Llega al IMSS y vive para contarla
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Coahuila es el estado con más derechohabientes del país y con uno de los peores servicios. Día a día los trabajadores que llegan ahí en busca de alivio, pasan un calvario
Saltillo, Coahuila. La crónica de cómo un ciudadano deambula entre citas, urgencias, enfermeros y doctores del IMSS, con los testículos inflamados en busca de un alivio que nunca encuentra.
Es de urgencia. Si no se atiende rápido y por cualquier cosa se complica, tendría que ser una cirugía de urgencia, oigo que dice aquella voz rasposa y los nervios se me crispan.
El que habla es un hombre flaco, alto, canoso, mulato, - o al menos así lo hace ver la luz alba de las lámparas que cuelgan del techo -, tiene antiparras y una bata blanca larga, larga como la que usan los médicos. Es un médico.
Encima de la bata, a la altura de los hombros, alcanzo a mirar los trazos de un dibujo de contornos verdes que, si me fijo bien, parece la sombra de un águila protegiendo a una mujer con su bebé en brazos, no sé si en actitud de estarlo amamantando o arrullando.
Estoy tendido en una cama angosta, alta y fría. Alrededor de mi veo varias caras. La del médico y las de un muchacho y una muchacha, jóvenes, vestidos de uniforme, también blanco, de la cabeza hasta los pies.
Ignoro si los muchachos son enfermeros o pasantes de medicina y no me atrevo a preguntar por temor a su reacción.
Dice la gente que el personal de aquí tiene fama de ser prepotente y grosero.
Les habla uno a las recepcionistas y le contestan mal, parece que vienen a regalarnos algo, si nosotros somos los que estamos pagando. Le digo a la señorita oiga, le estoy hablando, ¿le caigo mal o qué?, estoy desde las 7:00 de la mañana, sin almorzar y sin comer, me comentó una tarde María de Jesús González,, derechohabiente de la Clínica 70 del IMSS, venía con un dolor en el pecho.
Tengo los pantalones abajo. El doctor se ha puesto unos guantes de látex y palpa, hurga con sus manos en mis testículos, como queriendo encontrar algo.
Aquí está, es una hernia ¿la ven?, aquí está, dice el médico. El muchacho y la muchacha de blanco que, no han pestañeado un momento, asienten.
Yo me siento como un conejillo de indias en plena clase de anatomía y aunque hay una cortina que me separa del resto de los pacientes, tengo pena, ñáñaras.
Qué ¿qué estoy haciendo aquí? Buena pregunta. Un intenso dolor en la ingle derecha, que ya me ha durado como cuatro semanas, me tiene postrado en esta cama.
Que ¿dónde estoy?, es el área de emergencias del Hospital número 1 del Seguro Social, en Saltillo, que este día y a esta hora, jueves, 8:00 de la noche, hierve de enfermos y de familiares de enfermos.
Hace más de tres horas que llegué aquí, enviado por una médico familiar de la clínica 82 del IMSS a donde es la primera vez que voy a consultar.
Tenía tanto que no visitaba el Seguro Social, confieso, por todo lo mal que la gente habla y habla de sus servicios y de su personal, que
Antes de poner los pie en el consultorio de la médico familiar, de la Clínica 82, he debido presentarme con una asistente y tramitar una cita.
La recepcionista pica unas teclas en la computadora, mira la pantalla y me dice que me dará la cita, pero para dentro de un mes.
Le digo que no, que si no podría ser más pronto, porque la ingle me duele demasiado y no consiento andar caminando mucho tiempo en la calle, como lo exige mi trabajo.
Ella replica que no hay lugar en fecha más cercana, porque es mucha la gente que como yo está a la espera de ser atendida y que simplemente no hay lugar.
Al menos no me ocurrió lo que a Argentina Ruiz, una derechohabiente del Hospital General 2 del IMSS, con la que platiqué una mañana a las afueras del Instituto:
Hacen perder mucho el tiempo. Las asistentes se van, llega uno al consultorio no hay nadie que lo atienda y luego no tienen sistema, no te están dando citas, tienes que volver a venir o a hablar. Hacen que uno pierda mucho tiempo.
