El iceberg de mi vida
COMPARTIR
Oí por allí, “Voy a examinar el iceberg de mi vida”. Me vino a la mente la imagen típica de un iceberg que vemos en libros de texto, y de pasada el Titanic. Pensé en aquello que se ve de mí, o que cuando menos yo sé de mí, y aquello que está debajo de la superficie de lo cotidiano y que no es visible para otros, pero también en aquello que está escondido hasta para mi misma.
Llevo años en procesos de autoconocimiento y créanme cuando les digo que no nos conocemos. Construimos historias y pintamos retratos. Idealizamos lo que creemos que somos, lo que nos dicen que somos, y lo que creemos que debemos ser. Pero de eso a conocernos, hay una brecha. ¡¿Dije brecha?! Hay un abismo. Hay cuando menos 20 años de psicoterapia de por medio y para cabezas duras como las mías, más tiempo aún. La verdad es que no tiene fondo ni final el proceso.
Sería un ejercicio interesante dibujar un iceberg y escribir en la parte visible todo aquello que sé y conozco de mí (sí, solo de mí, solo lo que yo sé de mí), y contemplar ese pedazo del iceberg que permanece bajo la superficie y donde reside todo lo que no sé de mí. No hablo de acciones, de aquello que decimos, “Ah, no me había dado cuenta de que siempre me meto el brazo derecho en la camisa primero”. Hablo de conocerme, de poner atención en lo que me incomoda y descubrir lo que está escondida en esa incomodidad. Hablo de los momentos en que me pongo nerviosa y no sé por qué. Hablo de lo que me provoca una irritabilidad que parezca irracional. Hablo de...
No, mejor voy por papel y colores.