Tradiciones rotas
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Ahora que veo las publicaciones del regreso a clases y una que otra graduación tardía, me pongo a pensar en las razones del porqué nunca fui a mis graduaciones de primaria, secundaria, prepa y posgrado.
Solamente asistí a la de ingeniería, y tampoco sé porqué me obsesioné con dar el discurso de generación. La secretaria académica me dijo que no se podía, que eso le correspondía al primer lugar de aprovechamiento, que ooooobviamente no era yo (tampoco sé porqué decidí estudiar Metalurgia cuando siempre quise entrar a Letras, pero bueno, ya qué).
Traté de dialogar con la maestra, decirle que era justo que los alumnos decidieran quién iba a pronunciar el discurso a nombre de la generación, pero ella estaba firme en su postura y reiteró que la tradición debía respetarse. Pensé que debía terminar con esas costumbres anquilosadas y, aprovechando que me llevaba muy bien con mis compañeros de ambos turnos, me puse a reunir firmas para apoyar mi intención de dar el discurso (les digo, no entiendo la obsesión). El único que no firmó fue el compañero al que le tocaba darlo, claro está.
Le presenté la lista a la directora y ella me dijo lo mismo, que había una tradición que no se debía romper.
Fui a la graduación porque ya había pagado la renta de la toga y porque Madre me dijo que me iban a ver como el niño inmaduro que hace rabietas cuando no logra lo que quiere.
En el evento todo era formalidad; había funcionarios y directores de otras facultades, se notaba la organización y el protocolo establecido. Luego del discurso del “primer lugar de la generación”, mis compañeros me empezaron a persuadir a que subiera el escenario, tomara el micrófono de forma arbitraria y rompiera con el orden del día para dar mi discurso en contra de lo que ya me había advertido la directora.
¿Cómo creen que voy a hacer eso? Les dije.
Pues mis compañeros empezaron a corear mi nombre, interrumpieron a la maestra de ceremonias y, cómo fregados que no, me subí al escenario y pedí el micrófono. Ya ni recuerdo lo que dije, solo que le tiré una indirecta a un maestro que nos había reprobado a mi amiga y a mí (pensé que había sido discreto pero el profesor se supo aludido y soltó una carcajada; la maestra que estaba a su lado lo señaló diciendo: es él, se refiere a él, para que todos los asistentes supieran la referencia y aquello no quedara en un chiste local). Todo quedó grabado en un video que ya se perdió, pero aquí están las palabras para revivir el momento.
Ahora que lo veo a la distancia, me siento algo apenado con las personas encargadas de la ceremonia, pero bueno, trabajaban con jóvenes y ya sabían de sobra que nunca falta el morro que no entiende de razones y termina haciendo lo que quiere. Ustedes no sean así, chavos.
Encuesta Vanguardia
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