Violencia/ inseguridad (8)
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Para nuestra desgracia en México, tenemos mucha, harta experiencia en violencia extrema y bestial, desaparición de personas, ejecuciones extrajudiciales, tortura policiaca, detenciones ilegales o arbitrarias. Es decir, violaciones a los derechos humanos. Para nuestra desgracia, somos de los líderes mundiales al respecto y ojo, no estamos ni vivimos en un régimen dictatorial, sino en una democracia. Tal vez de membrete, pero al final de cuentas, democracia. Y uno podría pensar que este tipo de violaciones graves en materia de derechos humanos (la muerte, la desaparición de personas, ejecuciones extrajudiciales, persecución, amenazas, hostigamiento, etcétera) sólo se presentan en regímenes de gobierno de poder vertical y no en las democracias. La verdad, no es privativo y si desgraciadamente ya un mal enquistado en nuestras siempre adolescentes democracias.
Le platiqué aquí en el texto anterior de la tirada de libros del Director General de la Academia Interamericana de Derechos Humanos, Luis Efrén Ríos Vega, donde se trata de abonar desde el lado académico y de ideas, a los diversos y diferentes temas que se involucran en eso llamado derechos humanos. También le dije someramente que en dos viajes fue de parar orejas que un par de amigos (en Ciudad de México y Zacatecas) me preguntaron por los libros aquí editados. Para salir de mi ignorancia, tuve que marcarle al académico Ríos, quien en dos días, hizo favor de presentar ante mis ojos la mayor parte de los libros hasta ahora editados por la AIDH. Son una decena. Apenas empiezo a revisarlos y aquí le presentaré una reseña crítica de algunos de ellos. Uno en particular es el que de inmediato inicié su lectura: “Estudios de casos líderes interamericanos y europeos”, volumen de más de 300 páginas bajo la dirección el volumen y sus estudios, por parte de Irene Spigno y el mismo Luis Efrén Ríos.
¿Por qué abordé o acometí la lectura primero de este volumen? Porque hay un capítulo, un gran estudio firmado por la investigadora Ximena Soley el cual se titula: “La desaparición forzada de personas en la jurisprudencia de la Corte IDH”. Lejos de un academicismo árido, el texto se deja leer y aporta multitud de datos y herramientas legales para abonar a tema tan delicado y tan doloroso como la desaparición de personas no sólo en México o en Latinoamericana, sino en el mundo. Usted conoce ya los datos del horror: se han encontrado 4 mil 974 cuerpos en 3 mil 24 fosas clandestinas en los últimos 13 años. Sólo en este año y en la región lagunera, se han ubicado 25 kilos de restos humanos. Hay poco más de 114 fosas clandestinas en Coahuila. Según la FUUNDEC, hay más de 2,800 personas desaparecidas. Es decir, una tragedia. Para el año 2015, oficialmente, la cifra de desaparecidos en México era de 26,580 personas. Pero, las cifras estaban cortas, muy cortas desgraciadamente.
ESQUINA-BAJAN
Cuando vino en visita de trabajo Michelle Bachelet, Alta Comisionada de los Derechos Humanos de la ONU a Coahuila (7 de abril), cuando ésta dio un balance preliminar de su visita, estaba sorprendida, asustada. Cifras de espanto. Propias de un país en guerra y eso llamado un “estado fallido”, cifras de miedo y terror, no propias ni admisibles en un país con democracia plena y en teoría, con sus instituciones funcionando. 40 mil desaparecidos. 26 mil seres humanos sin identificar y una decena de mujeres asesinadas (muchas de ellas, tipificados como feminicidios) diarias en el país, son las cifras oficiales que al día de hoy, retan acusadoras. En el texto arriba citado en el libro editado por la AIDH, la investigadora Soley nos advierte: “El Estado mexicano ha hecho poco para afrontar las violaciones que cometió de manera sistemática en el pasado. Únicamente el 2.5% de las desapariciones producidas durante la guerra sucia (años 70 del siglo pasado) han sido investigadas penalmente y sólo 20 de ellas elevadas a juicio…”. 20 señor lector, de cientos o miles de desapariciones en más de una década en México. Eso es impunidad.
Y desgraciadamente esta impunidad, esta maldad, este mal esté enquistado en todo el continente. La investigadora hace un espléndido recuento de casos violentos en Honduras (siempre aparece Honduras, aunque aquí los ensabanados Raúl Vera y Pedro Pantoja, los defienden con sus enaguas. ¿Alguien les puede creer cuando la Iglesia católica está tan desprestigiada en todo el mundo?), Colombia, El Salvador… reaparece el fantasma sembrado por el periodista Jon Lee Anderson: “Ustedes los periodistas mexicanos tienen que averiguar qué es lo que enmascara a la sociedad mexicana para encerrar en su seno tanta violencia… no es posible que tanta violencia y que criminales tan sádicos, tan imaginativamente sádicos hayan surgido de pronto en el panorama mexicano. Algo esconde la sociedad mexicana que lo fue incubando durante años y años”.
Los criminales “imaginativamente sádicos” siguen entre nosotros, son los que llegan de otras tierras a este terruño que mana trabajo y oportunidades de llegar a “ser alguien” en la vida. Es Francisco Jordán “N”, veracruzano él, quien destazó, mató y quemó a la señorita Gabriela, de apenas 23 años. No humano, sino una bestia. Pero esta bestialidad, esta violencia y maldad, insisto ¿se adquiere, o es nuestra herencia, un gen maldito? Un lector de esta saga en la ciudad de México, me envió un libro (autor Matt Ridley) y un análisis de la Fundación Nuffield, En esta exégesis se afirma que 50% de nuestra tendencia a la violencia, la define nuestro ADN. Sin duda entonces, nuestra educación, entorno, cultura y valores hacen el resto e inclinan la balanza.
LETRAS MINÚSCULAS
¿Quiere usted leer dos o tres libros violentos? Lea “Enrique V” y “Antonio y Cleopatra” de William Shakespeare. Lea “Don Quijote de la Mancha” y el más violento de todos, “Pinocho”.