Saltillo: Demos una caminata al pasado por la calle Juárez, para empaparnos de historia
Apacible y cotidiana, esta vía citadina albergó a gente importante y fue sede de curiosas anécdotas que dibujan una singular manera de ver la vida
En la calle de Juárez hacia el oriente de Saltillo, han vivido importantes personajes y guarda entrañables recuerdos, muchos de ellos desvanecidos por el paso del tiempo. Antiguamente esta importante vía fue llamada calle de la Parroquia y hacia el oriente, calle del Campo Santo.
Iniciamos nuestro recorrido por la esquina nororiente de la calle de Juárez y Bravo. Hace más de 50 años, recuerdo que estuvo establecido un modesto negocio de dulces, por el lado de la calle Juárez, a lo alto colgaba un letrero de Coca Cola, ahí con letras verdes se podía leer el refinado nombre de San Luis Inn, conocido por los niños de la época como el San Luisito, fue de los pocos lugares de Saltillo donde podían comprarse dulces americanos, las golosinas importadas de Estados Unidos, bueno, seguramente eran traídas como fayuca de Laredo, Texas.
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El comercio lo regenteaba un matrimonio de avanzada edad, después de misa de 12 de Catedral, la costumbre obligada era ir a comprar aquellas delicias. Se me viene a la mente la señora que despachaba, su cara seria y con el ceño un poco fruncido, denotaba cierto carácter fuerte, al entrar a la tienda tenía uno que tomar una pequeña cesta para poner los dulces que se iban a comprar, después por lo regular la misma señora hacía la cuenta para luego cobrar, el marido siempre vigilante detrás de una vitrina miraba a los clientes para evitar hurtos.
Los dulces de aquellos años no eran muy diferentes a los de ahora, recuerdo unos en particular, eran unas enormes píldoras de colores muy llamativos de la marca Brach’s, los llamábamos pastillones, polvo comprimido de sabor ácido, dejaban la lengua pintada de color púrpura por el resto de la dominical tarde, al poco tiempo terminaron por cansarme. Mis preferidos, además más baratos que los dulces gringos, eran los típicos jamoncillos, pequeños trozos de dulce de leche con canela, el costo, ríase usted, cincuenta centavos de aquellos.
En lo que fue el San Luisito, hoy funciona un puesto de gorditas. Enfrente existen un par de elegantes residencias que datan de los años 40 del siglo pasado, en una de ellas, en la esquina existe hoy una cafetería. En esa casa funcionó un despacho de abogados especializados en materia laboral. Ahí vivió el licenciado Baltasar Cavazos Flores, contigua a ésta hay una imponente construcción de dos plantas, sobresale y llama poderosamente la atención el almohadillado de su fachada, siendo quizá una de las casas que mejor tengan ese acabado. Actualmente se usa como oficinas de reclutamiento de una empresa constructora de tractocamiones. Los antiguos moradores de esta propiedad fueron los señores Miguel Cavazos y posteriormente fue la residencia de Rodolfo Garza Amaya
Pasos más hacia el oriente, en la acera de enfrente, en la casa marcada con el número 245 vivió el doctor Marcelo Valdés Muriel, en esta casa el 10 de junio de 1959 murió su padre, el doctor Jesús Valdés Sánchez, quien fuera Gobernador del Estado de 1933 a 1937, diputado local y director del Ateneo Fuente, catedrático de la Escuela Normal Superior y la Escuela Superior de Agricultura Antonio Narro; en su fructífera vida el doctor Valdés Sánchez cosechó el respeto y cariño de la gente.
A unas casas con rumbo al oriente, estuvo la residencia de monseñor José María García Siller, título otorgado por su Santidad el Papa Juan 23.
CENTRO DE LAS LETRAS
En la casa número 319, a unos meses de terminar su administración, el gobernador Enrique Martínez abrió el Centro de las Letras Oscar Flores Tapia, meses después que llegó el Gobernador que sucedió a Martínez, el centro cultural de manera sorpresiva fue cerrado, así permaneció por años, recientemente es utilizado por el departamento de literatura de la Secretaría de Cultura, sin embargo el propósito original con el cual se creó el Centro de las Letras no se ha cumplido, en este sitio se encuentra la valiosa biblioteca del Gobernador, que lleva el nombre del desaprovechado centro.
