La vida es hermosa
COMPARTIR
TEMAS
Fernando de Rojas lo dijo bien: “nadie es demasiado joven como para no morir mañana ni demasiado viejo como para no vivir un día más”, realidad que no debería de atemorizarnos, lo que sí es preocupante es el desprecio que algunas culturas, como la nuestra, le tienen a la vejez y a todo lo que “huela” a viejo.
Bien lo dice Diana Cohen: “recuperar la vejez como lo que es, una etapa más de la existencia humana, nos compromete a todos: para quienes ya no son jóvenes, el desafío es resignificar esos años para legarlos a las generaciones más jóvenes, todavía indiferentes a ese futuro que se les antoja tan remoto como impensable” (...) “Cuando ilusoriamente renegamos del tiempo vivido, aferrándonos a una perpetua juventud apócrifa, sólo obtenemos una victoria que, en un mismo gesto, nos condena. Victoria fallida porque, más tarde o más temprano, la vejez nos espera a casi todos los mortales. Y serán los mismos que hoy se vanaglorian de vencer el tiempo, las piezas sacrificiales de un efímero triunfo”.
EJEMPLAR
Recuerdo haber leído sobre Alice Herz-Sommer, quien falleció en febrero de 2014, cuando tenía 110 años, me impresionó su fascinante personalidad y su testimonio de vida, de optimismo y disciplina. Alice fue una mujer que tenía la maravillosa capacidad de transformar lo negativo en positivo, el odio en generosidad, la tristeza en alegría, la música en un canto de libertad y amor.
En sus palabras: “El mundo es maravilloso, lleno de belleza y repleto de milagros. Nuestro cerebro, la memoria (...) y qué decir del arte y la música... Es un milagro”. Alice era la sobreviviente de más edad del holocausto, de ese infierno que cubrió de oscuridad el corazón del ser humano, pero que también lo alumbró de compasión y actos heroicos.
Su optimismo, su pasión por la música y la fe en el ser humano le permitieron llevar una existencia productiva, a pesar de los horrores soportados.
LA MÚSICA
Particularmente, la música le ayudó a sobrevivir de los nazis, en ese tiempo de guerra que para millones de personas su mundo se convirtió en un permanente infierno, en un personal holocausto.
Su rutina diaria incluía tocar el piano 3 horas a partir de las 10 de la mañana. Siendo una pianista virtuosa, no podía creer su suerte para seguir tocando a su edad y teniendo su memoria intacta. Alice jamás dejó de tocar el piano, pues para ella “la música fue una poderosa manera de sobrevivir y llegar a ser feliz a pesar de haber vivido experiencias tan terribles como el holocausto judío”.
Cuando alguien le preguntó por qué sigue, con más de 100 años, practicando el piano con disciplina férrea, Alice respondió: “Soy una artista. Y cuanto más trabajo, más me doy cuenta que soy sólo una principiante. No importa cuánto pueda conocer una pieza de Beethoven, por ejemplo, siempre puedo ir más profundo y más profundo. Es posible practicar una pieza y descubrir nuevos significados sin aburrirse durante al menos 100 años. El trabajo del artista nunca está terminado y es lo mismo con la vida. Al igual que con la música, busco significados y practico vivir”.
AÑOS VIVIDOS
Alice nació en Praga en 1903, en el seno de una familia de descendencia judía con gran sentido musical; de hecho su madre fue amiga de infancia del compositor Gustavo Mahler.
Alice aprendió a tocar piano desde muy pequeña, cuando cumplió 21 años debutó como solista en la orquesta filarmónica Checa.
En 1931, se casó con Leopoldo, también músico, quien hablaba 5 idiomas. Vivían felices y el futuro de la familia se avizoraba promisorio, pero su vida cambió cuando los nazis invadieron Checoslovaquia en marzo de 1939, estableciendo las más inhumanas restricciones a los judíos como lo fue, entre otras, el tener que portar en sus atuendos la estrella de David como símbolo de pertenecer a una raza inferior.
Para los judíos nada estaba permitido, de hecho -contaba Alicia- “tuvimos que deshacernos de todas nuestras pertenencias, así de pronto la pobreza y el hambre arribaron a nuestras vidas. No podían ni siquiera entablar conversación con sus amigos no judíos”.
TERROR
Los nazis primero deportaron a un campo de concentración a su madre de 72 años; después, en el verano del 43, tocó el turno a Alicia, a su hijo de 6 años y a su esposo Leopoldo.
La vida en el campo era sombría y mandaba mensajes de la crueldad alemana, por eso los nazis montaron un falso escenario en donde privilegiaron el arte y esplendor de la música para hacer creer al mundo, a través de los observadores e inspectores de la cruz roja, que las condiciones de los judíos eran adecuadas, que se respetaba su dignidad humana.
Alice fue seleccionada como pianista para ofrecer conciertos a una audiencia enferma y desesperanzada, situación que, paradójicamente, a pesar del terrible hambre que padecía y de no tener las fuerzas para tocar, salvó la vida de su familia.
Meses antes de la derrota nazi, su familia fue enviada a otro campo de exterminio, allí fue separada de su marido a quien jamás volvió a ver.
EL LADO HUMANO
A pesar del infierno ella pudo distinguir la bondad en algunos nazis, como es el caso de uno llamado Hermman –según recordaba Alicia– que le regaló unos panecillos y le dijo antes de ser enviado a los campos: “Espero que regrese con su familia. No sé qué decirle. Disfrutamos su música”, para ella este nazi fue el más humano de todos.
Comentaba Alice: “Cuando conoces la historia –guerras y guerras y guerras– sabes que nacemos mitad buenos y mitad malos, y existen situaciones cuando aflora lo malo y situaciones cuando sale lo bueno”.
ESPERANZA
En una ocasión le preguntaron a Alice si acaso tenía alguna cualidad personal aparte de la música, a lo que ella contestó: “Yo tenía una hermana gemela –misma madre, mismo padre, misma educación–, ella era extremadamente dotada, pero terriblemente pesimista, yo era lo contrario. Esta es la razón por la cual he llegado a esta edad. Busco por las cosas agradables de la vida. Sé de las cosas negativas, pero yo veo las positivas”. Y esto fue también lo que le valió para sobrevivir a los nazis.
“Yo nunca hablé del holocausto porque no quería que mi hijo creciera con odio, porque el odio genera más odio. Y fui exitosa. Mi hijo tuvo excelentes amigos alemanes con quienes tocaba música y lo apreciaban. Yo nunca, nunca odié a nadie” (...) “entiendo que cuando se vive una situación terrible se necesita esperanza”.
PASATIEMPOS
Su hijo, un excelente chelista, que murió en el 2001 a la edad de 65 años, la llevó a vivir a Inglaterra, en donde se inscribió en la universidad de la tercera edad, para estudiar filosofía e historia del judaísmo.
Ante la muerte de su hijo, Alice supo encontrar cobijo en el piano y en el trabajo, del cual comentaba: “Amo trabajar, el trabajo es el mejor invento. El mejor. Tocar el piano es aún una disciplina. Te hace feliz contar con algo. Lo peor es el aburrimiento. El aburrimiento es peligroso”.
TRANSFORMAR
Antes de morir seguía expresando: “La vida es hermosa, extremadamente hermosa. Cuando eres viejo esto lo aprecias más. Cuando eres viejo piensas, recuerdas, te importa y aprecias. Eres agradecido por todo. Por todo”.
De alguna manera, los logros alcanzados por Alice en la música, la literatura y la filosofía le permitieron comprender y perdonar las atrocidades de la humanidad. Su pasión por la vida y el amor a sus semejantes le brindaron vitalidad y la sabiduría de celebrar continuamente el esplendor del espíritu humano.
Alice amaba a las personas, a cada una de ellas, le interesa saber de sus vidas. A pesar de haber perdido a su familia, continuaba cultivando a sus amigos y a la música, por eso, a su avanzada edad Alice se sentía como una de las personas más afortunadas del mundo y por eso continuaba compartiendo sus experiencias y su historia con aquellas personas que deseaban conocer su vida y que estaban dispuestos a aprender de Alice que el optimismo, la esperanza y la conversión del odio en amor, pueden transformar cualquier infierno en un edén.
cgutierrez@tec.mx
Programa Emprendedor
Tec de Monterrey Campus Saltillo
Encuesta Vanguardia
https://vanguardia.com.mx/binrepository/1152x768/0c60/1152d648/down-right/11604/MTWN/carlos-r-gutierrez_1-1981975_20220516100214.png