100 años de Gonzalo Rojas
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En fecha pretérita fui a la Librería Carlos Monsiváis, ubicada a un costado de la Alameda Zaragoza. Amén de ver y hojear libros de novedades que tenían en sus mesas, tenían el ejemplar de regalo de “La Gaceta del FCE”, la número 555. El número es casi monográfico y está dedicado a celebrar el aniversario 100 del nacimiento del poeta chileno Gonzalo Rojas (1917-2011).
Querido, admirado y leído en México como en toda América Latina, en lo personal he leído fragmentariamente a Rojas. Poemas sueltos en revistas y creo haber tenido en la mano alguna antología de sus versos. No más.
Al leer de cabo a rabo la revista, me he dado cuenta entonces de la altura, profundidad y los claroscuros de la vida de este escritor emblemático en un país que ha dado poetas altos y emblemáticos como Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Nicanor Parra, Mahfúd Massís… Y es que todos ellos, cual más cual menos, están tocados por la huella de la dictadura de Augusto Pinochet en ese periodo siniestro de tortura, muertes, asesinatos y delación como divisa. Rojas fue diplomático en China y Cuba, cuando el Presidente era de bando socialista, Salvador Allende. Cuando accedió al poder Pinochet, vivió en el exilio en la República Democrática Alemana, Venezuela y Estados Unidos, principalmente.
Y es que la vida no es como la pintan. Al menos no para los poetas. Esos seres únicos de la creación los cuales atados al potro de las pasiones y sentimientos extremos, padecen un agujón en el alma y en la carne, para decirlo bíblicamente. Fue también el caso de uno de los poetas más leídos y queridos por todo el mundo (poeta favorito del abogado Gerardo Blanco) y no se diga en Latinoamérica, Pablo Neruda (Neftalí Reyes). Murió el 23 de septiembre de 1973, 10 días después del golpe militar en contra de Salvador Allende. Allí se le trataba de cáncer de próstata. Pero, en 2011, su exchofer denunció que Neruda había sido asesinado en la clínica donde estaba atendido. Al día de hoy, el autor de “Residencia en la Tierra”, lleva cuatro funerales.
Es día que no descansa ni reside en la tierra. Los restos ya están en el balneario de Isla Negra, donde tenía su famosa casa frente al mar. Claro, el poeta ha ido muy a su pesar, a sus cuatro funerales. No descansa. Sigue sin descansar. Va al funeral lo que queda de él. El 23 de septiembre de 1973, cuando realmente murió, o fue asesinado, cosa que se investiga. En esa fecha fue enterrado en el Cementerio General. Luego, los dueños de la tumba le pidieron a su viuda, Matilde Urrutia, que sacara lo restos del poeta y los trasladara a otro lugar. Eso fue el 7 de mayo de 1974.
Esquina-bajan
El cuerpo de Neruda fue cambiado a una tumba más sencilla dentro del mismo cementerio. En 1992, con pompa y te deum, en los albores de la democracia chilena, se le rindieron honores de Estado y sus restos fueron trasladados a Isla Negra. Donde en 2016 fueron de nuevo enterrados tras practicarle múltiples análisis a su cuerpo (huesos) con el fin de llegar a una conclusión: fue o no asesinado en la clínica Santa María, donde se le trataba del cáncer de próstata.
En información puntillosa publicada por el diario ibérico El País, éste ha afirmado: “(El juez Mario Carroza) explica que para agosto próximo recibirán los resultados de los estudios encargados a laboratorios especializados en Dinamarca y Canadá”.
Sí, a días de saber la verdad. Dice Rojas en uno de sus celebrados textos: “No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad / en mitad de la calle y hacia todos los vientos…”. Y por decir la verdad, en el caso de Pablo Neruda, éste lleva cuatro funerales y aún no sabemos de qué murió. Así son los poetas, seres únicos, atormentados por la creación de la poesía, santos pecadores los cuales viven entre la delgada línea que separa a la tierra y el cielo. Su militancia política fue un ángulo más de una existencia entregada a eso que se llama vida.
“La Gaceta” le rinde merecido homenaje a un poeta entrañable, con textos de escritores y periodistas de México, Chile y Argentina. Pero, en lo particular me ha gustado sobremanera la iconografía, las fotografías que se despliegan en la edición. La vida en imágenes. Se muestra a un Gonzalo Rojas de juventud y ya maduro, lo mismo junto a Salvador Allende, que en su cofradía de tertulianos. En otra, en un barco del cual no sabemos si viene o va y a dónde, Rojas sin corbata, vestido con traje macilento con arrugas y pliegues marcados en saco y pantalón, se muestra de cuerpo entero con su frente amplia, el cabello corto en retirada y las manos apoyadas en sus tirantes que sostienen su pantalón más arriba de la cintura, como se usaban entonces. En otra, y en el invierno de su vida, Rojas frente a una máquina de escribir gigantesca. Elegante como siempre.
Letras minúsculas
Vale la pena tener la revista y claro, ir a conseguir los pocos libros de poesía que dejó para lectura nuestra.