Salud mental: el reto post-pandemia del que nadie está hablando
Esta semana un estudiante de medicina de la UNAM se tiró de un edificio al vacío y murió instantáneamente. Se suicidó. Cuando lo leí, se me erizó la piel y tuve que volver a leerlo para entender bien (otra vez) lo que había pasado. Parecía escena de una película, no creía que realmente hubiera pasado dentro de una universidad, en donde se viven (se supone) los sueños y es el lugar perfecto para construir todos aquellos que anhelamos con el alma.
Esto no es nuevo, antes de la pandemia, un estudiante en el Tec de Monterrey, Campus Monterrey, también se suicidó. Y si empiezas a poner en cualquier buscador de internet vas a encontrar muchas más historias de las que te imaginas. Vamos a ponerle números a esto. En el 2020 (el año de la pandemia) la tasa de suicidios de jóvenes de entre 18 y 29 años fue del 10.7 por ciento, seguida por niñas de 10 a 19 años con 7 por ciento. En resumen, las y los jóvenes y las niñas son las más vulnerables respecto a este tema.
En México, el 17 por ciento de las personas presenta al menos un trastorno mental, y una de cada cuatro lo padecerá como mínimo una vez en su vida. Cuatro. La Organización Mundial de la Salud aseguró en el 2020 que la depresión era la segunda causa de discapacidad en el mundo, y sería la primera en países en desarrollo, como México, en los próximos 10 años. Esto quiere decir que es un problema que va en aumento.
¿Qué estamos haciendo en México, entonces? Nada.
Solamente el dos por ciento del total de presupuesto en salud, se destina para salud mental. De los cuales, el 80 por ciento (de ese dos por ciento) se gasta en operación (sueldos, rentas, servicios administrativos, etc.), es decir, queda nada para investigación y/o atención de la salud mental.
Aunado a todo esto, el tema de salud mental sigue siendo tabú en México. Empezando porque se denigra la actividad de los profesionales de la salud mental. Yo sigo escuchando comentarios como: “para qué vas al psicólogo, eso es para loquitos”, “vete a tomar un café o una copa con amigas y asunto arreglado”, “yo no creo eso de ir a terapia, no sirve”; a eso súmale la incapacidad económica de muchas familias de acceder a servicios de salud mental. Hablemos de que la mitad de la población en México vive en algún tipo de pobreza, con casi el ocho por ciento de inflación de este año, es totalmente inviable a que las familias destinen un presupuesto para atención de trastornos mentales cuando no pueden ejercer sus derechos básicos y/o acceder a la canasta básica completa.
Les toca a las autoridades federales, estatales y locales incorporar acciones preventivas, tanto para la detección como para la atención. A nosotros, como sociedad, tenemos que empezar a hablar sin tabú, sin miedo, sin prejuicios sobre salud mental y sus consecuencias cuando no es atendida como se debe.
Tenemos que normalizar la prevención y la atención a los trastornos mentales como cuando hablamos de enfermedades físicas. Los seres humanos somos complejos y vulnerables en todas las facetas de nuestra vida. Tenemos que ser más sensibles y responsables de nuestro propio cuidado y de los que están cerca de nosotros. El suicidio está más cerca de lo que muchas veces pensamos, estemos atentos, lo podemos evitar todas y todos si percibimos las señales y actuamos en consecuencia. #CiudadanosdeTiempoCompleto.