El chavo nuevo
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En algún punto entre las ciencias económicas y la trata de esclavos se encuentra el área de Recursos Humanos, que podríamos describir como la efectiva gestión del personal dentro de una organización (si la definición no le gusta, deje de hacerse menso cada vez que Wikipedia recauda fondos para su sostenimiento y coopere con la causa).
El estudio de primates en cubículos nos dice que todo empleado nuevo pasa por una curva de aprendizaje antes de alcanzar su nivel óptimo de productividad.
Esto es perfectamente comprensible. El elemento de reciente ingreso necesita un tiempo razonable para conocer sus funciones y responsabilidades, identificar a sus clientes y proveedores, así como dominar “el estilo” de la empresa y de su departamento en particular.
“El chavo nuevo” debe además saber quién es el encargado de las quinielas deportivas, quién hace las colectas para los pasteles de cumpleaños y las defunciones, a quién debe dirigirse si la copiadora necesita toner, qué día hay que liquidarle a la seño de las gorditas y qué ofrendas hay que llevarle a los zánganos de sistemas si quiere que su equipo medio que funcione.
Es obvio que sin el dominio de todo lo anterior el lacayo nuevo se sentirá inseguro y estresado, y no podrá aparentar que sabe hacer aquello para lo cual se le contrató.
Recae en cada empleador, a través de su departamento de RR.HH., la responsabilidad de acortar este periodo de adaptación, no porque le preocupe mucho el sufrimiento de su nuevo hámster, sino porque, en tanto no se sienta a gusto en su nuevo hábitat, el espécimen no desquitará el incentivo que vía A.T.M. se le paga de manera quincenal. ¡Bendito Pavlov!
Ahora bien. Si hasta un patrón sin alma ni corazón le concede a sus adquisiciones un periodo de gracia para que se pongan las pilas y la camiseta antes de que le dejen los mejores años de su vida, justo es que le otorguemos el mismo beneficio al primer godínez de la nación, siervo de esta República que transita de crisálida a polilla de foco, patriarca absoluto de la 4T, Andrés Manuel López Obrador.
Debemos ser pacientes, tolerantes y hasta cierto punto condescendientes con el chavo nuevo. Hay que dejarlo solo “pa’ que aprenda”, pero también hay que sumarlo a las dinámicas de integración y convivencia: cántele una canción si se lo topa en el Viva Aerobús; deje instrucciones a los vigilantes de la entrada para que lo dejen pasar si se quiere colar en su boda, sáquese una selfie con él si se lo encuentra en el Oxxo, etcétera.
Mire, ya ni siquiera se lo pido como voto de confianza, sino porque –aunque no me lo crea– nos sale más caro traer a alguien más y de perdido AMLI ya vio todos los videos de inducción y no se ha rajado. Además, el último proceso de reclutamiento (entiéndase electoral) fue tan largo, costoso, penoso y enconado que yo la verdad no quiero volver a pasar por ello de nuevo en al menos 20 años.
¡Ah, no! ‘Ora se aguanta y nos cuatritransforma o nos deja como nos tenía el Benemérito, pero ni madres que nos deja a medias.
Que está chavo, sí; que no tiene experiencia, ok; que tampoco habla inglés ni maneja Excel, de acuerdo. Pero seamos honestos: ¿cuántos de ustedes reúnen esos tres requisitos fundamentales de la excelencia?
Es de hecho nuestra culpa si el “gansito de esperanza” no supera exitosamente el periodo de prueba, ya que no le guiamos adecuadamente para que libre lo antes posible dicha curva de aprendizaje.
Pero no se me achicopale, señor Prejidente, que para eso estamos aquí, para indicarle el cómo y –más importante aún– el por dónde.
Sepa que en la Nación Petatiux tenemos una vasta experiencia guiando a los gobiernos locales en ámbitos tales como las finanzas, políticas públicas, seguridad, transparencia, rendición de cuentas y derechos humanos.
Claro, tales gobiernos nos han ignorado sistemáticamente e hicieron lo que se le hinchó el escroto a sus respectivos titulares, uno tras otro, desde hace cinco administraciones. De allí que al día de hoy sea nuestra entidad una total desgracia.
Pero precisamente: ¡Qué mejor prueba que esa! Allí tiene que los gobiernos que desoyeron la orientación que se incluye ¡GRATIS! con la lectura de esta columna, devinieron en auténticas catástrofes.
Así que, aunque sea ya por mera superstición, quizás debería la “cuarta transformación” dedicarle unos minutos del sexenio a lo que aquí tenemos que decir y que mucho podría ayudar al “chavo nuevo” para que se nos desapergate cuanto antes y le agarre de una vez la onda a esa chambita que se agenció.
Claro, ello deberá ser en el horario de oficina, en la sala de capacitación y entrenamiento, el próximo jueves, con la licenciada Samacona de Recursos Humanos.
No se me achicopale, señor Prejidente, que para eso estamos aquí, para indicarle el cómo y –más importante aún– el por dónde.
petatiux@hotmail.com
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