Las preguntas correctas
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Créanme que sé hacer preguntas. Hago muchas preguntas. Pero hay algunas que no me atrevo a enunciar
Los últimos meses y la convivencia con un cierto proyecto me han enseñado que para que un maestro, o bien la vida, nos dé una respuesta acertada, es preciso hacer la pregunta correcta. He sido culpable de hacer preguntas que esquivan lo que realmente quiero saber, a veces por vergüenza. Me da vergüenza no saber ya las respuestas, y me da vergüenza el nivel primitivo y tal vez superficial de mis preguntas.
Créanme que sé hacer preguntas. Hago muchas preguntas. Pero hay algunas que no me atrevo a enunciar. Me estoy dando cuenta de que me siento inadecuada a causa de las preguntas que deseo hacer. Una persona “con mi preparación” debería poder hacer preguntas importantes, profundas, trascendentales, sorprendentes. Pero mis preguntas son tan básicas y simples. Banales en realidad. Entonces decido guardármelas.
Eso no significa que mis preguntas son equivocadas. Lo que me pasa es que necesito el valor para mostrarme desde lo que realmente quiero saber, y no disfrazarme tras preguntas/discursos difuminados para no evidenciar mi cotidianeidad. Quiero saber si me va mejor el negro o el blanco (en ropa, no filosofía, aunque tal vez es lo mismo). Quiero saber qué intención tiene cierta/s persona/s al acercarse a mí. ¿Sí saben de cuales preguntas hablo verdad? También quiero esas respuestas que Uds. creen, o saben, que tengo y que puedo leer en las cartas y las caras.
Creo que hoy me toca inhalar y exhalar y escuchar mi propia voz que aconseja, “Acércate con las preguntas correctas, con tus preguntas reales.”