Por fin salgo de la clínica pidiéndole a Dios estar con vida para el día en que me toque mi cita con el médico familiar y saber qué es lo que tengo.
Durante todo este tiempo no he tomado medicamento ni paliativo alguno contra el dolor en la ingle. Me he impuesto la penitencia de esperar valiente y estoicamente mi cita en el IMSS.
Ya ha pasado el mes y el dolor en la ingle se me ha vuelto más agresivo y he visto con asombro como mis testículos han aumentado de tamaño y pesan, calan, duelen..
Por fin ha llegado el día de mi cita y yo le doy gracias a Dios por permitirme seguir vivo.
Ese día en la tarde espero, junto a una docena de personas, mi turno afuera del consultorio 5, donde me verá mi médico familiar. Pensé que nunca vendría este momento.
Después de dos horas de esperar escucho mi nombre, y salto del asiento como un resorte comprimido que se libera.
En realidad creo que no he tenido que esperar tanto, tomando en cuenta que a Miguel Ángel Hernández, un paciente de la clínica 70, lo han tardado hasta seis horas para consultarlo.
¨Por eso prefiere uno las clínicas estas del doctor Simi, que ir al seguro. Vas a perder horas, me dijo una tarde que lo abordé a las afueras del Hospital 1 del IMSS.
Adentro del consultorio 5 me recibe una doctora. Es de tez blanca y usa un flequillo que la hace ver juvenil. Calculo que a lo mucho debe tener unos 40 años. Su voz es melosa y a simple vista parece de buen talante.
Que qué me pasa, le digo que desde hace un mes tengo un tremendo dolor en la ingle derecha y que últimamente me han crecido los testículos como un par de peras.
La doctora me pide que me dirija a la camilla que hay al fondo del consultorio, que me descubra y me recueste.
Enseguida la miro venir. Se ha puesto unos guantes de látex y se ha colocado delante de la camilla, frente a mí.
Dice, mientras me revisa, que traigo una hernia inginal, pero que además tengo los testículos inflamados por efecto de un líquido que se me ha formado, no me explica a resultas de qué.
Le pregunto que por qué me vino a salir a mí esa hernia, que cómo. La doctora dice que es un padecimiento común en la mayoría de la población masculina â al menos entre el 20 y 30 por ciento de la población de hombres la padece, me informo más tarde con un amigo médico -, y hasta ahí deja su exposición.
La doctora dice que es necesario que saque yo una cita urgente con el especialista en cirugía general, a fin de que me diagnostique y, lo más rápido posible, me programe para una cirugía.
Pero, que por lo pronto me referirá al área de Emergencia del Hospital 1 para que me extraigan el líquido ese que traigo acumulado en los testículos.
Cuando ha dicho eso, de que vaya para que me saquen el líquido que traigo en los testículos, a mí se me crispan los nervios ¿Cómo me lo irán a sacar, con qué?, pienso temblando.
A don José Luis Valerio Camacho un doctor de la Clínica 73 del IMSS le dijo que le iba a cortar la pierna izquierda, debido a su severo problema de várices.
Este hombre, de la tercera edad, decidió entonces consultar, por fuera, una segunda opinión. En 15 días la herida de las várices le cerró y su pierna se salvó.
Cuando voy camino a la salida de la clínica, caigo en la cuenta de que la doctora no me ha recetado ningún medicamento, ni siquiera un paracetamol o un naproxeno, como suelen hacer los médicos familiares del Seguro Social, para aliviar momentáneamente, y mientras corren los trámites de mi cita con el especialista, mi dolor en la ingle.
¿Lo habrá olvidado?, me digo, pero pienso que ya es tarde para regresar al consultorio y no regreso.
Viene uno con un dolor y le dan una pastilla para todo, puro paracetamol es lo que le dan, pos mejor lo compra uno en la farmacia, me confió Irma Ibarra, otra derechohabiente del IMSS.
Un taxi me ha dejado en las puertas del área de Urgencias del Hospital 1 del IMSS. Es jueves como a las 5:00 de la tarde y el acceso está abarrotado de gente que espera sentada en el piso o los recodos de la entrada, en la calle. Es tanta la gente que no alcanzo a contarla al primer golpe de vista.
