Lo que nos depara el futuro
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Asimov comentó que la humanidad sufrirá de aburrimiento, lo que tendrá serias consecuencias mentales, emocionales y sociológicas
Agobiados por un presente que en ocasiones no funciona, los humanos hemos intentado conocer lo que nos depara futuro. Para lograrlo, desde el inicio de los tiempos, hemos realizado las más extrañas prácticas –algunas simpáticas, otras ridículas – en la búsqueda del tan anhelado conocimiento del futuro.
Un ejemplo fueron los griegos que acudían al Oráculo de Delfos, un centro religioso en donde una sacerdotisa emitía el mensaje de los dioses. Otras civilizaciones como romanos y egipcios iniciaron la práctica, hoy generalizada, de la lectura del Tarot, de granos de café, la interpretación de los sueños, de la mano y, por supuesto, la astrología, a través del siempre popular horóscopo, un instrumento en donde al parecer la posición de las estrellas, combinada con factores como la fecha de nuestro nacimiento, dicta nuestro futuro. De todo esto, lo único que obtenemos como respuesta es el silencio del universo que nos ignora.
Pero los humanos no paramos, y llegamos a creer que existe gente especial que ha recibido señales divinas del futuro. Los ejemplos sobran: ahí están los casos de las profecías de Nostradamus, los mayas o el Papa Juan XXIII, pero hasta ahora, todos han demostrado su nula funcionalidad y su charlatanería.
Pero a pesar de todo, insistimos en conocer el futuro, en lugar de trabajar para construirlo. Lo hacemos con la firme creencia de que mejorará o para al menos tener la posibilidad ya no de predecirlo, sino de evitarlo.
Pero entonces, ¿se puede conocer el futuro? Hasta ahora, la ciencia ha dado respuestas muy acertadas y predictivas en temas como el movimiento de los astros, el clima y otros fenómenos naturales.
En ese sentido, Isaac Asimov, bioquímico ruso pero nacionalizado norteamericano, profesor de la Universidad de Boston y prolífico escritor de ciencia ficción, y de quien recién se cumplió un aniversario más de su nacimiento, hace ya 53 años publicó un editorial en el periódico New York Times.
Lo hizo como una colaboración especial en el marco de la Feria Mundial que ese año se celebró en Nueva York. El ensayo de Asimov, atinaba a decir cómo sería el mundo en el año 2014, y aunque erró en algunas de sus predicciones, atinó a muchas con asombrosa precisión.
Una de ellas fue que las comunicaciones serían audiovisuales, con las cuales uno podría ver, además de escuchar, a la persona que llama.
Esto es ya posible desde hace años con Skype o FaceTime y otras herramientas. También aseguró que sería posible hacer una llamada telefónica a cualquier punto de la tierra, incluyendo las estaciones meteorológicas en la Antártica; lo cual es posible desde hace años.
Decía también que los robots no serán ni comunes ni muy buenos, pero van a existir. Hoy día, el papel de los robots es sólo de funciones mecanizadas en la manufactura, la medicina; hay avances en el automanejo y, claro, para organizar curiosos festivales de robótica que celebran peleas de box y partidos de futbol ¡Vaya desperdicio!
Acertó al decir que los televisores serían de pantalla plana y en 3D y que para estas fechas el hombre no habría podido llegar a Marte en misiones tripuladas. En ese tiempo existía sólo la idea de un viaje a la luna, lo cual se logró hasta 1969. Predijo la invención de máquinas de café y la producción de alimentos de laboratorio.
Escribió sobre centrales eléctricas que recogen la luz solar por medio de enormes dispositivos parabólicos e irradiando energía a la tierra, refiriéndose a la energía fotovoltáica. Imaginó el diseño y construcción de vehículos con cerebros robóticos, un proyecto en marcha.
Calculó la población mundial actual en 6 mil 500 millones, aunque hoy superamos los 7 mil millones de habitantes.
Dijo que la tecnología tendría el poder de transformar vidas, pero que si no se utilizaba para lograr la igualdad de acceso, entonces sería dañina en lugar de benéfica para todos. Al final, Asimov comentó que la humanidad sufrirá terriblemente de aburrimiento, lo que tendrá serias consecuencias mentales, emocionales y sociológicas. Después y con gran tino, Isaac Asimov aseguró que “En el futuro todos deberíamos estar yendo a terapia”. A esta frase yo agregaría que por estos rumbos, si seguimos como vamos, entonces la locura sería colectiva.
@marcosduranf