La cifra de nuevos estudiantes diagnosticados con autismo en Coahuila se ha incrementado 53% desde 2016, pero a pesar de ello y que existe una ley para su inclusión, las barreras y la discriminación a la que se enfrentan las familias, sigue presente en los planteles del estado
- 09 enero 2023
Siempre que Andrea Rueda iba con Diego, su hijo menor diagnosticado con autismo, en busca de un kínder donde lo aceptaran, salía llorando.
En los cinco jardines de niños por los que transitó hasta que Diego encontró lugar, los maestros le habían cerrado la puerta con las mismas excusas.
“Le decía a la maestra ‘quiero meter a mi hijo a la escuela’, y respondía ‘sí tráigalo’, ‘pero tiene autismo’, ‘ah no, ¿sabe qué?, es que no estamos capacitados’ ¿Por qué mejor no se lo lleva a un CAM? Nosotros no tenemos la experiencia”.
Pero Diego ya había pasado por uno de esos Centros de Atención Múltiple donde cursó su educación inicial y ya era tiempo de que ingresara al preescolar, su siguiente nivel.
Finalmente, por intercesión de una profesora de la Unidad de Servicios de Apoyo a la Educación Regular, (USAER), Diego consiguió acomodarse en un kínder al que asistían chicos sin discapacidad.
Después que Diego egresó del kínder Andrea emprendió nuevamente una procesión por tres diferentes primarias.
Su primera opción fue el plantel donde estudiaba el hermano mayor de Diego, pero no la apoyaron.
Que no podían, le dijeron, porque los docentes no estaban capacitados.
Andrea había conseguido inscribir a Diego a través del sistema de la Secretaría de Educación de Coahuila, en otra institución pública regular.
Llegado el inicio del ciclo escolar fue para preguntarle a la maestra de grupo qué material iba a necesitar para trabajar con Diego que vivía con Trastorno del Espectro Autista (TEA).
Pero una supervisora le anunció que no iba a admitir a Diego, porque ya en la escuela tenían a otro niño con discapacidad.
“Me dice ‘pos si quiere tráigalo, pero no vamos a trabajar con él’. Le digo, ‘ayúdame a buscar una escuela porque la que se está negando eres tú’”.
Al final Diego entró en otra institución que sugirió la SE, donde ahora, con las dificultades que implica su condición, Diego escribe solo copiando, tal vez lee, y dice palabras aisladas, estudia el quinto grado.
“Así ha sido y no es mi caso nada más, sino el de muchas mamás que estamos batallando”, dice Andrea.
De hecho, son al menos 1,340 nuevos casos como el de Diego en Coahuila, según datos de la Secretaría de Educación de Coahuila entregados a través de una solicitud de información.
La cifra representa un incremento del 53 por ciento de casos diagnosticados a comparación de los 711 registrados por la Secretaría en 2016.
En contraste, el número de docentes, entre expertos en comunicación, psicología, pedagogía y trabajo social, que pertenecen a la Dirección de Educación Especial Estatal y que atiende a niños y jóvenes con distintos tipos y grados de discapacidad, pasó de 355 en 2016 a sólo 365 en 2022.
Según la información obtenida vía transparencia, la Dirección de Educación Especial Federal registra en su nómina a mil 267 especialistas que atienden a niños con autismo y otras discapacidades.
Sin embargo, la Secretaría omitió precisar cuánto ha crecido o decrecido el número de docentes especializados.
Según Pedro Cisneros Gaona, director de nivel de Educación Especial del Sostenimiento Federal, advierte que desde hace más de 10 años este departamento no ha recibido de la federación el presupuesto suficiente para generar nuevas plazas y dar cabida a la cada vez más grande demanda educativa de niños y niñas con autismo y otras necesidades especiales.
De tal modo, revela Cisneros Gaona, que en Coahuila existe un déficit de maestros expertos en educación especial de entre 30 y 40 por ciento.
“Lo que nos ha estado faltando es la inyección de recursos para lo que son psicólogos o maestros especialistas. Crece la población, las escuelas, las problemáticas. Nos faltan recursos para poder dar una respuesta de mayor calidad. Es una problemática que ha estado prevaleciendo en Coahuila”, reconoce Cisneros.
