Si H. G. Wells, el viajero del futuro, llegara en su máquina del tiempo...
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Portento del mundo actual es la facilidad de la comunicación remota. Usando un equipo que cabe perfectamente bien en la palma de una mano se puede conversar con un receptor en cualquier parte del mundo, mirar a todo color las noticias, una serie, un video, una película o un programa de TV y escuchar un concierto, una ópera completa o una estación de radio del otro lado del planeta. Maravilla de las máquinas. Y no sólo las que facilitan la comunicación, también las que facilitan el vivir, como los equipos médicos.
Nuestra vida está llena de máquinas. Imposible enumerarlas. Se encuentran en todas partes. La más cercana y accesible para todos es el teléfono celular. En cualesquiera de sus infinitos modelos está presente en todas las clases económicas. Cada uno según sus posibilidades, todos tienen un equipo y lo usan, desde un pepenador y el más humilde trabajador hasta el gran ejecutivo que controla de manera remota su negocio y el sistema de alarmas y cámaras instalado en su domicilio. Igual un niño lo usa para entretenerse con los sonidos o los colores e imágenes en la pantalla, que un adulto para conversar con alguien al mismo tiempo que ve su imagen como si tuviera a la persona frente a sí. Cada uno frente a una computadora, se reúnen en forma virtual los ejecutivos de una empresa en una junta de trabajo o las autoridades de los tres poderes, se miran y se escuchan con toda claridad y toman decisiones importantes sobre la pandemia mundial que azota a la nación que gobiernan. Prodigio de las máquinas. El signo de progreso y riqueza de un país puede medirse por la cobertura de internet y el número de sus usuarios.
Si H. G. Wells pudiera viajar en su máquina del tiempo y echar un vistazo a lo que hoy sucede en el mundo, seguramente quedaría asombrado. Pensaría que la humanidad por fin pudo realizar, en cierta forma, una de las más firmes esperanzas de su juventud: la maravilla de las máquinas al servicio por igual de ricos y pobres. En sus primeros tiempos, el famoso novelista inglés sostuvo la utopía según la cual las más vastas y terroríficas fuerzas materiales, puestas al servicio de la humanidad, podrían ser controladas de un modo racional y se utilizarían para el progreso y la igualdad entre los seres humanos. Lo primero ha sucedido, sobre lo segundo quizás la humanidad jamás podrá llegar a un acuerdo, por lo pronto, ciertas máquinas son usadas por una gran cantidad de sus miembros. Wells publicó en 1895 La máquina del tiempo, y su gran éxito ha dado tema para muchas versiones cinematográficas, al igual que las novelas que le siguieron, entre ellas “El Hombre Invisible”, cuya enésima cinta acaba de estrenarse, y “La Guerra de los Mundos”, la última versión protagonizada por Tom Cruise. La mayoría de sus obras fueron llevadas a la pantalla grande y su lectura le regaló en otros tiempos muchos ratos maravillosos a muchas generaciones en su adolescencia. Con el correr de los años, Wells se volvió cada vez más pesimista hasta llegar a dudar seriamente de la posibilidad de la supervivencia de la raza humana.
Hoy vivimos con naturalidad, y casi sin darnos cuenta, una buena parte del mundo imaginario de Wells, Julio Verne y otros escritores cuya prolífica imaginación se adelantó a su época y consolidó el género de ficción. Hoy en día basta con tocar algunos puntos en una pantalla de un cajero, una computadora o un celular para hacer aparecer lo que buscamos. Con un click se hacen movimientos bancarios, compras y pagos en un almacén en el último rincón del mundo o muy cerca de nuestra casa y se reciben los productos en unas horas o unos días.
Con el celular en la mano y frente a una computadora, miles y miles de empleados, ejecutivos y autoridades trabajan en forma remota desde su casa. Seguramente, el COVID-19, además de cambiar ciertos modos de vida, va a revolucionar las formas del trabajo y con ello la economía mundial. ¿Será parte del mundo soñado por H. G. Wells?