Estaba tan llena de odio, que le brotaba de su cuerpo al menor pinchazo
Episodio VI de la guerra entre Hamás e Israel
Les platico:
Durante mi tercera estancia en los kibutz de Israel conocí a una chica palestina que formaba parte de la comunidad de Kfar Aza, el más cercano a la frontera con Gaza.
No es usual que alguien ajeno al judaísmo trabaje en esas cooperativas socialistas llamadas kibutz.
Y cuando los patriarcas hicieron conmigo una excepción, al conocer a Nina supe que no había sido el único.
No soy del todo ajeno al judaísmo. Mi abuelo paterno profesaba esa religión.
Se apellidaba Heron Heimann y había nacido en Gdansk, el puerto polaco que hizo famoso Lech Walessa y su sindicato Solidarnôsk, Solidaridad.
Cuando mi abuelo y su familia huyeron de la persecución nazi, no estaba en su radar la tierra prometida en los territorios de Palestina.
Emigraron a Estados Unidos y como don Plácido era ferrocarrilero, a los tres años cruzaron la frontera y se instalaron en la región carbonífera de Coahuila para encargarse de la transportación de ese mineral hacia la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey.
Debido a que la persecución era feroz, castellanizó su primer apellido y se convirtió en Garza para burlar a los agentes alemanes que emprendieron una feroz cacería por muchas partes del mundo en busca de judíos europeos, principalmente.
Mi abuelo conservó el apellido materno en honor a su madre y para que no se le fuera a olvidar de donde provenía.
Documenté esta historia y me valió para ser aceptado en las comunidades de los tres kibutz.
Nina me enseñó que las mujeres tienen mayor capacidad de odio que los hombres.
No quiero generalizar, pero la vida me ha confirmado eso una y otra vez.
Quizá en Nina se exacerbaba tal sentimiento por el drama milenario que padecen los palestinos, los de la tierra eternamente ocupada y arrebatada. Los desplazados.
En vez de sangre, a Nina le brotaba odio
Tenía la misma edad que yo y cierta vez que la escuché narrarme sus andanzas, le dije que si se pinchaba con un alfiler cualquier parte de su cuerpo, en vez de sangre, le brotaría odio.
Padecía una enfermedad detrás de otra.
Era quejumbrosa, diamadre, pero trabajaba tanto que la llamaban Nina דְּבוֹרָה.
Nina Dvora, que significa “abeja” en hebreo.
Tenía una memoria prodigiosa para los pasajes más desgarradores de su vida, pero esos recuerdos le pesaban tanto, que una vez le dije que vivía atrapada en el pasado.
“Cargas tanto odio que te enferma”, le dije, con la mejor intención posible.
Todas sus virtudes -que eran muchas- se opacaban ante el odio que sentía.
“¿Y tú, a poco, no odias? ¿De qué estás cargado?, me confrontó un día”.
“De pasión, estoy cargado de pasión”, le respondí de inmediato.
Sorprendentemente, me preguntó que entendía yo por pasión.
Y entonces le pedí que me diera un día para responderle.
Como suelo expresarme mejor por escrito que hablando, escribí en forma de verso lo que llamo “Mi teoría de la pasión”.
¿Quieres leerla? Aquí tienes una síntesis y si quieres la versión completa, escríbeme al correo placido@detona.com y te la enviaré. Arre!
La pasión es intensidad. Es plenitud insatisfecha, porque apenas algo tienes, quieres más.
La pasión es frecuencia, ritmo, cadencia, espontaneidad. Es frescura, impulso; naturalidad.
La pasión es tiempo, fluir y brevedad. Es oler, sentir y paladear.
La pasión es ver y viajar con la mirada. Es tocar encima y más allá de lo físico. Acariciar el alma.
Es oler con los ojos. Ver con los oídos. Es pérdida de conciencia y un despertar sin arrepentimiento.
Es emoción; reto; arrojo. La pasión es decirte: “Úsame”. “Disfrútame”. “Tómame”. “Léeme”. “Escríbeme”. “Anochéceme”. “Amanéceme”. “Náceme”. “Víveme”. “Recórreme”.
Porque yo te voy a usar y a disfrutar. Voy a tomarte, leerte y escribirte. Anochecerte, amanecerte y recorrerte. Nacer en ti y vivirte.
Cajón de sastre:
He buscado desde el sábado pasado a Nina, pero no está en Kfar Aza ni aparece en las listas de los refugios cercanos. Por eso, desde aquí le dedico mi entrega de hoy.
Olvidaba decirles que esta chica palestina domina siete idiomas, uno de ellos el español.
Encuesta Vanguardia
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