Entre la señora y Humberto
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Escuchemos decir a una mujer campesina de 81 años, de Allende, Coahuila: “A mi díganme donde tiznados deposito los 11 mil pesos que me tocan de la famosa Megadeuda para que dejen en paz a mi Beto. Estoy lista para pagar, pero en módicos abonitos”.
¿De dónde surge esa lealtad, por un hombre que heredó a Coahuila una crisis presupuestal y de inseguridad pública terribles?
¿Es la gente leal a Humberto porque fue beneficiaria de su red clientelar? No. Porque todo gobernador hace lo mismo. El liderazgo carismático-populista de Humberto está por encima de esa situación.
Moreira no está solo. El mismo tipo de liderazgo, de derecha (Alberto Fujimori y Carlos Menen) y de izquierda (Hugo Chávez y Evo Morales), se encuentra en América Latina.
¿Qué cualidades tienen ellos en común? Poseen un carisma impregnado de populismo en sociedades mayormente pobres, en las cuales, los marginados están negados estructuralmente para acceder a oportunidades dignas y justas, en el ámbito educativo, laboral, cultural y social.
En ese ejército de menesterosos, al margen de las instituciones, el carisma de esos líderes se transforma en una salvación mesiánica a su pobreza ancestral y cotidiana.
Su liderazgo es paternalista y autoritario. Los pobres son sus hijos necesitados de guía y dirección para salvarlos a través de la dádiva ilimitada que vacía las arcas del gobierno una y otra vez.
Ese líder concentra el poder en su persona. Niega o minimiza las instituciones: La democracia, los partidos políticos, la participación ciudadana (de clase media y alta), los derechos humanos, la transparencia y la rendición de cuentas.
El encapsula el tiempo para eternizarse en su puesto porque imagina ser uno con el pueblo.
Su liderazgo florece por la desigualdad estructural, la ausencia de Estado de Derecho y la carencia de una cultura de la legalidad.
¿Cómo, esas masas marginadas de la sociedad, preocupadas por sobrevivir cada día, habrían de elegir una alternativa diferente al “Mesías” que les salvaría hasta de sí mismas? Por eso, cuando esos “redentores” desaparecen, su mitificación los mantiene vivos en la cultura y la religiosidad popular. Ellos son, y así se asumen: La única esperanza de los muchos, los condenados de la tierra y de la humanidad.
Por ello, la distancia entre la señora campesina y Humberto es muy corta. Cortísima.