Un mal universal: niños sufren explotación en pleno siglo 21
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Hay indiferencia hacia quienes son el futuro de la humanidad
Charles Dickens (1812 -1870) en su novela “Oliver Twist”, escrita en 1838, fue pionera en denunciar el trabajo infantil y la utilización de niños en actos delictivos.
Esta obra clásica representa una fuerte crítica social a la Inglaterra victoriana, pero bien podría describir la vida miserable que hoy, en pleno siglo 21, padecen infinidad de personas; particularmente el hambre, el analfabetismo y la marginalidad en la que viven millones de niños en todo el mundo.
En esta novela, a la soledad y el desamparo de un huérfano, se le une el trabajo infantil y la delincuencia.
OLIVER TWIST
Esta obra, una de las más conmovedoras y brillantes que revelan el genio de este escritor excepcional, narra la historia de un niño, huérfano y pobre, llamado Oliver Twist, quien a su corta edad se encuentra en situación vulnerable, pero que guarda la esperanza de una vida más próspera la cual llega hasta el final de la novela.
La madre Oliver fallece al dar a luz a este pequeño, razón por la cual el niño es enviado a un orfanato, donde soporta hambre y maltratos. Posteriormente, es vendido a un hombre que poseía una funeraria, quien también daña al pequeño, por lo cual Oliver decide huir a Londres.
En la calle el solitario niño se encuentra con un pequeño ladronzuelo, quien lo invita a unirse a una pandilla la cual era controlada por un viejo judío llamado Fagin, quien daba refugio a los pequeños carteristas a cambio del beneficio de los bienes robados.
En esa vida difícil y marginada, Oliver recorre incontables callejones londinenses donde la delincuencia, suciedad y pobreza son el pan de cada día en esa poderosa Inglaterra que, a pesar de ser una potencia económica de esos tiempos, era la desigualdad social su signo distintivo.
Oliver, en uno de los “trabajos” es perseguido, herido y detenido por la policía, pero un testigo exculpa al niño, entonces el señor Brownlow, el hombre que fue robado, decide cuidar a Oliver a llevándolo a su casa.
Para la desgracia de Oliver, sus antiguos compinches, ante el temor de ser delatados, lo capturan. El pequeño es cuidado por Nance, la amante del malvado Bill, quien busca al antiguo benefactor de Oliver para comunicarle su paradero, por ese motivo Nance es asesinada por Bill.
Después de innumerables peripecias la policía arresta al cabecilla de la banda (Fagin), y Oliver regresa con su benefactor quien decide adoptarlo, encontrando así una mejor vida.
FUENTE DE INSPIRACIÓN
En su novela “David Copperfield”, considerada como la más autobiográfica, Dickens escribió: “Yo no recibía ningún consejo, ningún apoyo, ningún estimulante, ningún consuelo, ninguna asistencia de ningún tipo, de nadie que me pudiera recordar… ¡Cuánto deseaba ir al cielo!”. Por esta razón se cree que la vida de Oliver Twist refiere la propia biografía de Dickens, quien de pequeño padeció pobreza, desamparo y tuvo que trabajar en una fábrica 10 horas diarias para sobrevivir.
LO PEOR DEL SER HUMANO
Esto viene a colación ya que, en 2002, la Organización de las Naciones Unidas proclamó el 12 de junio el “Día mundial contra el trabajo infantil” para hacer conciencia acerca de la magnitud de este grave problema.
Hoy, los abusos y la explotación de menores por grupos criminales no se reducen a convertirlos en carteristas. Los pequeños, sin ninguna compasión, son utilizados para introducir droga, explotados sexualmente, utilizados como soldados en infinidad de lugares y obligados a realizar tareas peligrosas sencillamente como si fueran esclavos.
Según la Organización Internacional del Trabajo en el mundo existen 152 millones de niños (64 millones de niñas y 88 millones de niños) en situación de trabajo infantil; es decir, casi 1 de cada 10 niños en todo el mundo.
Poco menos de la mitad de ellos realiza trabajos peligrosos que representan un riesgo directo para su salud, seguridad o desarrollo moral.
