Postales y preguntas sobre la crisis migratoria en la frontera coahuilense
Un bebé llora porque no quiere cruzar el río Bravo con dirección a Estados Unidos. Un mexicano lo toma y ayuda al padre haitiano a cruzarlo. Otros, con sus moquitos de fuera, se agarran de los brazos de su padre para cruzar el río. Otro pequeño es colocado en una caja para ser empujado hasta llegar a suelo estadounidense.
Dos niños solos. Uno está en el asiento trasero de un coche de una familia acuñense. Con los ojos saltones devora una pieza de pollo. El hermano lo vigila y cuida. No quiere comer y le da prioridad a su hermanito. Los dos fueron dejados por su padre al cuidado de una familia mexicana en Acuña, mientras él regresaba al Puente Internacional en Del Rio por su esposa y un tercer hijo. Regresó mojado y agradecido.
“Foto, foto”, gritaron unos niños cuando pasé delante de sus columpios en el campamento del parque Braulio Fernández. Clic. Clic. “A ver, a ver”. Vieron la fotografía, se rieron y regresaron a columpiarse.
Un niño haitiano de unos tres años, con una pizza en una mano, conduce un carrito de juguete con una sonrisa que no le cabe en su pequeño rostro. Se cae del carrito, llora y no suelta la pizza. Su hermano menor de poco más de un año, aprovecha el percance y ahora es él quien conduce el carrito.
Un menor haitiano toma el timón de un carrito de paletas de hielo y bolis. El paletero lo deja conducirlo. El niño está feliz, no quiere soltar el carrito por más que su mamá se lo pide.
Un niño haitiano, sin ropa, está parado sobre un cartón mientras su mamá, con un vaso de unicel, le echa agua para bañarlo.
Una niña haitiana, sentada, mira hacia arriba y extiende la mano para ofrecerme una palomita. Le digo que no, pero con una mirada hermosa me insiste.
Unas jovencitas haitianas de unos nueve o 10 años, saltan la cuerda.
Esa inocencia y sonrisas suceden mientras en el mundo de adultos, los hombres y mujeres se forman para recibir un plato de comida o agua; alguna ropa o pañales. En el mundo de adultos, los hombres se reúnen alrededor de contactos para cargar sus celulares como si hubieran descubierto el fuego.
En este mundo de migrantes, los hombres y mujeres cruzan un río mientras cargan a los hombros cajas de comida o bolsas con agua; se agarran de una soga mientras el agua les llega al pecho; hablan por teléfono para recibir la noticia de que sus familias y amigos están siendo deportados. En este mundo de migrantes la casa se convierte en una tienda de campaña, una mochila, cobijas o un hule extendido y amarrado de los árboles. En este mundo de migrantes, un juego de futbol llanero se disputa como el último de sus vidas.
AL TIRO
A finales de esta semana, los casi 14 mil migrantes haitianos que llegaron a la frontera de Acuña-Del Rio terminaron por diluirse. Los que quedaron en suelo estadounidense fueron deportados. Del lado mexicano el campamento que se levantó en el parque Braulio Fernández también se dispersó. Migrantes fueron enviados a una estancia que habilitó el Instituto Nacional de Migración (INM) en un sitio de Acuña. Los que llegaron ahí, serán enviados a Tapachula, Chiapas, para seguir o iniciar con su proceso de estancia legal.
En la semana, el canciller Marcelo Ebrard y el comisionado del INM, Francisco Garduño, aseguraron que los migrantes fueron engañados con poder entrar a Estados Unidos. ¿Pero quién los engañó? ¿De dónde recibieron información falsa? ¿Quién se las dio? ¿Cuál es la razón? Hasta el momento nadie ha respondido.
El gobernador Miguel Riquelme refirió que fueron engañados por la delincuencia organizada. ¿La delincuencia organizada de dónde? ¿De Sudamérica? Pues la mayoría provenía de Chile. ¿Delincuencia organizada del sur del País? ¿Del centro? ¿De Coahuila? ¿Cómo puede la delincuencia organizada cooptar a 14 mil migrantes sin que ninguna autoridad lo impida?
Al final pareciera que hay más preguntas que respuestas. Y todas esas postales retratadas en la pequeña frontera de Acuña se trasladarán a otro sitio, quizás otro país. Y allí seguirán, deambulando en busca de un hogar, de una patria, de trabajo, de una vida mejor.