Un estudio del Instituto Nacional de Psiquiatría realizado en 2018 reveló que en México, al menos el uno por ciento de la población infantil cursa con Trastorno del Espectro Autista, es decir alrededor de 400 mil niñas y niños en todo el país.
Elizabeth Gutiérrez Contreras, directora del Centro de investigación y Atención del Autismo en Torreón, adscrito al DIF Coahuila, dice que mientras en el año 2000 se veía un caso de TEA por cada 150, en 2016 ya era uno por cada 54.
“Es un incremento sumamente importante”, admite.
Y si el INEGI indica que la población de niños y niñas en el estado es 877 mil 124, y el Instituto Nacional de Psiquiatría asegura que al menos el uno por ciento de la población infantil cursa con TEA, significa que hoy cerca de nueve mil chicos coahuilenses podría vivir con esta condición.
“Desde hace varias décadas estamos viendo que hay un aumento exponencial de los casos y no se tiene una explicación muy puntual acerca de eso. Algunas personas tienen la teoría de que no es que aumenten, sino que antes no teníamos todos los instrumentos necesarios para identificar el trastorno y entonces estaba subdiagnosticado”, dice Claudia Aldaba, psicóloga con maestría en trastornos del neurodesarrollo.
Se calcula que por cada cuatro niños autistas hay una niña con este trastorno.
INCLUSIÓN SOLO EN PAPEL
Datos de la SE indican que actualmente el Programa de Fortalecimiento de los Servicios de Educación Especial atiende a cuatro mil 926 alumnos con discapacidad, de los cuales 37.5 por ciento, es decir mil 851, tienen diagnóstico de autismo.
Población que, según las direcciones de Educación Especial estatal y federal, acude a los 210 USAER y los 32 CAM que operan en el estado.
Uno de esos cientos de casos es el de Elías que, a sus cortos nueve años, ya ha sido corrido de siete escuelas particulares por vivir con autismo.
“Los maestros apenas empiezan a escuchar la palabra inclusión; no hay muchas escuelas inclusivas como tal”, dice Elías Villalobos, el padre.
Elías había crecido escuchando, aun en las escuelas particulares donde estuvo, que les dijeran a sus padres: “no, no nos adecuamos a las necesidades de su hijo” o “no podemos, no tenemos las capacidades para educarlo”.
Esas respuestas van en sentido contrario al artículo 45 de la Ley Estatal de Educación, que dice que el servicio de educación especial, bajo el principio de inclusión, incluirá orientación y programas de capacitación y apoyo a los padres o tutores y a los maestros de las escuelas regulares a las que se integren alumnos con necesidades especiales.
Pero esa inclusión únicamente está en el papel, pues cada que terminaba un ciclo escolar sucedía que los directivos de las escuelas notificaban que no sería renovada la inscripción del niño Elías, lo que también va en contra del Artículo 15 Fracción lV de la Ley para la Inclusión y Garantía de los Derechos de las Personas con la Condición del Espectro Autista del Estado de Coahuila, respecto a que “Queda estrictamente prohibido para la protección y garantía de los derechos de las personas con la condición del espectro autista y sus familias impedir o desautorizar la inscripción en los planteles educativos públicos y privados”.
Elías Villalobos, abogado experto en derechos humanos, afirma que todavía algunos docentes desconocen estos marcos normativos, además de que están formados para tratar de manera especial al niño y aislarlo, no para buscar su inclusión.
En una ocasión el papá fue a la escuela de Elías para checar cómo marchaban las clases, se topó con la imagen del niño aislado en un rincón del salón.
A su hijo lo encerraban en un cuarto mientras le pasaban las crisis que tenía. “Eso duele, cala bastante...”, relata Villalobos.
Tal vez, cree el padre de Elías, los profesores de su hijo ignoren lo que dice el Artículo Tercero constitucional sobre que la educación se basará en el respeto irrestricto de la dignidad de las personas, con un enfoque de derechos humanos y de igualdad sustantiva.
Los planteles de educación básica se quedaron en la integración sin transitar a la inclusión de niños con trastornos del neurodesarrollo, como Elías, afirma Imelda Margarita Gámez Montemayor, la directora de la Escuela Normal Regional de Educación Especial, (ENREE).
