 1979-; posterior expansión colonizadora con régimen de segregación racial a la población palestina interna y en territorios ocupados; guerra del Yom Kipur en octubre de 1973 iniciada por Siria y Egipto para recuperar los territorios ocupados por Israel y la dignificación palestina; permanente guerra de desgaste entre el ejército israelí y organizaciones guerrilleras islámicas; junio de 1982 guerra del Líbano para atacar guerrillas de la Organización para la Liberación de Palestina, las que fueron dispersadas en varios países árabes africanos; posterior al asesinato del presidente Bazhir Gemayel, en septiembre de 1982 en Líbano las falanges cristianas-maronitas aliadas de Israel masacran a más de 3,500 civiles en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila, crimen hasta ahora impune; 1987-1993 y 2000-2005 primera y segunda Intifada respectivamente, revueltas de civiles palestinos -mayormente niños y jóvenes- para exigir entrega de territorios ocupados y abastecimiento necesario de electricidad, energéticos, agua, medicinas, alimentos, entre otros; año 2006, segunda guerra del Líbano contra milicias libanesas del Hezbolá, con territorios inhabitables por bombas de racimo sin explotar que arrojaron los israelitas; además, permanentes tensiones con Siria e Irán.

En 1963 se funda la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) para contrarrestar la segregación violenta y la ocupación israelí; se fortalece con el apoyo de países árabes y, con el objetivo de que el mundo atendiera la cuestión palestina, cometen actos terroristas totalmente injustificables, como el asesinato de deportistas israelitas en la olimpiada de Munich 72.

En plena Intifada, en diciembre de 1987 surge la resistencia palestina militarizada Hamás -terroristas según occidente-, que no reconoce la existencia del Estado de Israel y se opone a la postura mediadora de la OLP; desde 2006 son autoridad como gobierno en la franja de Gaza, territorio de 41 kilómetros de largo por 9 kilómetros promedio de ancho donde viven más de dos millones de palestinos, tres millones se asientan al norte en Cisjordania (los dos territorios sólo con Gobierno Autónomo Provisional y sin ejército para su defensa, según los Acuerdos de Oslo de septiembre de 1993) y 1.6 millones cohabitan con israelíes.

La problemática extrema la ha provocado Israel con el apoyo económico, político y militar de Estados Unidos y la Unión Europea, esto por no acatar la resolución 242 de la ONU de noviembre de 1967, que establece: retiro de las fuerzas armadas israelíes de los territorios ocupados posterior a los conflictos; reconocimiento y respeto a la soberanía, territorio e independencia de todos los Estados de la zona, incluido un Estado Palestino; libertad de movilidad terrestre, marítima y aérea de habitantes palestinos en la región, además solución al problema de miles de refugiados y exiliados de esta población; zonas desmilitarizadas. Por eso no se logra “una paz justa y duradera en Medio Oriente”. Además, la violenta colonización sionista cuenta con el apoyo de la mayoría de los medios de comunicación internacionales, que de manera hipócrita sólo muestran una parte de la realidad, la resistencia palestina civil y militar.

En los ataques del 7 de octubre pasado de Hamás para incursionar desde Gaza en territorio israelí (injustificablemente con al menos 250 civiles muertos y más de 200 secuestrados), surge la duda de por qué no se activó el sólido escudo antimisiles ¿quizá como estrategia política para contener las acusaciones de corrupción al primer ministro Benjamín Netanyahu y su partido Likud de derecha extrema? ¿o con el objetivo de la expulsión o exterminio de palestinos para ocupar el territorio que “por mandato divino” les pertenece?

La respuesta ha sido el sangriento ataque de las fuerzas aéreas de Tel Aviv, con más de 4,000 muertos a esta fecha -la mitad niñas y niños y 500 personas asesinadas en bombardeo al hospital Al-Alí- y decenas de heridos, además del corte de suministro de electricidad, energéticos, agua, alimentos y medicinas... una total barbarie que se justifica para exterminar a Hamás.

Antonio Guterres, jefe las Naciones Unidas, expresó en el Consejo de Seguridad de esa organización internacional, que los ataques de Hamás “no se produjeron al vacío” y que son el resultado de 56 años de sometimiento y ocupación asfixiante del territorio palestino (BBC, 25-10-23); por expresar la verdad, el gobierno israelí exigió su dimisión, declaró ¡Non Grata a la ONU! (ElDiario.es, 25-10-23) y prohibió la entrega de visas a personal de la misma organización internacional, pero además rechazó la “tregua humanitaria” para la entrega de alimentos y medicinas para la población afectada y millones de personas tratan de huir a Egipto hacia el sur.

Para el ministro de defensa israelí Yoav Gallant los palestinos son “animales humanos” (DiarioRed, 09-10-23) y justifica la masacre. Ante el amplio rechazo mundial a la masacre, obviamente la derecha mundial-local absuelve la crueldad israelí. Las repercusiones del conflicto en Gaza son inciertas y peligrosas. La paz es necesaria en todo el orbe, siempre y cuando la apruebe el gobierno estadounidense.

Ninguna muerte se justifica, la población civil nunca debe ser objetivo militar. Sin embargo, con impotencia y coraje, se observa que la barbarie continúa en el nombre de Dios.