Fiesta de Saltillo
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TEMAS
Pastoral de multitudes.
La asamblea litúrgica repetida toda la mañana y todavía en la tarde.
Nueve días de predicación. “El mundo nos hace extraños y Cristo nos hace hermanos”.
Hay gente que viene de fuera a estar presente en los festejos. Hay carrera, hay competencias, hay batucada juvenil y serenata nocturna. Y peregrinaciones. Se imprime un folleto con todos los temas. Se tienen transmisiones de radio y de televisión para que los enfermos y los viajeros puedan sentirse incluidos.
Con gran veneración se hace el transado de la imagen del Santo Cristo desde su capilla hasta el altar mayor de la catedral de Saltillo. Luce un adorno especial. Este año en tonalidad roja salpicada de blancura. Se multiplican las reconciliaciones sacramentales y tiene muchos comensales el banquete eucarístico.
Sí. Es espiritualidad popular con apertura universal. En los sucesivos mensajes –que son como un diamante de muchas caras– se va abriendo el luminoso abanico de los matices temáticos, dentro del mismo tema central. En la familia espiritual han de vivir los hijos como hermanos. Serán discípulos para convertirse en misioneros.
El río de la lectura conversada, de la reflexión, de la oración y la contemplación desemboca en el mar de la acción. Todos los asistentes se sienten enviados a cumplir la gran misión de hacer presentes en el mundo los valores de la verdad, del amor, de la justicia y de la libertad para construir la paz.
No hay huérfanos. Todos bajo el resplandor de la misma paternidad divina. Hermanos con el Hermano Mayor que pagó la deuda de todos, viven la corrección fraterna como servicio comunitario y se lanzan a las obras que los hacen creíbles haciendo vida su fe.
La fiesta patronal de Saltillo tiene rasgos doctrinales, litúrgicos, sociológicos y folklóricos resultando una fisonomía celebrativa de gran originalidad en el panorama mundial. Los puestos en la plaza ofrecen artesanías, indumentarias y antojitos típicos de variadas sabrosuras. Se encuentran en el paseo los habitantes de las colonias periféricas y quienes tienen su residencia en las calles centrales de la ciudad.
Alrededor de las 11 de la noche surge la florescencia luminosa de la pirotecnia creativa. El cielo se puebla de constelaciones fugaces y hay retumbos clamorosos por los estallidos de la cohetería.
En cada agosto de los años transcurridos, desde que llegó la imagen, se han tejido –como trama y urdimbre de un sarape– los días orantes del novenario con el festival del 6 de agosto en que culmina el regocijo festivo. Queda una identidad más arraigada y, especialmente este año, un aire de familia para mayor confianza y benevolencia.
La misa dedicada a los migrantes fue inolvidable. Estaba presente el dolor causado por una violencia innecesaria. Y ahí estaba la comunidad de fe, dando consuelo y esperanza. Resonó el llameante mensaje episcopal rodeado de las banderas, los carteles y los pasamontañas de los hondureños. Sus pancartas pregonaban que no querían ser tratados como delincuentes.
El alma saltillense, desde lo hondo de su fe, celebra su fiesta del amor redentor de Cristo en la alegría de la fidelidad humanizadora, dando un testimonio de unidad y de gran corazón...