A parte de que dejaron caer al Seguro por muchos años, cada vez tenemos un número mayor de asegurados y con un mayor número de población asegurada hay un número mayor de derechohabientes, que son los familiares, y también un número mayor de pensionados y si no crece la infraestructura seguirá siendo un servicio deficiente el que se está otorgando, me dijo Mario Enrique Morales Rodríguez, presidente ejecutivo de la CROC Coahuila, una mañana que lo entrevisté en su oficina.
De acuerdo con datos del INEGI, Coahuila tiene una población de dos millones 748 mil 391 habitantes, de los cuales cerca de dos millones 380 mil (87 por ciento), son atendidos en el IMSS. Lo que coloca a Coahuila como el primer estado, a nivel nacional, con más población inscrita al Seguro Social.
Adentro, en la sala de espera, todas las sillas están ocupadas y varios pacientes aguardan de pie, entre ellos yo, a que la recepcionista voceé su nombre para entrar a la consulta e irse a su casa. Eso es todo lo que quieren, se les ve en la cara, pero nadie grita ni se ofusca.
Ha transcurrido una hora y media y al fin oigo que me llaman. Parece que hoy he tenido buena suerte. A la hija de don César Rodríguez, otro asegurado, que vino una noche con un fuerte dolor de vesícula, la tuvieron esperando cinco horas, en esta misma zona de emergencias, antes de atenderla.
En uno de los consultorios de Urgencias me espera frente al escritorio una doctora. Es joven, bonita y tiene acento chilango.
Que ¿qué me pasa?, le digo que ya tengo un mes con un dolor clavado en la ingle derecha que ha terminado por amargarme la vida, además de unos testículos crecidos.
Luego de tomar algunas notas en su carpeta con el logo del IMSS, la doctora me pide pase a la camilla del consultorio y me desvista.
Después de checarme, guantes de látex puestos, dice que tengo una orquitis severa, que es algo así como una inflamación testicular, consecuencia de una infección producida por diversas bacterias y virus,
Le explico que mi médico familiar de la Clínica 82 me ha diagnosticado una hernia inguinal y que me ha referido aquí, al área de Urgencias del Hospital 1, con la orden de que se me extraiga un líquido que traigo en los testículos.
Dice que no, que ella no ha encontrado ninguna hernia, y que me va a canalizar un medicamento, no recuerdo el nombre, para bajarme la inflamación.
Antes me da una receta con cinco inyecciones, me advierte, más o menos dolorosas, que debo aplicarme para acabar de contrarrestar la inflamación. Es una diaria.
Y a mí, que siempre he tenido aversión por las agujas, se me crispan los nervios.
La doctora manda llamar entonces a un muchacho enfermero para que me acompañe al área donde se atiende a los pacientes de urgencia y me canalice el medicamento que le ha indicado.
Entramos en la sala de atención de Emergencias del Hospital 1 del IMSS, que, este jueves a las 8:00 de la noche, está a reventar y no hay una sola cama disponible para mí, que voy a ser canalizado, además estoy cansado y me duele mucho la ingle y los testículos.
Es cierto que el Seguro ya ha sido rebasados en infraestructura, faltan medicamento, camas, reconoció una noche que conversamos sobre el IMSS Jesús Berino Granados, el secretario del Trabajo de la CTM regional.
El enfermero no dice nada, su silencio me confirma que el hecho de que falten camas para los pacientes de este hospital forma ya parte de la rutina.
Enseguida el enfermero me ordena que me siente en una silla y ahí, sentado, comienza a aplicarme el medicamento.
Se conoce que el muchacho es practicante, novato, aprendiz. Me ha pinchado más de cinco veces con la aguja para canalizarme al frasco del medicamento y nomás no me atina en la vena.
Me siento como si fuera un muñeco de trapo en el que el enfermero mete y saca la aguja a placer, en mi brazo dolorido.
Entonces pienso que el logotipo verde del IMSS, ese del águila protegiendo con sus alas a la madre y su bebé, es puro cuento, y estoy por creer que la gente tiene razón cuando dice que el Seguro Social está para llorar.
