Limpiando la cocina
COMPARTIR
TEMAS
No sé si ya le había comentado (seguramente ya) pero he observado un confinamiento ejemplar durante la pandemia.
No puedo presumir mucho por esto, puesto que los años y la movilidad de la capital coahuilense me habían convertido ya en una especie de ermitaño de medio tiempo. Hoy sin embargo tengo una buena excusa para eludir compromisos: “Oye, pues fíjate que el semáforo covid amaneció en tonos cálidos, otoñales, se me hace que dejamos la reunioncita para después de que enjuicien a alguien por lo de la Línea 12 del Metro”.
No obstante, desembarazarme de lo que antes era ineludible me hace convivir más horas conmigo mismo, lo que está bien porque hablo poco, canto mucho y en mi cabeza siempre sueno afinado. Pero, pero, pero... después de unas horas, a la que hay que acallar es a la voz de la conciencia y para esto sirven los “youtubers”.
Ya sé que el título “youtuber” suena horrendo y se asocia en automático con gente pendeja haciendo cosas para refrendarse en dicha categoría (y para ganar de paso seguidores por millares de los que sólo siete lo acuden a apoyar cuando lo meten a uno al bote ¿verdad, YosStoP?).
Pero YouTube es como cualquier otro medio de comunicación masiva: El último curador de contenidos es usted mismo. Así que si opta por escuchar una conferencia de Leonard Bernstein sobre qué es la música modal (no, no es la que está de moda, no sea güey), o el video de “las Chiquirrucas” abusando de la necesidad de un migrante (no lo vi, me enteré por las noticias), pues la decisión es completamente suya.
Ahora bien, usted me dirá: “¡Hombre! ¿Y por qué no aprovechaste la pandemia para leer todos esos libros que tienes pendientes acumulando polvo y que al parecer estás reservando para después del apocalipsis? (NOTA de la Dimensión Desconocida: Comprar un par de anteojos adicional). Por la sencilla razón de que es imposible leer mientras se lavan los trastes.
La verdad más cierta que he leído recientemente en el ciberespacio es que la vida adulta consiste en consagrarse permanentemente a la limpieza de la cocina: “No importa si acabas de despertar, no importa si no cocinaste, siempre estarás limpiando la cocina”.
Si eso ya era una verdad innegable, con la pandemia se volvió doblemente cierta y es que hasta los que no sabían ni guisarse un huevo en defensa propia, se probaron como panaderos en los primeros meses del virus, justo cuando alcanzamos el pico del aburrimiento.
Así que mientras lavo la enésima tanda de trastos, cacharros y utensilios de cocina, escucho a otros disertar sobre artes, filosofía, periodismo, música, ciencias, cultura pop, etcétera.
¿Que un youtuber difícilmente es una autoridad en ninguna materia? Pues no se crea. La verdad se sorprendería quizás de ver cómo algunas de las mentes más privilegiadas han encontrado en esta democrática plataforma el mejor canal para la difusión de sus ideas.
Por supuesto, no todos son pensadores del mismo calibre. Hay quienes son sólo divulgadores y otros menos que eso, puesto que sacrifican profundidad en aras de resultar entretenidos a una audiencia cuya atención es más volátil que el éter.
No menciono a nadie en particular porque tendría que defender el por qué veo a tal o cual. Usted escoja a los especialistas en cada área que mejor respondan a sus intereses, de cualquier manera a todos los debe atender con el mismo sentido crítico. Es cuando le damos autoridad total y credibilidad irrestricta a alguien que estamos en serios problemas.
Escuchando una mesa de análisis (por supuesto, mientras limpiaba la cocina), se comentaba sobre lo positivo que nos dejó la pasada consulta.
Así es, “amigue lectore”, yo también me quedé perple’ndejo y solté el vaso que estaba enjabonando cuando escuché tan temeraria afirmación: ¿¡Pero qué inga’os pudo dejarnos de bueno una consulta desairada, sobre una falsa dicotomía, una disyuntiva inventada sobre una cuestión estéril y que además le costó quinientos millones de pesos a un gobierno que prefiere desembolsar para estos caprichos antes que gastar en investigación, salud o atletas olímpicos!?
¿Qué de bueno pudo tener la consulta si es un galimatías que cuando se despeja de su intrincada redacción descubrimos que es tan sólo una barroca mentada de madre?
Le parecerá poca cosa, pero el analista reconoció dos aspectos fundamentalmente positivos:
El primero es que es un ejercicio inédito. Sí, la consulta estuvo hecha con las glúteas carnosidades de la 4T (que al parecer carece de extremidades y todo lo elabora de esta manera) y fue instrumentada sólo para sostener la eterna verborrea proselitista de AMLO, quien seguirá en campaña hasta el último día de su sexenio y probablemente por los años que le queden por vivir.
De acuerdo, fue una mamarrachada, pero por ser la primera tiene una trascendencia intrínseca y pone a la ciudadanía en contacto con este tipo de ejercicios, mismos que no tienen que esperar a ser convocados por un gobierno o autoridad, sino que pueden ser promovidos por los propios ciudadanos.
Ese es el otro gran aspecto positivo: Darnos cuenta de que es un gran instrumento que tenemos prácticamente nuevo y sin usar en el armario de nuestros derechos democráticos y del que podríamos echar mano para dirimir muchas de nuestras diferencias.
Está en nosotros si dejamos el plebiscito a los políticos como AMLO para que le den ese uso populista y demagógico, o aprendemos a utilizarlo en cosas verdaderamente útiles para la ciudadanía y trascendentales para nuestra vida.
Era eso nomás. Ahora, con su permiso, yo sigo limpiando la cocina.