Gudelio Galindo Leal era su nombre. Pequeño, delgaducho, recogido sobre sí mismo, en él encarnaba la más extremada timidez. Cuando iba por la calle lo hacía pegado a la pared, como si le apenara ocupar un sitio de la acera, la vista baja, las manos juntas sobre el pecho. Católico devoto, oía misa diariamente, y por la tarde acudía al rezo del rosario en Catedral. Estudió la carrera de abogado, ajena ...