El odio a la pobreza
Una clasificación así no tiene hondura, pues odiar es simple, es una energía constituida por un miedo, un horror o un desprecio
¿Se odia la pobreza o se odia al pobre que encarna una pobreza? Seguramente se odia al pobre, a su color y a su olor, un olor por cierto resultante de las limitaciones: carencia de acceso al agua y a los elementos de higiene, o bien, a trabajos que en su retribución le permitan obtener mucho más que la precaria subsistencia. Limpiarse bien el cuerpo, perfumarse.
Sobre la pobreza y los olores. El cuerpo por sí mismo libera aromas resultantes del esfuerzo, bacterias que se multiplican pues. Largos trechos por caminar y escasa agua que limpie, más escaso aún el acicalamiento.
El odio, de acuerdo a Friedrich Nietzsche, está dirigido a una persona igual a uno, o a quien es superior a uno. En este caso, el odio a la pobreza implicaría el terror a caer en ese estado, o bien, el desprecio a todo lo que viene con la pobreza: un cuerpo no aseado y quizá el negado reconocimiento de que aquel que se odia, es como uno pero caído en desgracia. Y tal vez, solo tal vez, implicaría que ese otro a quien se odia deba permanecer allí, no solo para aceptar ser objeto de odio, sino para que el sentimiento de odio perviva y con él la diferenciación. Así, claramente yo no soy él.
Una clasificación así no tiene hondura, pues odiar es simple, es una energía constituida por un miedo, un horror o un desprecio, que aunque pareciera abismal, es plana pues se alimenta de espejos, de decires, de apariencias. El odiar no tiene la hondura -ni se lo plantea-, de la búsqueda del porqué el otro es pobre o excluido, o sufriente. “Solo el bien tiene profundidad y puede ser radical”, ya lo dijo Hannah Arendt.
Así, desde este ángulo, la voluntad de bien sería un elemento de pensamiento complejo que daría luz a la problemática existente, esta búsqueda de bien, alimentaría una cohesión social nutrida por el diálogo, lo que permitiría la reflexión y la modificación del estado de cosas que habilita la existencia de la pobreza.
Y además, ¿a quién le gusta que le digan que es pobre, que se lo restrieguen en la cara? Allí andamos algunos que para otros somos considerados como pobres, ocultando infructuosamente los signos de la pobreza, muchos de ellos evidentes a través de la materialidad que nos rodea o que nos hemos procurado.
Mediciones y mediciones, gradientes para alejarse de la pobreza en su percepción o realidad. Así la especie humana occidental que vive en ciudades, compra joyas que parecen ser de oro y no lo son, adquiere prendas de vestir o artículos que dicen ser de cierta marca pero no lo son, todo antes de la exclusión o el rechazo que viene con la pobreza, concepto que por cierto está acicateado ahora, por los esfuerzos mercadotécnicos y los patrones enfermos de consumo excesivo.
Tiempos atrás, de acuerdo a entrevistas que he realizado, los pobres eran aquellas familias que a pesar de tener algo de tierras, algunas cabezas de ganado que produjeran carne y quesos, así como cultivos para consumo y para venta, eran las que trabajaban “con el sudor de su frente”. Curioso.
¿Qué significa en tiempos modernos ser pobre? ¿Será pagar el alquiler puntual del celular para estar conectado siempre? ¿Será callar, aceptar y entregar la voluntad? ¿Pobreza será odiar? El vocablo pobre proviene del latín pauper o pauperis, que significa infértil. claudiadesierto@gmail.com
Encuesta Vanguardia
- 25 marzo 2023
- 25 marzo 2023
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