¿Todo cambia?
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Hay una canción interpretada por Mercedes Sosa y que asegura que en este mundo todo cambia. Cambian las plantas al llegar el invierno, y el sol cuando se asoma la luna. Cambia el hombre al pasar los años, y también la forma de pensar de una época a otra. Todo cambia. No hay duda. Pero si me preguntaran por algo que a lo largo de la historia se ha visto libre de cualquier mutación, inmediatamente nombraría a la mujer y a México.
Por fortuna la mujer no ha cambiado. Tal como en su tiempo lo dijo Agustín Lara, las mujeres tienen todavía “la divina magia de un atardecer y la maravilla de la inspiración”. Siguen siendo los seres en donde podemos aprender lo que significan la ternura, el verdadero amor y el sacrificio total por aquellos que en su vientre crecieron. Puede sonar un poco cursi, y aunque tal vez algunos no estén de acuerdo conmigo, estoy convencido que no hay en el mundo nada mejor que una mujer, excepto otra mujer.
Sin duda alguna, es una bendición que la mujer haya permanecido igual a lo largo de la historia, pero podría calificarse como una desgracia que México continúe siendo el mismo.
Aunque López Obrador presuma que las cosas estén cambiando en nuestro País, y asegure que nadie puede detener esa transformación, los hechos demuestran lo contrario. Todavía reina la corrupción, el presidencialismo continúa luego de más de siete décadas gobernadas por el PRI, y se sigue jugando con la esperanza de conocer un México mejor.
Andrés Manuel López Obrador improvisó durante su campaña cientos de promesas, entre las que recuerdo su compromiso de vender el avión que no tiene ni Obama (a la fecha no ha podido venderlo, ni mucho menos rifarlo); prometió también no militarizar al país (jajajajaja); aseguró que ya no habría gasolinazos (hoy el litro de Magna vale 14% más que cuando AMLO asumió el poder); prometió salud para todos a través del Insabi (al día de hoy todavía no cuentan con medicamentos los niños con cáncer, personas de la tercera edad, enfermos por diabetes, daños renales, hipertensos, y muchos más); prometió seguridad (ya mejor ni digo nada).
Mención aparte merece la promesa de López Obrador de combatir la pobreza. “Por el bien de todos, primero los pobres”, decía en tiempos de proselitismo. Ahora, a más de tres años de haber comenzado su sexenio, puedo darme cuenta de que nuestro Presidente confundió completamente su compromiso inicial, pues más bien parece que con sus acciones está combatiendo a los pobres.
Son lamentables las condiciones en las que viven miles de mexicanos. La vida de muchos se ve reducida al anhelo diario de conseguir algo para comer, sin pensar siquiera en la posibilidad de tener un futuro menos cruel. La cifra de niños que crecen con la mano extendida en busca de unas pocas monedas para sobrevivir es enorme. ¿Esto es primero los pobres? Ahora cada vez hay más mexicanos que se integraron a ese grupo social por la pérdida de empleos y de oportunidades que van más allá de una dádiva que sólo busca asegurar triunfos electorales y no un cambio sustancial para ellos.
Nuestros gobernantes han pensado que ayudar a los pobres significa darles lo que necesitan para ser felices en ese momento, por ejemplo, una despensa, una beca mensual o unas cobijas. Si en realidad quieren ayudar a los pobres, tienen que otorgarles herramientas para que ellos mismos mejoren su vida, tales como educación y trabajo.
Si yo fuera gobernante, mi prioridad sería lograr un beneficio a largo plazo y no aplicar parches que sólo pretendan asegurar el futuro político del partido y no el de los mexicanos.
Para todos los funcionarios públicos que lo ignoren, gobernar significa rectificar. Si en su trabajo diario nuestros gobernantes tomaran en cuenta esta simple definición, nuestra historia sería muy distinta. Es triste que existan presidentes o gobernadores, que hacen hasta lo imposible para que nada cambie y sobre todo, para seguir teniendo por muchos años más el país que a ellos les conviene: un México pobre e ignorante.
aquientrenosvanguardia
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