- 06 mayo 2024
¿Por qué las hemos olvidado?
Lo malo del esplendor de sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695), es que opacaba al resto de las mujeres creadoras. Se sabe que sor Juana fue una música entusiasta, afecta a los villancicos, y teórica aguda. Fue también autora de un tratado musical llamado El caracol, hasta hoy perdido, como perdidas están las creadoras novohispanas a su lado.
La historiadora Josefina Muriel, en su Cultura femenina novohispana (unam, 2000) refiere a un Fray Alonso, autor de cierta obra en la que “...dedica varios capítulos a los conventos femeninos y a las vidas de sus notables moradoras.” Ahí el fraile habla de una Mariana de la Encarnación Herrera de Pedroza (1571-1657), segunda cronista del convento de San José de México, y “...música distinguida, siendo por muchos años directora de la escoleta monástica.” Más adelante el mismo fray Alonso, informa de Juana de Santa Catarina (1588-1633) como una monja que dejó a su convento “muchas obras musicales”. Sin embargo, no hay rastro de las partituras que confirmen sus composiciones.
Pero seguro que sí había interés en el cultivo femenino de la música, puesto que hacia 1683 fue fundado en México el Colegio de San Miguel de Belem, albergue y escuela de música para niñas. A seis años de su apertura, egresó a 20 “profesas de música”.
Y hay otra compositora entre brumas. Se sabe de ella a través del libro La música con faldas (Luzam, 2010), de Fernando Diez de Urdanivia. Él consigna que, en 1804, Agustina Velázquez, Marquesa de Vivanco, dio a la imprenta un “Quaderno” de una María Guadalupe. De ella solo se dice que escribió un minué para piano a cuatro manos. Fin.
Al llegar el siglo XIX, y con él la prensa, el correo por cordilleras, y los viajes en diligencia, se conoció un poco más la obra musical femenina. De esa época es la compositora María Garfias (1849-1918) autora de la plegaria orquestal Dios salve a la nación, la Marcha fúnebre Altamirano, y el himno para orquesta ¡A Zaragoza, gloria! También pasa lista “...la descollante Guadalupe Olmedo”, discípula de Cenobio Paniagua y de Melesio Morales, quien, según Fernando Carrasco, en María Garfias (1849-1918). Una fugaz presencia de la música mexicana decimonónica. (muiscologicasera, 2018): “...ofreció recitales de piano ante la sociedad aristócrata de la ciudad de México durante el imperio de Maximiliano.”
Imposible olvidar a Ángela Peralta (1845-1883), más conocida como soprano, la primera mexicana en cantar en La Scala, donde le decían “Angelica di voce e di nome.” ¡Ay estos italianos tan coquetos! Ella también fue compositora de muchas luces, y como ejemplo está el Álbum de composiciones de Ángela Peralta, de 1875.
Delfina Mancera y Pérez (1854-1926), autora de una regia cuan delicada Misa en Mi bemol, para coro de niños, tenores, barítonos y bajos. Además, pianista de altos vuelos. Ocupó la plaza de solista de la Orquesta Sinfónica del Conservatorio, con la que estrenó en México el Concierto para piano en sol de Félix Mendelssohn, en 1875. Encima de eso, fue maestra de contrapunto y composición en el Conservatorio, donde escribió un tratado de contrapunto y fuga.
Y vámonos rapidito que el tiempo apremia. Clotilde Crombe (1845- 1901), autora de la polka mazurka Los patinadores: Sofía Cancino (1897-1982) escribió cuatro óperas, el poema sinfónico Gallo en Pátzcuaro, un cuarteto y piezas para piano. De las últimas compositoras nacidas en el XIX y fallecidas en el XX, están dos. Julia Alonso (1875-1965), discípula de Julián Carrillo, y autora de la ópera Tonantzin.
María Teresa Prieto (1896-1982) merece unas líneas aparta por ser la primera mujer que se atrevió a experimentar con la dodecafonía y la atonalidad libre. Sus primeras obras aun observan el canon, como la Sinfonía núm. 3, de la Danza prima (1951), y la Sinfonía núm. 4, Cantabile (1955). Pero antes ya había iniciado la experimentación, con obras como el poema sinfónico Chichén Itzá (1943), hasta su más avanzado trabajo dodecafónico El valle de México (1967)
Todo este trabajo musical femenino, amplio, pleno de creatividad, compite y a veces rebasa al trabajo masculino, siempre dueño del escenario. Y la pregunta sigue en el aire ¿Por qué las hemos olvidado? Habrá que revisar con mayor detenimiento el trabajo portentoso de los sellos discográficos Quindecim Recordings, y Luzam, mexicanos los dos, para descubrir la belleza de las primeras compositoras mexicanas. En una siguiente entrega se hablará de las compositoras actuales.
Encuesta Vanguardia
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