Amor y tragedia
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Ella era hermosa, inteligente y rica. Y él era apuesto, de noble cuna y de familia acomodada. Se iban a casar. Pocos días antes de la boda el novio, coronel Juan Espinosa y Gorostiza, recibió orden de salir de la ciudad de México a cumplir un encargo militar.
El coronel tenía un amigo entrañable a quien veía como hermano, el coronel Arancivia. A él encargó que durante su ausencia visitara la casa de su novia, de modo que estuviese pendiente de lo que ella pudiera necesitar, y que con su amistoso trato le hiciera menos penosa la ausencia de su prometido.
Cumplió el encargo de su amigo el coronel Arancivia. Asistía a las tertulias en que los padres de la muchacha recibían a sus amistades y las agasajaban. Fue en una de esas tertulias que el coronel, inadvertidamente y sin otro propósito que embromar a la muchacha, hizo una frase sin importancia alguna, hecha solamente para reir.
Dijo que su amigo, el coronel Espinosa, había salido de la ciudad de México por temor a los rebeldes que en ese tiempo amenazaban tomar la capital.
No faltan nunca almas mezquinas que todo lo tuercen y lo envenenan todo. Una de esas personas ruines escuchó aquel gracejo y lo guardó con perversa intención.
Cuando llegó Espinosa lo buscó, y con palabras aviesas le comunicó lo que frente a su novia había dicho su amigo, al que tildó de desleal y calumniador. Aquel intrigante puso su veneno en el ánimo del novio, sembró en él celos y rabia. Tales cosas le dijo que el coronel Gorostiza se sintió ofendido en su honor y buscó a su amigo exigiéndole con palabras violentas una explicación.
Arancivia, que era amigo bueno y caballero, expresó sus disculpas; manifestó lo que era la verdad, que nunca tuvo ánimo de ofensa; puso por testigos del hecho a señores y damas respetables; invocó su vieja amistad. Todo fue en vano: Espinosa estaba loco de ira, y a más de agraviar a su amigo con duras expresiones lo retó a duelo, exigiéndole, si no quería la deshonra, acudir a lo que se llamaba “el campo del honor”.
Así forzado, el coronel Arancivia no tuvo más remedio que aceptar. Era diestro espadachín, y al defender su vida de las acometidas ciegas de su rival, en uno de esos ataques Espinosa fue a clavarse en la espada de su antes amigo, que le partió el corazón. Llorando, el coronel Arancivia abrazó el cadáver del desventurado amigo que buscó la muerte cuando apenas su vida comenzaba.
¿Por qué narro esta historia? Porque algo tiene que ver con Saltillo. Juan Espinosa y Gorostiza fue el primer gran amor de Rosario de la Peña, y ella el amor imposible de Manuel Acuña. Desde la muerte de su prometido un sino trágico va a señalar todos los amores de aquella mujer apasionada que amó mucho, pero que no alcanzó nunca la felicidad.