Historia de dos palacios
COMPARTIR
TEMAS
CAPÍTULO I.- AMLO ordena levantar un cerco alrededor del Palacio Nacional.
Ya desde el mes de marzo, en vísperas de la marcha del movimiento feminista, causa con la cual el Presidente jamás ha realizado el más flaco esfuerzo por congraciarse, la sede del Poder Ejecutivo y casa de los López Gutiérrez fue blindada con infranqueables placas metálicas.
La lectura de mayor peso y trascendencia en este hecho fue la simbólica: Un gobernante recluido en su majestuosa fortificación amurallada, negando así toda posibilidad de contacto o diálogo con sus vasallos inconformes.
“No es un muro, es un cerco de paz”, dijo el ruco... ¡Perdón!: El Señor don Ruco.
Pero lo dijo, sí, y lo dijo en serio, buscando resignificar dicha acción. Pero es imposible darle un giro positivo a la fortificación de un palacio con el propósito de repeler al pueblo, si lo único que le falta es la puerta descendente y el foso de cocodrilos en todo el perímetro.
Esto terminó de dibujar a AMLOVE como el reyezuelo enano que resultó ser: medroso, intransigente, reticente por completo al diálogo y a escuchar cualquier voz discrepante.
Las feministas por supuesto, quisieron hacerle llegar sus demandas de forma presencial, lo que derivó en un choque entre manifestantes y fuerzas de seguridad, con el empleo de diversas tácticas disuasivas. Pero AMLO insistió en darnos su propia narrativa de estos acontecimientos:
“No es miedo, es precaución”, (lo dijo también, no es invento mío).
“No es un muro, es un cerco de paz”, (si duda, busque en su navegador estas declaraciones).
“No es gas lacrimógeno, (lo que se utilizó para disipar las protestas) es polvo de extintores”.
“No son francotiradores (apostados en lo alto del Palacio), son operativos anti-drones”.
“No son reclamos, son expresiones importadas...”. (Porque para el viejo macuspano, el movimiento feminista no es legítimo sino una invención de los países imperialistas que sus adversarios copian con el fin de desestabilizar su gobierno.
“No son feministas de verdad, es Felipe Calderón disfrazado”, (ésta sí me la inventé yo, pero no es más ridícula que las anteriores).
En la versión que ofrece el Presidente de este cuento, claro, se exime de toda culpa y se eleva a la categoría de apóstol de la tolerancia, la libertad, la pluralidad y el estoicismo.
Pero hay que tenerlos en verdad muy, muy azules para contarle a la prensa y a la opinión pública la historia desde su tan particular punto de vista, cuando la evidencia lo desmiente en forma abrumadora.
Y se necesita tener una dosis muy alta de miedo para hacer de la sede máxima del poder público, un búnker impenetrable. Cualquier imagen del Palacio Nacional cercado que haya sido vista en el extranjero, daría la impresión de que estaba a punto de suscitarse un golpe de estado y nada más lejos de la realidad.
Por más que el tlatoani cabeza de tlaconete insista en que sus adversarios lo quieren derrocar, lo que de él se espera es que cumpla al menos con los puntos básicos de su oferta de campaña: Combatir la corrupción, perseguir la delincuencia, salvaguardar la democracia y garantizar la libertad. Aunque en cambio AMLO ha garantizado la delincuencia, perseguido la democracia, combatido la libertad y salvaguardado la corrupción.
No nos distraigamos, sigamos con el Palacio Nacional, ahora ribeteado por un hermoso cerco metálico que le va muy bien a su estilo colonial.
A don Andrés le quedó la mano sabrosa por lo visto y decidió que con motivo de las celebraciones patrias del mes de septiembre, reforzaría la valla anti-neoliberales, porque no fuera a ser que en plena celebración de nuestra independencia a los mexicanos se nos ocurriera hacer uso de la misma y transitar libremente cerca de la fastuosa residencia de Su Excelentísima.
Y una vez más, el discurso sale sobrando, la palabrería está de más ante las demoledoras imágenes de un castillo que solía ser público y hoy es un fortín inexpugnable.
Básicamente, el Presidente nos está restringiendo el derecho a uno de los símbolos más representativos y queridos de nuestra identidad mexicana, por la simple razón de que le incomodan los reclamos, las protestas, las manifestaciones y los reproches hacia su muy objetable gestión.
Es vil, es pusilánime, es cobarde, es bajo, es reprehensible y la Historia le habrá de pasar muy cara la factura por esto.
CAPÍTULO II.- Miguel Riquelme Solís ordena levantar un cerco alrededor del Palacio de Gobierno de Coahuila.
FIN.