Hay que apuntar que las niñas tienen mucha más probabilidad que los niños de cargar con la responsabilidad de las tareas domésticas, una forma de trabajo infantil.
LOS MENORES EN MÉXICO
En América existen 11 millones de pequeños que se encuentran en esta terrible e inaceptable situación y México, por desgracia, es el segundo país de América Latina y del Caribe con más casos de trabajo infantil; por lo menos (dice UNICEF) existen 3.6 millones de niñas, niños y adolescentes que trabajan en México, cifra que representa el 12 por ciento de la población total de menores.
Y hay que saber que las peores formas de trabajo infantil son todas aquellas que amenazan la salud física y emocional, seguridad, integridad y desarrollo de los niños, independientemente de que estos reciban un salario por realizarlas o no. En este sentido, según la fundación Carlos Slim, anualmente mueren 22 mil niños en el trabajo y se desconoce el número de niños que sufren lesiones o se enferman debido a las condiciones laborales.
Podemos considerar que le trabajo infantil es un tema de mercado, de oferta y demanda, la realidad es que es causa, pero también consecuencia de la terrible pobreza estructural de México, de la desigualdad y la vulnerabilidad social que padece el país, realidad permanentemente expresada en los rostros de los millones de infantes que trabajan en situaciones de alto riesgo, ellos son los huérfanos de la justicia, son los olvidados. Los descartados.
Inmensa deuda tenemos todos con esos “Olivers”, mal deberían sentirse los encargados de la política gubernamental que engendra esta desigualdad social, malditos los “empresarios” y los explotadores que ocupan a menores para rellenar sus inmorales bolsillos y peores aquéllos que, ante esta realidad, permanecen mudos, insensibles.
Parece que es una norma de este mal universal la que impera en el mundo de los más vulnerables, mientras muchos de los más afortunados que gozan la existencia en la tierra de las oportunidades son insensibles a las miradas de esos pequeños “Olivers”.
¿QUÉ HACER?
Deberíamos recuperar la sensibilidad perdida para darnos cuenta que todos esos niños en lugar de jugar y soñar en ser astronautas o bomberos, o ilusionarse de todo eso que la buena infancia propone, en estos momentos, están desgarrando sus ilusiones en los salvajes trabajos que son inapropiados para sus pequeñas edades.
Conviene, como lo propone la ONU, que todos tomemos conciencia de esta maldita realidad para actuar en consecuencia desde nuestras trincheras personales, desde nuestros ámbitos individuales de acción.
Bien lo dijo el Papa Francisco: “Todos necesitamos renovar nuestro compromiso, especialmente las familias, para proteger la dignidad de todos los niños y niñas y ofrecerles la oportunidad de crecer en un ambiente sano. Una infancia con esperanza permite a los niños mirar la vida y el futuro con confianza”.
El reto es claro: hacer más iguales a los desiguales, especialmente a los más vulnerables, que hoy indudablemente son los niños trabajadores y los explotados, todos esos pequeños que se encuentran indefensos, son esos “Oliver Twist”, ciudadanos del avanzadísimo siglo 21, que trabajan anónimamente ante nuestras deshumanizadas miradas.
Urgen leyes estrictas para proteger a los niños abandonados, a los discriminados y despreciados, a esos huérfanos sufrientes, olvidados, que cargan ladrillos, que recogen cosechas bajo el ardiente sol, que están totalmente solitarios, que, en estos momentos, tienen miedo, que padecen ausencia de las caricias del amor familiar.
“El trabajo infantil condena al niño a un presente angustioso y a un futuro sin esperanza”, por tanto, el deber de todos es erradicar, de tajo y por siempre, este mal universal, entendiendo que los niños marginados son consecuencia de la indiferencia, de la indolencia provocada por el desamor y la estructural desigualdad que impera en nuestro sistema económico; de esa inmoral ceguera que hoy se ha posesionado de nuestros corazones, de ese permanente olvido de saber ser personas, de comprendernos sencillamente seres humanos.
cgutierrez@tec.mx
Programa Emprendedor. Tec de Monterrey Campus Saltillo