Le digo al muchacho enfermero que no me pique más, y que si no puede llame a un médico o a una enfermera expertos.
El muchacho no me contesta y me sigue pinchando hasta que por fin me encuentra la vena, abre la válvula de paso de la manguera y la medicina empieza a gotear. Respiro.
Por la sala veo desfilar a enfermos que van y vienen. Algunos quejándose, otros caminando como zombis.
Mario Morales, el líder de la CROC en Coahuila, me habló de la visita que hace algunos días realizó José Antonio González Anaya, el director General del IMSS en México, al Hospital General de Zona número 2 de Seguro Social en Saltillo. Fue una farsa.
Limpiaron todo, lo pusieron muy bonito y arregladito, todo en orden, que no hubiera nada fuera de su lugar, para que el señor director viera que todo estaba muy bien ¿Para qué engañar?.
Ha pasado casi una hora. El medicamento se ha terminado y el muchacho enfermero se apresta a desconectarme. Estoy mareado.
Una cama se ha desocupado por fin y un doctor, parece que es el médico de guardia, me pide que me acueste para hacerme una exploración. Lo acompañan una muchacha y un muchacho enfermeros o pasantes de medicina.
Es una hernia, ¿si se aprecian?, aquí está, suelta a sus discípulos y advierte que es de cirugía urgente.
El doctor dice que debo regresar a la Unidad de Medicina Familiar en la Clínica 82 para que me den pase con el especialista en cirugía, éste me valore y me meta a quirófano a la brevedad posible.
Entonces le enseño la receta con las inyecciones, para la inflamación de los testículos, que me prescribió aquella doctora que me recibió cuando llegué a Urgencias.
El médico hace una mueca, dice que no, que es una hernia, que vaya a la 82.
Días después me presento en la Clínica 82, al área donde se tramitan las citas para especialidades médicas y que no me acuerdo como se llama.
¡Buenas tardes!, saludo a la secretaria en turno, ¡mande!, responde la mujer de mala gana y de inmediato entiendo por qué. En su escritorio hay un alterón de papeles y en la oficina un montón gente esperando ser atendida.
Cada mes la Confederación de Obreros al Servicio de la Industria y el Comercio en el Estado, que aglutina a unos seis mil trabajadores en la entidad, recibe entre 80 y 150 quejas de usuarios por falta de atención, citas muy lejanas y escasez de medicamento en el IMSS.
Por ejemplo a mi esposo, que tiene Parkinson, le acaban de recetar un medicamento y no hay, que hasta la semana que entra, me cuenta Blanca Yeverino, una mañana que la entrevisté a las afueras del Hospital 2 del IMSS en Saltillo.
Le digo a la secretaria que voy muy enfermo de una hernia inguinal y que traigo la orden de que me dé una cita urgente con el cirujano para que me consulte y me programe una operación.
La secretaria que parece no escucharme, casi no ha volteado a verme, se echa un clavado en la computadora.
Al cabo de unos minutos, dice que lo más pronto que puede recibirme el cirujano es un mes y no hay opción, ¿le anoto la cita?, pregunta como enojada.
Su actitud es la de una persona que viniera a trabajar a la Clínica 82 sin cobrar.
Según informes extraoficiales, el personal del IMSS es el que mejor gana en todo el sector, incluyendo la Secretaría de Salud, el ISSSTE y el Magisterio.
Le digo a la secretaria que vengo muy mal, que apenas y puedo salir a la calle a trabajar con el dolor en la ingle y los testículos pesándome como plomo, y que es urgente, que ya dijeron los médicos del Instituto y que
Hable con la coordinadora, me interrumpe de tajo y sigue con lo suyo.
No entienden que están al servicio de los obreros, que ellos son los que pagan el sueldo de esta gente, de las cuotas de nuestros trabajadores viven ellos, me aclara José Manuel Saldívar Barbosa, presidente de la Confederación de Obreros al Servicio de la Industria y el Comercio en el Estado, una tarde que charlamos sobre los vicios del IMSS.
