Un poeta ateneísta
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El siglo pasado vio nacer una pléyade de escritores nacidos en Saltillo o vinculados a esta ciudad, formados casi todos bajo la égida del Ateneo Fuente. En el seno del glorioso colegio sobresalieron, entre otros, los poetas José García Rodríguez, Jacobo M. Aguirre, Francisco Sánchez Uresti, Margarito Arizpe, Otilio González, Héctor González Morales, Felipe Sánchez de la Fuente, Sergio R. Viesca, Jesús Flores Aguirre, Rafael del Río, Luis Felipe del Río, Federico González Náñez, Eduardo L. Fuentes, Raymundo de la Cruz López y Antonio Cabello Moreno.
Manuel Múzquiz Blanco es también un poeta ateneísta. Nacido en Lerdo, Durango, y residente posteriormente en Saltillo, ciudad que hizo suya y a la que estuvo siempre ligado, no obstante su larga residencia fuera de ella. Frecuentemente se le veía participar como orador o declamador en fiestas y ceremonias saltillenses. La crónica de la inauguración del nuevo edificio del Ateneo Fuente registra su intervención en el programa de la velada de coronación de Cuquita I, el 14 de septiembre de 1933, donde pronunció una salutación a la reina y declamó un poema suyo dedicado a Saltillo, textos que desafortunadamente no conocemos. En la Ciudad de México cultivó la amistad de los coahuilenses que vivían en la capital, incluso la de los jóvenes que hacían allá sus estudios profesionales y a los cuales apoyó desde su cargo de director de la Penitenciaría. Tal fue el caso de López Serrano, quien posteriormente, siendo secretario de Gobierno en la administración de Benecio López Padilla, promovió la imposición del nombre del poeta, muerto en un accidente unos años antes, a la Biblioteca Pública del Estado de Coahuila.
Poco se ha estudiado la vida y la obra del poeta. Una buena parte de ambas se encuentra atrapada entre la bruma. Se sabe que estudió en la Escuela Anexa a la Normal del Estado y en el Ateneo Fuente, y que en San Luis Potosí hizo la carrera de Derecho; que se enamoró de la apreciada señorita saltillense Victoria Garza Villarreal, con quien sostuvo un romance que hubo de interrumpirse por la oposición de don Atanasio, padre de la novia, al matrimonio de su hija con el poeta, y que la prestigiada maestra juró no casarse nunca. El caso es que ambos permanecieron solteros. De su obra se conocen ocho libros impresos, desconocidos para las nuevas generaciones. Su poema “La Marimba”, del que se decía inspiró a Agustín Lara en su famosa canción del mismo nombre, causó verdadera sensación y aún es recitado en Chiapas y Yucatán.
Afortunadamente hay una buena noticia en relación con Múzquiz Blanco. Erasmo Enrique Torres López, investigador de Monterrey y estudioso de nuestro poeta, me envió un precioso hallazgo: un soneto desconocido, compuesto por Enrique Fernández Ledesma y Manuel Múzquiz Blanco, publicado el 30 de octubre de 1910, en el semanario regiomontano Zig-Zag, que dirigía el primero y en el que colaboraba el segundo. Me dice: “el cual redactaron ‘al alimón’ en versos alejandrinos y no está incluido en los poemarios que cada quien publicó. Se titula ‘A la barba del poeta Lozano’”. Lo transcribo tal como lo envió don Erasmo:
La barba nazarena del trovador Lozano / trae a nuestra memoria todo el París que fue: / la esencia melancólica de aquel tiempo lejano / en que vivió su alegre tristeza Paul Verlaine. // Tiempo que nos descubren todo el divino arcano/ del Moulin Rouge, del Momo, del viejo ‘cabaret’, / donde flotó a los vientos del Monte Parnasiano/ la melena romántica de Alfredo de Musset. // La barba del poeta es un anacronismo/ en estos boulevares donde el mercantilismo, / bajo el golpe del dólar, dio muerte al ideal; // El rostro numismático del trovador, reclama/ ese viejo escenario donde encerró la fama / la amorosa leyenda de Mme. Jorge Sand...