Se buscan héroes… aunque sean niños
COMPARTIR
TEMAS
Los Niños Héroes de Chapultepec fueron Brayan Agustín Melgar, Kevin Fernando Montes de Oca, Francisco Edwin Márquez, Juan Yostin de la Barrera, Juan Bayron Escutia y Maicol Vicente Suárez (si no lo sabía, es porque la historia tuvo el buen gusto de editar sus nombres completos).
No ha faltado el atolondrado que pugna desde hace tiempo por que se agregue en este heroico seleccionado a Javier “El Chicharito” Hernández y no es que yo me oponga, pero es que no sé absolutamente nada del “deporte ráfaga”.
La efigie de los insignes cadetes, no sé si recuerde, aparecía en los billetes de cinco mil pesotes. Aunque quizás debería preguntarle primero si acaso recuerda lo que era traer cinco mil chuchos en la mano o la cartera.
Pero claro, hablamos antes de que el primer duende de la nación nos hiciera el favor de simplificarnos la estratosférica inflación quitándole tres ceros a la moneda (antes de ir a exiliarse en Dublín, Irlanda, donde lo acogió su parentela). Todo con la finalidad de que no anduviéramos pagando en la tienda siete mil 500 pesos por un chocotorro, o una sala de Muebles Troncoso en 14 millones 995 mil pesos. ¡Ah, qué tiempos!
¿En qué estábamos? ¡Ah sí! Sucede que allá en el siglo 19, Coahuila (para bien o para mal, nuestro estado siempre sale a relucir) era una provincia descomunal porque Texas (sí, el estado gringo que tenemos al norte y al que nos mama ir de shopping), formaba parte de nuestro territorio. Y de hecho así se llamaba, Coahuila-Texas (o “Coagüila y Tejas”, aunque algunos sangrones todavía escribían “Coahvila”), estado del cual, aquí su humilde saraperópolis, era la mera capital.
Pero pasó (y fíjese lo que son las cosas) que muchos inmigrantes güeros e ilegales se nos colaron y se asentaron en la parte norte de nuestra otrora colosal entidad. Luego esos mismos gringos gandallas y esclavistas se declararon independientes de la federación mexicana y solicitaron después su anexión a la federación
norteamericana.
Esto provocó tensiones diplomáticas entre ambas naciones (así que las rencillas no son de ahorita) que condujeron a la consabida guerra México-norteamericana o Intervención Estadounidense.
Las hostilidades bélicas que comenzaron en la frontera pronto se trasladaron a otros puntos, como la capital mexicana (hoy CDMX) y allí los gringos estimaron estratégica la toma del Castillo de Chapultepec, que servía como polvorín y academia, a lo cual procedieron el 13 de septiembre de 1847. ¿Dudas, clase?
De manera que esas cosas son las que estaban en juego: nuestra soberanía, nuestro territorio y el honor patrio. Para que no se vaya a pensar que los Niños Héroes se inmolaron por la nada, como los niños millennial que se quieren matar si les quitan el celular.
La historia dice que los insignes niños (jóvenes de entre 12 y 20 años) sucumbieron en valiente combate. Los revisionistas, que no tienen nada mejor que hacer, andan siempre diciendo que hay exageraciones e imprecisiones en el mito heroico.
No les haga caso, estamos tan necesitados de ejemplos de valor, civismo y amor a la patria, que no importa ya si la fuente es veraz o una bella exageración.
Además, en cualquier país del mundo, la historia oficial no es sino una colección de narraciones épicas para inspirar a su pueblo, como el mito de que el niño George Washington derribó un cerezo y tuvo el valor (no le valía) de confesarlo a su padre; o que la defensa de El Alamo fue una gesta heroica; o que John F. Kennedy se andaba dando a la Marilyn Monroe (¡Qué! ¡¿Cómo que eso sí sucedió?!).
En fin, que todas esas hazañas sirven para crear identidad, unidad, conciencia colectiva y orgullo nacional. Así que abracemos nuestros mitos y exaltémoslos, siempre y cuando estos sean congruentes con el resultado de la historia y no se atropelle con esto el derecho de vivos o muertos.
Además, la leyenda de los cadetes mártires de Chapultepec es cierta en sus puntos esenciales. Quizás Escutia no se lió con el lábaro cual tricolor chocorrol para arrojarse al precipicio y estrellarse en las rocas, ¡pero carajo!, yo recuerdo cómo me impresionaba de chico esta leyenda y cómo me infundía respeto, cosa que lamentablemente ya no pasa muy a menudo.
El “masiosare” sigue cómodamente instalado en la Oficina Oval, ahora nos acusa a nosotros de ser los invasores y quiere construir un muro entre nosotros y lo que ilegalmente se nos despojó.
Ojalá este día conmemorativo, los fantasmas de los cadetes de Chapultepec se le aparezcan a míster POTUS nomás para agarrarlo a bayonetazos en sus nalgas de señora.
Y ojalá el espíritu de los seis próceres chamacos caídos nos invada y la patria tenga un niño héroe en cada mexicano.
petatiux@hotmail.com
facebook.com/enrique.abasolo