El universo de escuelas estatales y federales en Coahuila es de mil 765 preescolares, mil 834 primarias y 650 secundarias, pero no hay un dato preciso de cuántas ofrecen la inclusión de niños autistas, a pesar de que por ley todas estarían obligadas.
“El proceso de integración que antes vivíamos en las USAER era ‘agrégalo al registro de asistencia, que esté en la lista’, pero el niño se la pasaba en la esquina, olvidado”, comenta.
Ahora se trabaja en incluir al menor con los compañeros. “Tu actividad es muy diferente, pero es el mismo tema, sólo que tú lo trabajas a otro grado de dificultad”, menciona Gámez Montemayor.
REZAGO EN CAPACITACIÓN
En su comparecencia del quinto informe de gobierno ante el Congreso local el pasado 6 de diciembre, Francisco Saracho Navarro, el secretario de Educación en Coahuila, presumió de que actualmente, a través del Programa de Fortalecimiento de los Servicios de Educación Especial, se han invertido 17 millones de pesos en el apoyo académico a dos mil 127 agentes educativos, equipando a 217 escuela y habilitando tres espacios para atender a 120 alumnos con autismo por medio del proyecto de Aulas Multisensoriales.
No obstante, además de las necesidades de personal y capacitación, se requiere de adaptaciones a las materias, conocimiento y asesoramiento del aula de educación especial al aula de educación regular, expone Imelda Margarita Gámez Montemayor, la directora de la ENREE.
Se necesita, amplía, que el maestro de educación especial sea un orientador pedagógico para el maestro del aula regular, a fin de que pueda hacer ajustes razonables al plan de estudios y que el niño pueda acceder al aprendizaje.
“Que el niño tiene que aprender las fracciones en quinto grado, pero tengo un niño con discapacidad intelectual y 30 que pueden hacer el ejercicio completo, qué hago yo, bajo el nivel del ejercicio acorde a la capacidad de él y si no lo puede hacer entonces me voy a material concreto y trabajo naranjas, plastilina, masa y divido y le digo, ‘mira si la naranja la parto a la mitad a eso le llamo un medio y cómete la naranja’”, ejemplifica.
Lo que pide la especialista está enmarcado en el inciso F del Artículo Tercero constitucional, el cual refiere que la educación será “inclusiva” y con base al principio de “accesibilidad” se “realizarán ajustes razonables y se implementarán medidas específicas con el objetivo de eliminar las barreras para el aprendizaje y la participación”.
Gámez Montemayor expone que a pesar de que a los maestros de educación regular se les sugieren materiales, estrategias y actividades de enseñanza, no siempre las pueden realizar porque tienen bajo su responsabilidad en el salón a otros 30 o 25 chicos.
“La Educación Especial va a seguir teniendo mucho trabajo en la medida que a los maestros de aula regular no se les capacite desde la carrera, para atender a esos niños”, considera.
Y es más complejo aun cuando el agente educativo o titular de grupo regular en la escuela pública no tiene una persona que le asista en el salón de clase, lo cual impide brindar la atención que requieren los niños que viven con TEA, dice Magdalena Fuentes Pedraza, Fundadora y directiva académica de Discovery Centro Infantil Educativo, una institución que se dice inclusiva.
A su vez, Pedro Cisneros Gaona, el director de nivel de Educación Especial del Sostenimiento Federal, comenta que en cuanto se inscribe al sistema un niño con TEA o cualquier otra discapacidad, la SE empieza a hacer las gestiones con directores y maestros para trabajar con base a las condiciones de los alumnos en las escuelas.
“Las estrategias van encaminadas a brindarle al maestro orientaciones metodológicas, didácticas para trabajar con los niños y asesoría con los padres de familia”, declara Pedro Cisneros.
OTRO MUNDO EDUCATIVO
Desde el ciclo escolar 2021 hasta lo que va del 2023 las escuelas públicas de educación básica han recibido a mil 116 alumnos que presentan Trastorno del Espectro autistas.
Pero no es solo en las escuelas regulares, sino también en los planteles o instituciones especializadas que la demanda ha subido.
En el Centro de Rehabilitación Infantil Teletón en Coahuila hay una lista de espera que a la fecha suma 150 pequeños.
