La T4 y el ‘pacto de impunidad’
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El prolífico novelista mexicano Francisco Martín Moreno ha planteado una interesante hipótesis para explicar el escenario político contemporáneo de México: el arribo de Andrés Manuel López Obrador al poder sería –al menos en parte– producto de un “pacto de impunidad”.
De acuerdo con el autor de “Ladrón de Esperanzas”, AMLO (su personaje ficticio se llama Antonio M. Lugo Olea) habría pactado con su antecesor, Antonio Pasos Narro (EPN), el relevo en el poder presidencial a cambio de no perseguirlo a él ni a sus más cercanos colaboradores.
No pocos han criticado a Martín Moreno por tomarse “excesivas licencias” para articular un relato calificado por el propio autor como “una obra periodística novelada en tiempo presente” pero, a la luz de uno de los acontecimientos relevantes de esta semana conviene retomar su tesis.
¿Cuál acontecimiento? La renuncia de Eduardo Medina Mora como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). ¿Cómo conecta este hecho con el relato “de ficción” de Martín Moreno? Vayamos por partes:
En primer lugar es necesario citar las reglas según las cuales un ministro de la Corte puede “abdicar” al cargo. De acuerdo con el artículo 98 de la Constitución, “las renuncias de los Ministros de la Suprema Corte de Justicia solamente procederán por causas graves; serán sometidas al Ejecutivo y, si éste las acepta, las enviará para su aprobación al Senado”.
En segundo lugar, es preciso citar el texto con el cual el hoy exministro Medina Mora sometió al presidente López Obrador su renuncia. La parca misiva dirigida al titular del Ejecutivo reza:
“Con fundamento en el artículo 98, tercer párrafo, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (arriba transcrito), someto a usted mi renuncia al cargo de Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para el que fui electo por el Senado de la República”.
¡Y ya! No dice absolutamente nada más, es decir, no expone ninguna “causa grave” por la cual el Presidente debiera considerar la posibilidad de aceptar la renuncia del Ministro. En estricto sentido el planteamiento es improcedente y debió ser rechazado por López Obrador.
Lejos de tal posibilidad, según lo difundió el líder de la bancada de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, apenas unos minutos después de conocerse la subrepticia renuncia de Medina Mora, el Presidente “ha aceptado la renuncia del ministro Eduardo Medina Mora” y el Senado estaría en espera de la remisión de la misma para su análisis.
No estoy defendiendo a Medina Mora, ni intento argumentar a su favor. No me importa en absoluto si sigue siendo ministro de la Corte, si se retira o lo destituyen por presuntos actos de corrupción. Sólo expongo los hechos puntuales para vincularlos con la tesis de Martín Moreno.
Y aquí es donde resulta obligado preguntarse: ¿cuál es la razón justificada para aceptar la renuncia de un ministro de la Suprema Corte si no media para tal efecto ninguna “causa grave”, lo cual es exigido como requisito indispensable por la Constitución?
La respuesta acaso se encuentre en el escándalo reseñado prolijamente por los medios de comunicación, según el cual las autoridades de Inglaterra y Estados Unidos habrían compartido con las mexicanas datos sobre transferencias bancarias “injustificadas” del ministro Medina a cuentas en dichos países.
Medina Mora envió reiteradamente cartas aclaratorias a los medios, en las cuales explicaría las “confusiones” en las cuales se habría incurrido al reseñar los datos presuntamente aportados por autoridades extranjeras, pero tal estrategia resultó insuficiente. Aparentemente existen datos sólidos para considerar al exfuncionario como sospechoso de incurrir en ilegalidades.
Pero, ¿cómo se defiende clásicamente un político mexicano –de cualquier color– ante la amenaza de un juicio en su contra? Ciertamente no lo hace renunciando a su cargo público y menos si ese cargo es el de miembro del máximo tribunal del País.
Para decirlo más claro: si Medina Mora es culpable de los potenciales cargos en su contra, su renuncia no tiene lógica. Y si es inocente, ¡menos aún!
Una sola excepción existe al razonamiento anterior: la del “pacto de impunidad” planteado por Francisco Martín Moreno. Frente a esta hipótesis, la renuncia de Medina Mora adquiere lógica plena pues constituye uno de esos casos en los cuales todo mundo gana y nadie pierde.
Sólo así se explica la trama y el desaseo con el cual ha sido ejecutada: Medina Mora obtiene para sí el compromiso de “no persecución” (hábilmente planteado, por cierto, por el mesías de Macuspana, en múltiples “mañaneras”) y mister “yo tengo otros datos” logra colocar en la Suprema Corte de Justicia a otro incondicional. ¡Y todos felices!
Si la hipótesis es cierta, el profeta de la T4 (transformación de cuarta) está otorgando un salvoconducto al paraíso de la impunidad a un individuo a quien debiera juzgarse, a cambio de obtener mayor control del único contrapeso real a su ambición de poder dictatorial: la Suprema Corte de Justicia. Volveremos al tema.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx