Genocidio y hegemonía
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El continuo financiamiento y abastecimiento de equipo bélico sofisticado de Estados Unidos a Ucrania no plantea intentos de acuerdos de paz; de igual manera, el apoyo político, financiero y militar de ese país a Israel en el genocidio contra la población de Gaza (más de 20 mil muertos, la mitad niñas y niños), así como su desplazamiento al desierto del Sinaí egipcio, proyectan que el conflicto desigual (palestinos sin ejército, con dos grupos armados no convencionales) se extienda por lo menos al mediano plazo.
Si la guerra entre eslavos pretende colapsar la economía rusa -objetivo no logrado, su PIB es de 3.5% en 2023- y fracturar los acuerdos entre Moscú y Beijing, el enfrentamiento entre la ultraderecha israelí y el grupo armado Hamas se utiliza para desestabilizar permanentemente Medio Oriente y bloquear intereses chinos para extender la “nueva ruta de la seda” hacia Europa y África, inversiones en infraestructura productiva, en producción y comercialización. El objetivo principal es mantener la supremacía global de la Unión Americana, con sumisos aliados europeos, asunto complicado en la transición hacia el mundo multipolar.
La inteligencia israelí tenía conocimiento de los injustificables ataques y secuestros de judíos por parte de Hamas el 7 de octubre pasado (el Ejército israelí tardó ocho horas en reaccionar), es decir, se planeó la excusa para el exterminio. Con los bombardeos en Gaza -incluidos hospitales y escuelas- y la represión en Cisjordania, el objetivo del Estado terrorista israelí es apoderarse de toda la Palestina, la que supuestamente les pertenece “por derecho divino”.
Sin embargo, no cesará la organización social, política y militar árabe-palestina, así como la presión internacional de naciones no alineadas al imperialismo estadounidense. El exterminio y la destrucción de infraestructura en Gaza impulsarán más la inestabilidad en la región medio oriental.
Más complicado aún, porque los guerrilleros hutíes, de Yemen, han bloqueado el paso por el Mar Rojo hacia el canal de Suez de portacontenedores de países que apoyan el régimen del corrupto Benajmin Netanyahu (el tránsito por esa ruta marítima se ha reducido 20%).
A lo anterior se añade el retiro de tropas norteamericanas de Afganistán en 2021 y la entrega del país a los extremistas musulmanes talibanes, para presionar a Pakistán e Irán, este último declarado enemigo de Israel y Estados Unidos.
El atentado del pasado 3 de enero en Kermán, Irán, en el tercer aniversario luctuoso de Qaseim Soleimani (héroe de la nación, asesinado por drones norteamericanos), y en el cual murieron más de 100 personas y más de 100 resultaron heridas, se observa como parte del plan imperial para provocar la incorporación abierta iraní en el conflicto y no solo como abastecedor de armas a los grupos palestinos; el grupo terrorista Estado Islámico se atribuye la mortal agresión, por tanto, se intuye su alianza con occidente.
Israel, como “democracia liberal ejemplar”, en los hechos es un enclave de Estados Unidos en la región, para desestabilizar y derrocar regímenes, como Siria, por eso “el pueblo elegido de Dios” permanentemente se rehúsa a cumplir las resoluciones 181 (II) y 242 de la ONU para establecer en la Palestina dos Estados soberanos, árabe-palestino y judío-israelí.
En una región rica en petróleo y gas, la estrategia gringa es detener la multipolaridad global y desconectar Eurasia -que incluye a Turquía- con la estrategia china-rusa de extender inversiones hacia Medio Oriente y África, una maniobra que desafía al imperio decadente ante el fortalecimiento de otras economías, como el BRICS y otros acuerdos comerciales asiáticos.
Además, la industria armamentista estadounidense invierte miles de millones de dólares en campañas electorales y en cabildeo para tener aliados en la Cámara de Representantes y en la Casa Blanca, de ahí la venta de armas al propio gobierno y a países adeptos, como Israel y Ucrania.
Pretensiones hegemónicas de Estados Unidos generan efectos globales nocivos: variaciones abruptas de precios en materias primas y energéticos; inestabilidad financiera y en paridades cambiarias; altas tasas de interés con efectos negativos en inversión directa y empleo. 2024 no será fácil para la economía mundial.
Encuesta Vanguardia
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