Días después una paciente que prefiere omitir su nombre porque de por sí no me atienden, me cuenta de un altercado en el área de Medicina Continua de la Clínica 73, - donde los médicos acostumbran echarse dos horas en el cambio de turno y jugar con el celular -, entre una derechohabiente y un doctor al que describe como alto, gordo y malencarado.
La chava le dijo que nomás se estaba haciendo menso ahí sentado y no pasaba a nadie y el médico le dice ¿pos qué quieres hija de tu puta madre?, pa los pinches 10 peso que te rebajan y todavía te quejas. La chava se le puso al brinco, tenía razón en defenderse apoco se va a dejar uno que lo anden humillando, gracias a nosotros comen.
Me dirijo entonces al despacho de la coordinadora de la Clínica 82 y una vez frente a ella vomito el mismo choro: que mi hernia, que me duele, que el trabajo, que es urgente
La coordinadora me pregunta que para cuándo es que me han dado la cita con el cirujano general, le digo que en un mes, te fue bien, muy bien, responde, se encoge de hombros y sigue con lo suyo.
Y si, me fue bien, considerando que Margarita Reyes, otra paciente de la Clínica 82, tuvo que esperar seis meses antes de que se llegara su cita con el especialista traumatólogo para que la consultara por un dolor que le pegó en los huesos.
Una semana y media después estoy en mi casa, convaleciendo de una cirugía de hernia inguinal que me fue practicada por un médico particular, en una clínica privada.
La operación, que me hizo el médico cirujano Alejandro Cantú López, también adscrito al Seguro Social, no resultó un éxito.
Me han quedado algunas secuelas de dolor y molestias en la ingle, a consecuencia, me dijo otro doctor que consulté después, de un mal procedimiento quirúrgico.
Cuando busqué al doctor Cantú para reclamarle me dijo que no, que ya no podría consultarme más, porque lo habían comisionado al Sindicato de Trabajadores del IMSS y ya no estaba ejerciendo.
Hoy el único consuelo que me queda, es que, cuando menos, viví para contarla
Su personal
· El IMSS cuenta con más de 15 mil trabajadores, para los más de 60 hospitales que hay en Coahuila, entre médicos, enfermeras, personal administrativo, afanadores, intendencia, laboratoristas, trabajadores sociales, nutriólogos, asistentes médicas, psicólogos, etcétera
· Más de cuatro mil son médicos
· 65 por ciento son enfermeras
¿Cuánto ganan?
Se estima que un médico del Seguro Social gana en promedio mensual unos 30 mil pesos. Los médicos especialistas ganan más
Sus camas
Cuenta con entre 3 mil 500 y 5 mil camas censables, cantidad que se considera insuficiente para atender a su población de asegurados
Su población
Atiende a casi el 88 por ciento de la población en el estado
Urgen hospitales
Según un diagnóstico realizado por el Sindicato de Trabajadores del Seguro Social en Coahuila, hacen falta cuando menos tres hospitales para el estado:
· Un hospital general, con 150 camas censables en Ciudad Acuña, donde la población de derechohabiente ha crecido considerablemente
· Un hospital materno - infantil en Saltillo, para desfogar las clínicas 1 y 2 del IMSS que tienen sobre demanda en sus servicios
· Un hospital general, con 150 camas censables, en Torreón que atienda a a la gran cantidad de derechohabientes que ya han rebasado la capacidad de los centros de salud que existen allá
Falta personal
· Se calcula que el IMSS tiene un déficit de entre 800 y 900 plazas, tanto de personal médico como administrativo
· Torreón, Piedras Negras, Acuña y Nueva Rosita, son los municipios en los que se requiere fortalecer la plantilla laboral
En crisis el IMSS de Acuña
Entre los más de 60 hospitales con los que cuenta el IMSS en Coahuila, la Clínica 13 de Acuña es la que enfrenta las peores deficiencias por exceso de trabajo y falta de espacios
Se solicitan especialistas
Al Seguro Social de Coahuila le falta además
· Cardiólogos
· Urgenciólogos de carrera
· Urólogos
· Nefrólogos
· Médicos familiares