Cuarentena 17. La nueva normalidad (muy parecida a la anterior)
COMPARTIR
TEMAS
El doctor Gatell fue enfático y categórico, enérgico y concluyente, trágico y determinante (ya sueno como canción de Chava Flores):
-Doctor Gatell, ¿diría usted: deben entregarse al pánico?
-Yo diría que sí.
Miento. Eso ocurrió en el Multiverso Simpson. Pero en nuestra acre realidad, la cita textual es la siguiente:
DENISE MAERKER: … ¿Cuándo vamos a regresar a la normalidad…?
Dr. LÓPEZ-GATELL: Yo contestaría que lo más probable es que nunca.
FIN.
En la opinión del subsecretario, como especialista, nos adentramos a una era en la que las enfermedades emergentes replantearán nuestros modelos de convivencia.
¿Qué quiere decir esto? Que nunca volveremos a ser los mismos.
No importa que tengamos millones de años conviviendo con microorganismos que, pese a resultar letales para el hombre muchas de las veces, son parte integral de nuestra coexistencia como especie con el resto de la biodiversidad y esenciales para que nuestro sistema inmune también evolucione.
También yo creo que este evento nos ha alterado psíquicamente en lo colectivo, de manera irreversible y que dejará secuelas a una escala planetaria como ninguna guerra lo hizo jamás.
No es la primera vez que nuestros miedos se azuzan por una mano aparentemente invisible.
Después de la Segunda Guerra Mundial, en los albores de la Guerra Fría (que a ratos se ponía caliente) se desató la fiebre por los platillos voladores.
Los ovnis (“ufo” en inglés) no eran sino la sublimación del miedo que el occidente le tenía al recién formado Bloque Comunista del Este.
Este miedo de que llegaran los comunistas a desmadrar el american way of life se metaforizó en incontables ficciones de invasiones alienígenas, pero también de “reales” avistamientos: gente que aseguraba atisbar platos volantes surcando el cielo norteamericano.
Hoy se nos dice que el enemigo es precisamente esa fauna microscópica que derrotó a los marcianos de H.G. Wells: los microorganismos responsables de toda la galería de enfermedades que la humanidad arrastra desde el inicio de los tiempos, mismas para las que ya debería existir cura puntual, pero la ciencia tiene otras prioridades, como crear un suavizante de telas cuyo aroma floral permanezca más tiempo en nuestra ropa.
Otra frase inmortal del Multiverso Simpson:
“Yo sí estaba en onda, pero luego cambiaron la onda. Ahora la onda que traigo no es onda y la onda de onda me parece muy mala onda... ¡Y te va a pasar a ti!”.
Lo digo por si usted estaba apenas como que agarrándole el modo a la vieja normalidad, sepa que a partir de este año entra en vigor una nueva, que no es opcional sino “de a buevito”.
Y claro, siempre tendremos la opción de la disidencia, pero le advierto que el destino de los inadaptados es el repudio social y la “Casa de la Risa”, el “Sesame Street”, el “maniquiurs”.
Sin entrar en “conspiracionismos” (que para eso me pinto solo) y aun admitiendo que el COVID-19 sea el peor agente patógeno conocido por el hombre desde la Peste Negra y la Fiebre del Sábado por la Noche, la nueva normalidad arrojará como siempre ganadores y perdedores.
No creo necesitar recordarle que cada eventualidad va siempre en detrimento del hombre común, lo que invariablemente aprovecha su contraparte (que en inglés se conoce como “The Man”), esa entidad ambigua, pero real integrada por el triunvirato de poderes político, económico y mediático (caray, ya sueno como todo un conspiracionista profesional; en próximas entregas le voy a contar cómo todo lo del COVID-19 es una cortina de humo para no darnos cuenta de que nos cambiaron a la cantante Adele por una usurpadora más flaca).
En un ámbito más local y ranchero, a nuestro Gobierno comarcano ya le anda por reabrir la economía, echar a andar diversos giros comerciales en diferentes municipios, ello a pesar de que –en teoría– atravesamos por el momento más álgido de la pandemia. Muchos o pocos, significativo o no, hoy por hoy se registra el número de casos más alto, el pico histórico.
Eso no obsta para que cientos de comerciantes coahuilenses le esperen ya de puertas abiertas al guapachoso ritmo de: “¡Bienvenido! ¿Qué pasó? ¿Qué le doy? ¿Qué va a querer? ¿Qué va a llevar?”.
Ya sea por adoptar una postura que nos desmarque como entidad del Gobierno Federal o porque en realidad la autoridad no estima que el número de muertes y contagios justifique la parálisis económica, el caso es que ayer lunes inició una reapertura paulatina del comercio.
Claro, diversas dependencias “vigilarán” que los establecimientos observen distintas normas impuestas como medida preventiva, pues la pandemia no está superada y como dijo Gatell: “Eso de volver a la normalidad ya mejor ni lo cuenten…”.
Así que, nuevamente, bajo amenazas de multas y sanciones, la autoridad estará al pendiente de que el comercio cumpla con un nuevo manual de seguridad e higiene que algún genio tuvo a bien improvisar.
Esta nueva normalidad es precisamente a la que tanto me temía que llegásemos, una en la que la autoridad tenga una nueva excusa para extorsionar: la excusa de estar velando por la salud pública, siendo que dudosamente lo ha hecho en el pasado e incluso durante la actual cuarentena, las ordenanzas de cierre no se aplicaron igualitariamente, sino de manera discrecional, siempre haciéndose de la vista gorda con ciertos comerciantes y empresarios consentidos de la autoridad.
¡Bienvenidos entonces a la nueva normalidad, una con el mismo sabor de la vieja, pero nuevas y creativas formas de estar chin… la madre!