Médicos y yerros en tiempos del COVID-19
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Era joven y quería leerlo todo. Absolutamente todo. En ese entonces, en mis mocedades, con mis ojos aún frescos, leía sin parar. Todo era materia inflamable. Lo mismo leía a Og Mandino, a Alfonso Lara Castilla, a Dale Carniege que a Stephen King, a Mariano Azuela, a Jeffrey Archer, a Irving Wallace… En ese entonces, hace muchas lunas por cierto, leí dos libros que me gustaron harto: los voy a citar de memoria y no recuerdo los autores e incluso, no sé al día de hoy si es el mismo autor: “Jornada de errores médicos” y “Jornada médica en un velorio”. Perdón, o algo así. Mi memoria no da para más. Eran, fueron libros muy entretenidos que hablan sobre eso precisamente: el anudar cuentas de un rosario, historias, anécdotas, omisiones y yerros que desembocaron en situaciones trágicas con los pacientes en turno. Recuerdo que el par de libros se dejaban leer con pasión y obsesión.
La medicina es oficio, profesión y ardor de gente brillante. Tan brillante, que combinan no pocas veces y con genialidad, la medicina, la ciencia, con las letras, con la ficción. El linaje es universal y escogido. Una rápida nómina de nombres como llegan a mi cabeza gris: Mariano Azuela, Elías Nandino, Enrique González Martínez. En un plano transcontinental tenemos al portugués Antonio Lobo Antunes, a Pío Baroja, a la legión rusa integrada por Anton Chejov, Mijail Bulgakov; Celine, Arthur Conan Doyle… y claro, sin faltar en esta lista, ese estudiante eterno de medicina, suicida él y saltillense de abolengo, Manuel Acuña. Hoy, entre nosotros, quien tiene buena y excelente prosa y combina a la perfección las letras y la ciencia médica es el doctor Guillermo Enrique Guerra, quien habita zona de guerra actualmente: Monclova.
Y llegamos al punto de la cuestión hoy: de las muchas, decenas de aristas que tiene y va a dejar esta pandemia del virus chino, se desprende una al día de hoy: en México, los hospitales están siendo el foco masivo de contagio. No un supermercado, no la fila de las tortillas, no la taberna hoy cerrada de la esquina, no el restaurante, no; los hospitales son el foco masivo de contagio para decenas y cientos de mexicanos. Un yerro garrafal de los servicios de salud de México. Sí, esas instituciones de salud a las cuales Andrés Manuel López Obrador apenas llegó a la Presidencia, se dedicó a minar, hasta desbaratarlas. Hoy, las consecuencias son funestas.
Y ha sido tan escandaloso lo anterior: la falta de protocolos, el nulo equipamiento, la falta de medicinas e insumos, la pésima planeación táctica de los administrativos y médicos epidemiológicos mexicanos, que semejantes yerros están siendo deletreados en varios medios de comunicación del mundo, empezando por “The New York Times”. Puf. El horror.
ESQUINA-BAJAN
¿Confianza o ignorancia; falsa confianza de los galenos de varias partes del país (sobre todo de Monclova, Torreón y Gómez Palacio), falta de insumos de protección y protocolos, falta de normatividad del IMSS de Zoé Robledo y Javier Guerrero; indolencia, lejanía de sus directivos con la primera línea de batalla y contención que son los médicos y enfermeras? Todo, todo se ha juntado y lo peor, ha explotado. Pero, a nadie debería de asustarle: son líneas dictadas por Andrés Manuel López Obrador y su gestión de practicar la avaricia. Como no puede ser del todo un avaro, practica una ligar menor y fútil: el ahorro. Ahorro en tiempos de pandemónium.
Mientras los países de Europa y el mundo no escatiman dinero ni esfuerzo y menos tiempo ni respuesta para controlar la pandemia; en México, todo se hace con calma, contando el peso que se va a gastar (todos reciben órdenes directas de AMLO: Arturo Herrera, Zoé Robledo, Reyes Flores Hurtado…). Mientras se ahorra, se pierden vidas y lo peor, enseña las costuras de las instituciones de salud devastadas por AMLO y su equipo. De un puñado de ejemplos, hay dos o tres que les están dando la vuelta al mundo por la gravedad de los mismos: el contagio masivo de médicos, enfermeras y pacientes en la Clínica 7 del IMSS de Monclova, donde murió el médico Walberto Reyes infectado por el virus. Y sólo días después, en Gómez Palacio, en la llamada Comarca Lagunera, la muerte de cuatro pacientes por neumonía atípica, que días, días después de fallecidos, se confirmó: murieron por contagio de COVID-19.
Lo anterior se dio en la Clínica 46 del IMSS en Gómez Palacio. En esa primera semana de abril, más casos se confirmaron a la luz pública (3 de abril) por el gobernador José Rosas Aispuro. Un primer caso fue el de un hombre de 71 años el cual falleció en la clínica por neumonía. Días después de su muerte, llegó el dictamen: era el maldito bacilo chino. Caminamos de rodillas mientras en EEUU y Europa, van angustiados por todos los caminos posibles para parar la pandemia y muertes. ¿Por qué la lentitud en la entrega positiva o negativa de pruebas? Porque AMLO y su equipo todo lo tienen concentrado en el DF. ¿Usted acusaba de centralistas a Enrique Peña Nieto, a Ernesto Zedillo? Esto y no otra cosa son centralismo y caciquismo. Por último, de platico de una situación de desesperación y ya sin valores, honor, nada, cuando un camillero de la Clínica 7 del IMSS de Monclova, cuando supo que su esposa, una química que solicitó permiso para ausentarse de sus labores, no recibió su trámite por parte de la doctora del laboratorio, se quitó su tapaboca, le reclamó y le tosió en la cara. ¿Motivo? A boca de jarro le soltó a la jefa de laboratorio: “Yo estuve en contacto con el doctor Walberto Reyes.” Puf.
LETRAS MINÚSCULAS
En Tuxtla Gutiérrez, Chiapas (7 de mayo) en un hospital, pusieron a 83 doctores, enfermeras y camilleros en cuarentena al ser sospechosos de estar contagiados. Sigue sin haber protocolos.