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La propiedad contigua, Juárez 361, fue heredada a las hermanas Figueroa por familiares de su madre, su tía política, la señora Dolores Santos de García Letona viuda de Ruperto García Letona, hoy el inmueble está habilitado para la Escuela de Danza del Estado de Coahuila.
Justo enfrente, en la casa de Juárez 352, acera sur, existe la que tal vez sea la típica casa saltillense de tiempos pasados, hace algunos años ahí estuvo el despacho de mi cuñado el licenciado Eduardo Valdés Aguirre, tuve la oportunidad de visitarla muchas veces.
La casa es de adobe, la fachada está recubierta de ladrillo, tiene finos detalles y adornos de cantera, a lo alto se aprecia un ojo de buey, altos ventanales con rejas de acero forjado y remates emplomados.
La puerta de lámina casi seguro fue reemplazada por una que debió ser de madera, los pisos eran de barro perfectamente tratados, zaguán o recibidor lleno de macetas con hermosas plantas, al centro un patio y un gran número de espaciosos cuartos, los techos de vigas, paredes gruesas, para que decir más, una verdadera joya.
Esta perteneció al licenciado Evelio H González Treviño, quien fue Presidente Municipal de Saltillo en el trienio 1946-1948. Ahora está en manos de los descendientes del licenciado González.
LA CASA DE LAS FIGUEROA
Abolengo e historia, sin duda es la señorial casa de las Figueroa. Al llegar a la esquina de Juárez con la calle General Cepeda estuvo la residencia de la familia del licenciado Hermenegildo Figueroa. En 1891, José María Garza Galán, gobernador del Estado y el licenciado Figueroa, suscribieron un contrato para dotar del servicio de luz eléctrica a la ciudad de Saltillo. Tres años más tarde, el 15 de agosto de 1894, se aprobó dicho contrato para prestar el servicio a la ciudad. En la actualidad funciona con bastante éxito el Museo Rubén Herrera dedicado a la memoria y resguardo de muchas obras del pintor Rubén Herrera y algunas pinturas de la que fue su esposa, la italiana Dora Scaccioni
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Extraigo importantes datos del libro digital, Museo Rubén Herrera del restaurador Eduardo Elizalde García: “Hermenegildo Figueroa y Sustaita, ocupó diversos cargos públicos, fue diputado, notario y empresario, su esposa María del Refugio García de Letona fue hija de Guadalupe López de Letona, descendiente del último virrey de la Nueva España, Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza López de Letona y Lasquetti. El suegro del licenciado Figueroa, el saltillense don Marcos García Ramos, también se destacó como abogado y empresario”.
Las hijas del matrimonio Figueroa García de Letona, las mellizas Rosa y Consuelo, quienes nunca se casaron, estudiaron en el Colegio de la Purísima, situado dos calles abajo de la casa en mención, institución religiosa, donde solo las hijas de las familias más pudientes podían ingresar. Los hijos varones, José y Gustavo Figueroa, atendieron clases como alumnos externos en el Colegio Diocesano de San Juan Nepomuceno y por último el ilustre miembro de la familia, el orador saltillense José María García de Letona, personaje que merece una investigación profunda.
En la parte de enfrente, sobre la pared de ladrillo de la construcción que está en General Cepeda y Juárez, está una centenaria placa de mármol, que dice lo siguiente: “El Gobierno del Estado dispone que se llame esta calle General Victoriano Cepeda, iniciativa del Gran Círculo de Obreros que lleva este nombre, 5 de mayo de 1916”.
Poco pasos adelante tuvo lugar seis años antes de imponerse el nombre a la calle de General Cepeda, un suceso que dio origen a una pícara anécdota del poeta y periodista, Jacobo M. Aguirre, se cuenta que cierto día el mencionado periodista iba caminando medio entonado, es decir con un par copas de más, tropezó y cayó de bruces, sentado, al tratar de reponerse del tropezón, compuso este verso: “Mientras sea presidente Díaz y gobernador De Valle, primero empiedran el cielo que esta maldita calle”. Dicha anécdota fue plasmada en una placa de Talavera colocada muy cerca donde tuvo lugar la caída del poeta y nacimiento de dicha frase.
Por ahora nuestros pies y la falta de espacio ya no dan para más, continuaremos nuestra caminata al pasado la próxima semana.
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