Mirador 17/07/2023
Ahora diré por qué el diablo se hizo bueno.
Se enteró de que en una cueva del desierto habitaba una bella penitente. En soledad expiaba sus pecados. El de soberbia, pues pensaba que no había pecadora más hermosa que ella. El de envidia, porque secretamente sentía celos de los cabellos de Santa María Magdalena. El de lujuria, pues se extasiaba ante la imagen semidesnuda de San Sebastián.
Así, el demonio se propuso ponerle tentaciones que la llevaran a perder su alma. Sucedió, sin embargo, que al verla se prendó de ella. La penitente, entonces, le habló de Dios y le pidió que pusiera en él su amor. El demonio obedeció. ¿Qué no hace un enamorado, sea hombre o demonio, por la mujer amada? Se volvió bueno, tanto que cobró fama de santidad. La gente iba a verlo en peregrinación. Se le atribuían milagros portentosos. El poder del demonio, ya se sabe, es grande. Aquel olor a azufre que tenía desapareció. Años después murió en olor de santidad.
Y ¿qué fue de la hermosa penitente? A raíz de su triunfo sobre el diablo se ensoberbeció. Pensó que su cabellera era más hermosa que la de Magdalena, y su lujuria ya no se limitó a ver la imagen de San Sebastián. Lo último que se supo de ella es que está en el infierno.
¡Hasta mañana!...
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