Hoy este centro ofrece atención a 15 infantes con TEA como una opción complementaria de apoyo en el lenguaje, el aspecto psicológico, la sociabilización y algún otro síntoma asociado con este trastorno, detalla Herminio Rodríguez Torres, el director General del CRIT Coahuila.
Susana Monserrat Castillo Luévano, directora del CAM número 3 en Saltillo que atiende a 80 niños y jóvenes con discapacidad, de los cuales 30 viven con TEA, afirma que el trabajo con este tipo de personas representa un mundo totalmente nuevo que se explora todos los días.
Precisa que en los últimos cinco años se ha notado un alza en el número de alumnos con autismo que llegan en busca de ayuda al CAM 3.
Por ejemplo, en ciclo 2016–2017 recibieron 15 estudiantes, pero para este ciclo la cifra es de 30 y ninguno acude a una escuela regular.
“Como maestros estamos aprendiendo constantemente. Es buscarle cuál es la forma de aprendizaje del alumno para que siga avanzando. Los autistas son personas muy inteligentes, tienen una habilidad, un talento específico en algo, su forma de aprendizaje es diferente”, comenta.
Asegura que poco a poco los maestros de básica han venido mostrando más apertura, se han sensibilizado y sumado a la inclusión en el aula regular.
“Hace a lo mejor seis años había cierta renuencia a integrar alumnos con discapacidad porque no sabíamos qué hacer en las escuelas. Todavía nos falta mucha cultura, mucha tolerancia, mucha sensibilización”, dice Castillo Luévano.
La directora del CAM dice que es un reto porque las prácticas docentes y las actitudes siguen siendo las de 1900.
Liliana Contreras Reyes, directora de la asociación civil Kua’nu que tiene una escuela primaria y un centro que ofrece terapias a 90 niños con discapacidad, 42 con diagnóstico de autismo, platica que los maestros de la Normal son más cerrados en el tema de inclusión.
Cuenta que los pocos que han trabajado con ella duran tres días, una semana “y dicen ‘no, yo no puedo con esto, bye’”.
Es por eso que padres como Elías Villalobos han tenido que echar mano de la ley para lograr que su hijo y otros niños sean aceptados en una escuela regular, dentro de un aula regular, con chicos regulares.
“Fue la tarea de nosotros como papás decir ‘oye, está esta ley y la tienes que cumplir y si no va a haber penalizaciones por parte de la SEP’”.
Dice que la ley les ayudó a tomar una bandera ante las escuelas e impedir que corrieran a sus hijos sólo por el hecho de no saber cómo educarlos.
Lo que quieren Elías y sus representados es que no simplemente acepten a sus hijos en los centros educativos, sino que los docentes se capaciten para educarlos como se debe, y no solo los pongan en una esquina.
Hoy el pequeño Elías, que en un principio fue diagnosticado con autismo severo, cursa el tercer grado de primaria, sabe leer y escribir, habla perfectamente e interactúa con las personas.
El señor Elías Villalobos es el fundador de Inclusión Autismo Saltillo que cuenta con más de cuatro mil miembros entre papás, maestros y alumnos.
Este grupo de Facebook nació con la intención de informar y educar a los padres de hijos con autismo sobre las verdades de este trastorno y ofrecer asesoría jurídica gratuita a las familias de niños que por vivir con TEA han sido discriminados, excluidos o segregados de los salones de clase.
No hay un dato claro de niños con TEA que hayan sido discriminados en las escuelas de Coahuila. La Coordinación General de Asuntos Jurídicos respondió a una solicitud de información que en el periodo que va de 2020-2022 atendió 19 solicitudes de intervención, de las cuales una corresponde al caso de una persona con Trastorno del Espectro Autista.
En su respuesta a la solicitud folio 050309600010922, la Comisión Estatal de Derechos Humamos de Coahuila (CEDH) indica que de 2016 a 2022 ha recibido siete quejas por discriminación hacia niños y jóvenes con autismo, perpetradas generalmente por autoridades educativas de nivel básico, el Instituto Estatal para la Educación de los Adultos, el Centro de Rehabilitación y Educación Especial (CREE), la SE y la Clínica del Magisterio.
