The Winery Dogs, 45 up
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La fila es aduana norteamericana. Extenuante, larga y lenta. Entrar y ver a The Winery Dogs, a Mike Portnoy, Billy Sheehan y Richie Kotzen, vale la pena el visado
La fila es aduana norteamericana. Extenuante, larga y lenta. Entrar y ver a The Winery Dogs, a Mike Portnoy, Billy Sheehan y Richie Kotzen, vale la pena el visado.
En época de vacas flacas, gangosos escuálidos hablando de drogas, escenas rudas en la universidad de la vida, las giras de maestros, virtuosos en sus instrumentos, viene a cuentagotas.
Al escenario principal del Café Iguana apenas le caben seiscientas personas, habémos más.
Bandas abridoras vienen, bandas abridoras van. El platillo fuerte a las 21:30 horas llega con Gaslight.
A Billy el staff, por encima del combo del bajo, la cerveza fría y la botella de whisky. Para Richie solo agua.
Algo en el audio molesta a Mike Portnoy. Mayor volumen en uno de los canales de salida. Discute con los invisibles. La gente detrás del escenario conoce el temperamento del notorio baterista.
Xanadu, Captain Love, Hot Streak, Desire, Breakthrough, Time Machine, Stars, Damaged, Mad World, el Drum Solo, The Other Side el Bass Solo, The Red Wine, I’m No Angel, Oblivion.
Para el Encore, Regret y Elevate.
Mike, Billy y Richie, cumplieron con sus eventos en México. Regresarán. Seguro. Con Mr. Big, Dream Theatre, Dee Snider o cualquier otro músico.
Entre las partículas de luz, se filtra el comentario. Todos somos mayores de 45. Nadie fuma mariguana. Ahora se la untan para las reumas. Tiene razón. Dos cervezas, The winery dogs y a dormir. Hoy continuará rodando el mundo. Excepto, para celebrar el día de las madres en nuestro país. Los locales de alimentos abarrotados y el coraje del mal servicio. Caro, malo y feo.