Vladimir Putin, del KGB al poder permanente
COMPARTIR
TEMAS
Moscú.- Ex espía y luego funcionario antes de ser presidente, Vladimir Putin, ratificado este jueves como primer ministro de su sucesor y colaborador Dimitri Medvedev, fortaleció a Rusia en los últimos ocho años al precio de una guerra en Chechenia y actitudes autoritarias.
Ahora es Primer ministro, pero dotado de grandes poderes, según un plan preparado por él mismo, pues la Constitución no lo autorizaba a candidatizarse para un tercer período consecutivo.
Por eso escogió como sucesor a su joven primer viceprimer ministro, elegido ampliamente el 2 de marzo pasado sin verdadera competencia, y luego aceptó ser su Primer ministro y, para aumentar su poder, tomó el liderazgo del Partido Rusia Unida, que controla al Parlamento.
Cuando Putin llegó al poder Rusia era otro país, sinónimo para los occidentales de grave crisis económica, de omnipresencia de las mafias y de un envejecido Boris Yeltsin.
Ahora es la Rusia de los petrodólares, de las ambiciones recobradas, pero también del enfrentamiento con Occidente.
Los años Putin son también los del retorno al primer plano de las "estructuras de fuerza", el otro nombre de los agentes del KGB y de los oficiales de las fuerzas armadas, de los cuales Putin era el jefe cuando fue escogido en 1999 por Boris Yeltsin para que le sucediera.
Vladimir Putin nació en San Petersburgo (ex Leningrado), el 7 de octubre de 1952 en el seno de una familia obrera.
Su abuelo era un cocinero que trabajó para Lenin y Stalin, y sobrevivió esos años turbulentos, lo que supone que fue totalmente fiel al liderazgo soviético.
Estudió derecho y se casó con una ex azafata, Lyudmila, con quien tiene dos hijas. Ingresó en los servicios de contraespionaje, a los 23 años. Luego pasó a los servicios de inteligencia exterior y en 1985 partió hacia Alemania del este, donde permaneció cinco años.
Los años en que el presidente ruso sirvió en el KGB contienen aún zonas oscuras y cuando habla de ellos, Putin se empeña en banalizar las actividades de los servicios que hicieron reinar el terror en la época soviética.
Putin volvió de Alemania del Este en 1990 y se convirtió en asistente del rector de la Universidad de San Petersburgo, encargándose de las relaciones internacionales de la institución.
En agosto de 1991 renunció al KGB, en pleno golpe contra el presidente Mijail Gorbachov, sin abandonar, por ello su afiliación al Partido Comunista. Tras el derrumbe de la URSS a fines de 1991, Putin desempeñó actividades más acordes con la nueva Rusia, trabajando en la municipalidad de San Petersburgo.
Tras la derrota del alcalde Anatoli Sobchak en las municipales de 1996, Putin abandonó San Petersburgo rumbo a la administración presidencial en Moscú, a petición de Pavel Borodin, ex intendente del Kremlin, que luego fue involucrado en un escándalo de lavado de dinero en Suiza.
En julio de 1998, Boris Yeltsin lo nombró jefe del FSB (ex KGB) y en marzo de 1999 le ofreció el puesto de secretario del Consejo de Seguridad. El 9 de agosto se convirtió en primer ministro, tras la destitución de Serguei Stepachin.
La invasión de las tropas federales rusas en octubre de 1999 a Chechenia, tras una serie de atentados atribuidos a los independentistas chechenos, contribuyó a realzar la popularidad del joven primer ministro.
Presentándose como un hombre fuerte, deportivo, lanzando declaraciones provocadoras --como "hay que perseguir a los terroristas hasta en las letrinas"-- Putin conquista a la opinión rusa. Ocho años más tarde esta popularidad sigue siendo algo clave.
Cuando Yeltsin le anunció poco antes del 31 de diciembre de 1999 su intención de renunciar al poder y confiarle las riendas del país, Putin afirma que le respondió: "Francamente, no sé si estoy preparado, ni si lo deseo, pues es un destino pesado".
Sin embargo, ese día se convirtió en presidente interino, y el 26 de marzo 2000 fue electo como presidente, con 52,94% de los sufragios. Desde entonces, Putin ha consolidado su poder a niveles jamás vistos desde la era soviética.
La guerra en Chechenia y sus consecuencias empañan su balance como presidente. En octubre de 2002 la toma de rehenes del Teatro de la Dubrovka de Moscú se saldó con la muerte de 130 personas. En septiembre de 2004, la ocupación de la escuela Nº 1 de Beslan, en el Cáucaso ruso, terminó con la muerte de 332 personas, entre ellas 186 niños.
En cada ocasión el presidente ha sido criticado por su lentitud en reaccionar o su negativa a negociar.
No obstante a la hora de volverse Primer ministro, predomina su imagen de jefe de Estado enérgico, capaz de enfrentarse a Occidente y de decir en voz alta lo que los rusos quieren oír.