Ser o tener, sigue siendo la cuestión
En mayor o en menor medida todos aparentamos, defraudamos, mentimos o creamos mundos alternos en relación a lo que somos y lo que quisiéramos ser o tener. Finalmente, por estos tiempos el ser humano ha fincado el propósito de su vida más en el ser que en el tener. Es lo que nos propone Shonda Rhimes en un artículo publicado por Jessica Pressler en New York Magazine y lo
ha puesto en la pantalla bajo el nombre de “Inventando a Ana”, seguramente algunos de ustedes ya lo vieron o están por ver.
No sé bien, en la lógica de Arquímedes, si la sociedad es un reflejo del hombre o el hombre de la sociedad y sus exigencias. Una vez más, volvamos platónicos con la idea de que no existen sociedades injustas, existen seres humanos injustos. Dicha serie, proyectada por Netflix, nos pone en perspectiva la lucha entre el yo aspiracional y el yo real de Anna Delvey o Anna Sorokin.
A los especialistas o críticos de series, televisión o cine les interesa, por supuesto, la temática, que por estos tiempos reflejan de una manera concreta independientemente de los excesos o no de la producción de la serie, del guion o las actuaciones, a pesar de que es una historia de la vida real. Rebotarnos en la nariz de qué estamos hechos o cuáles son nuestras malas prácticas no está en el lente y fondo de quienes producen estas series, sino en el afán de las grandes ganancias que deja el morbo y los estilos de vida fastuosos y de consumo a los que a muchos les importa acceder. Como bien lo sabe, lo que a nosotros compete es realizar un análisis de lo que refleja la historia desde la perspectiva social.
Sin ser spoiler, más bien reseña: Ana Sorokin, una hija de emigrantes rusos radicados en un pueblo de Alemania, en su afán de ser quien no es, porque no le interesa saberlo, pero sí en su afán de tener −por las carencias que tuvo, su ascendencia y el temperamento que la condiciona− se convierte bajo la repetida frase “en un momento le hago una transferencia” en una defraudadora profesional engañando a una buena parte de la élite neoyorkina afirmando ser
una heredera europea que tiene todo el dinero del mundo para invertir. Por supuesto, Anna entretejió una buena serie de relaciones para poder situarse en el lugar donde desplegó todos sus objetivos.
La periodista que le sigue la huella, en un anhelo de “investigación” por el derroche de gastos, una vez que la contacta le lanza la pregunta: ¿Quién es Ana Sorokin? Misma pregunta que ha resonado desde que el ser humano está en esta tierra y que al momento pocos han logrado responder.
La historia nos muestra el porqué de la crítica de escritores como el español Enrique Rojas con “El Hombre Light”; la idea de “La modernidad Líquida” de Zygmunt Bauman; “La Sociedad del Cansancio” de Byung-Chul Han o “El Sublime Objeto de la Ideología” de Slavoj Zizek, que reflejan, desde su visión, el estado que guarda en tiempos modernos la vida humana. Ser versus tener y la cultura del éxito como clave de interpretación.
En síntesis, las actitudes de Anna son las actitudes del formato de ser humano que hoy la sociedad de mercado nos propone. Individualismo, consumo, dinero fácil, diversión permanente, lujos, excesos, viajes, comidas, grandes hoteles, destinos turísticos de moda, el desgaste de la vida y el impacto del alcohol,
la exhibición permanente de las vidas en las redes sociales que no es exclusivo de los llamados millennials, es lo que nos pone en perspectiva la productora de la serie.
Al viejo estilo de Fuente Ovejuna, en la parte final de la serie y una vez que la periodista resuelve “¿quién es Anna Delvey?”, esa es la pregunta. Las estafas, los robos, los desfalcos, los cheques falsos, los préstamos liquidados desde empresas fantasmas enmarcados en la búsqueda de la creación de una fundación, la voracidad de quienes ven en ella la forma de hacer negocio y la promesa de las transferencias que nunca llegan, dan un aire de inocencia y de responsabilidad compartida. La trama y el final quedan de su parte.
Sin lugar a dudas, todos podemos mentir, defraudar, aparentar o crear mundos alternos. A lo que no tenemos derecho es a cancelar la posible realización que nos impide nuestra forma de pensar. Periodistas, revistas, editores, inversionistas, abogados y amigos buscaron como ella el beneficio, independientemente del otro. De una cosa estoy seguro, no se puede defender lo indefendible. La voracidad y el afán desmedido de poseer nos tienen contra la pared, socialmente, desde hace tiempo.
La idea de que todos aparentamos, defraudamos, mentimos o creamos mundos alternos, en relación a lo que somos o lo que quisiéramos ser, es un asunto personal. Buscar nuestra autorrealización, lo deberíamos de tener en perspectiva. Lo cierto es que atentar contra el otro para beneficiarse de las inconsistencias sociales y de los recovecos legales, son un tema que sigue vigente en una sociedad líquida, light y del cansancio, como es en la que vivimos. Algo está claro, sin ser maniqueo; lo malo siempre será malo aunque todos lo practiquen, y lo bueno siempre será bueno aunque nadie lo practique. Así las cosas.
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