MAESTROS ‘SOMBRA’, UNA OPCIÓN
La primera vez que Claudia Aldaba escuchó hablar de los maestros sombra fue cuando su hija Laura, diagnosticada con TEA grado dos, funcionamiento medio, entró a la primaria en una escuela privada.
Sería su misma terapeuta quien se lo prescribió.
Que Laura, dijo, necesitaba una maestra sombra, es decir, una suerte de asistente educativo que trabaja directamente con un único niño con necesidades especiales durante toda una jornada escolar.
Para la familia era muy difícil pagar el colegio, las terapias, consultas médicas, estudios, medicamentos y aparte una maestra sombra que acompañara a Laura.
Con base en un sondeo realizado por la asociación Familias Unidas por el Autismo en México entre 300 papás, se sabe que un maestro sombra puede llegar a cobrar entre seis mil y ocho mil pesos al mes, sin contar las prestaciones de ley.
La vida académica de Laura iba a transcurrir acompañada de un maestro sombra.
“Nos dimos cuenta de que definitivamente íbamos a invertir en una maestra sombra porque es imposible que una maestra de grupo regular preste la atención que requiere una persona con autismo de nivel dos y tres”, expone.
Sobre el número de maestros sombra con que cuenta la SE Coahuila para atender a niños con discapacidad, la dependencia respondió vía transparencia que esta figura no existe en su organigrama y que las escuelas públicas de educación básica se apoyan de los servicios de USAER.
Usualmente son las escuelas particulares quienes manejan maestro sombra y quienes solicitan a los padres de familia que el alumno cuente con este auxiliar, “el salario de los maestros sombra lo cubren directamente los padres de familia”, remata el documento de la Secretaría.
Antes que Laura encontrara un espacio idóneo donde educarse, había probado ya suerte en cuatro colegios privados.
“Fue difícil encontrar una escuela en la que pudiese permanecer una buena cantidad de años. Como mamá ha sido una lucha constante porque sea integrada”, dice Claudia.
A lo largo de su educación, del tercero de primaria al tercero de secundaria, Laura ocupó cuatro maestras sombra a las que su familia tuvo que capacitar y pagar de su propia bolsa.
Claudia recuerda especialmente el caso de una maestra a la que, con su esfuerzo económico, llevó a capacitar a Tamaulipas para que al final la profesora terminara por dejar el trabajo de apoyar a Laura y buscar otro empleo.
“Siempre nos pasaba de que decían las maestras sombra ‘quiero trabajar en la SEP’, conseguían su plaza en algún momento y se iban. Capacitabas a una, te duraba dos o tres años y se iba, capacitabas otra y se iba”, recuerda.
Hasta que Claudia tomó la determinación de capacitarse ella misma para capacitar a las que en un futuro serían las maestras sombra de su hija.
Claudia, que es de profesión licenciada en informática, tuvo que estudiar psicología y luego una maestría en trastornos del neurodesarrollo a fin de saber más sobre autismo y apoyar a su hija Laura.
“Si quería estar siempre al pendiente de ella y estar en mejor posición de ayudarla, mi opción era estudiar psicología”, explica.
Claudia se ha certificado, incluso internacionalmente, para realizar diagnóstico de TEA y brindar capacitación a maestros y padres de la asociación Vida y Autismo en Ramos Arizpe, de la que es miembro fundador y colaboradora.
Su hija Laura habla poco, empero pudo aprender a leer, a escribir, tomar dictado, copiar, hacer sumas pequeñas, restas y multiplicaciones, con apoyo visual, contando palitos, y es una persona que se puede integrar socialmente, platica Claudia y señala el dibujo de una mariposa y una ballena con un barco que Laura realizó en su academia de arte.
Preguntada sobre si Laura asiste a la preparatoria Claudia responde que no, porque los bachilleratos regulares no aceptan adecuaciones curriculares y no ajustan el programa a las capacidades de las personas.
El bachillerato es, pues, otro campo de discriminación.
CHUY: NUNCA ENCONTRÓ SU LUGAR
Chuy, el hermano de Mayela Siller, nunca en su vida pudo entrar en un jardín de niños, una primaria o una secundaria regular del sector público o privado, por tener autismo y ser de bajos recursos.
“En ningún colegio, que a veces decía que era incluyente”, suelta Mayela.
En cuanto ella y su madre intentaban colocar a Chuy en algún preescolar o primaria la exigencia era siempre la misma: “Tráete a un maestro sombra”.
Eran los albores de este siglo y en los salones de clase de las escuelas regulares resultaba extraño ver a niños con discapacidad y mucho menos con autismo.
“Todavía hace algunos años escuchábamos casos de uno o dos niños integrados con síndrome de down, autismo o algún trastorno generalizado del neurodesarrollo en algunos preescolares o en algunas primarias”, recuerda la maestra Nayeli Alvarado Valdés, adscrita a la Unidad de Autismo del CREE en Saltillo, durante una capacitación sobre TEA dirigida a docentes.
Y dice que mientras antaño había un chico con discapacidad por zona escolar, en la actualidad se han registrado hasta siete alumnos por primaria.
Nadia de la Peña Martínez, médico especialista en rehabilitación y directora del CREE, asevera que es posible que hoy en cada salón de clase de aproximadamente 30 alumnos haya entre uno y cuatro niños con autismo.
“Es un incremento bastante alto. Una realidad que ya nos alcanzó”, comenta en su charla la maestra Alvarado Valdés.
Pero la realidad con la que se topaba Chuy y su familia era la del rechazo. Así que no les quedó de otra que renunciar a que Chuy se integrara a la educación formal.
La madre optó por buscar ayuda en algunas asociaciones civiles en las que, a base de terapias, le han enseñado, al menos, a llevar una vida independiente, funcional y, dentro de cierto margen, normal.
Chuy tiene 28 años y no sabe contar ni escribir.
El artículo “Perfil clínico del trastorno del espectro autista en una población pediátrica del norte de México”, publicado por el Journal of Autism and Developmental Disorders, dice que el nivel de severidad del TEA no es una medida que permanece fija en el tiempo, ya que varía dependiendo de la calidad de los servicios médicos, educativos, apoyos psicológicos y alternativos que reciben los pacientes.
“¿No se supone que para eso es el dinero público?, nosotros no teníamos para pagarle a un maestro sombra. Está visto que la gente que sale de estas enfermedades mejor, es la que más dinero tiene”, reprocha Mayela Siller, la hermana de Chuy.
Desde su experiencia afirma que no hay un trabajo muy serio del sector educativo enfocado a los niños que viven con TEA.
En este sentido la Dirección de Nivel de Educación Especial del Sostenimiento Federal, precisa que en 2022 se impartieron en Coahuila alrededor de 30 capacitaciones sobre inclusión a maestros de educación básica que atienden a niños con y sin discapacidad, a través de conferencias, diplomados y talleres.
En 2021 fueron 10.
Pedro Cisneros Gaona, director de nivel de Educación Especial del Sostenimiento Federal aclara que a veces llegan las solicitudes a la SE para esas capacitaciones y se ha estado dando respuesta desde diferentes estructuras para cuando se presentan situaciones donde el personal no cuenta con elementos pedagógicos o metodológicos.
“Se les da la atención de manera directa y la asesoría para que puedan los alumnos acceder al aprendizaje”.
Aunque, Luis Antonio Lucio Bustos, director de la USAER 72, que pertenece a la supervisión 114 de Educación Especial en Saltillo, asegura que no todos los docentes llevan a cabo estas capacitaciones.
“Hay unos que están más comprometidos que los demás”.
Y considera que hace falta un abanico más grande de capacitaciones sobre discapacidad para el área de educación básica.
LUIS: QUIERE SER CHEF
El camino que han andado Pilar Olivares y su hijo Luis Fernando, diagnosticado con Síndrome de Asperger, una forma muy funcional de autismo, no ha sido fácil.
Hubo que tocar muchas puertas antes de encontrar lugares adecuados para él.
No es que no haya buena voluntad de parte de los maestros y directivos de las escuelas, dice Pilar, pero a veces desconocen tanto del tema que no se atreven a tomar la responsabilidad de integrar, y mucho menos incluir, a un niño con autismo en una clase para niños “normales”.
Cifras de la Dirección de Educación Especial, tanto estatal como federal, en Coahuila, indican que hasta el pasado ciclo escolar la USAER atendía a 433 hombres y 67 mujeres con Trastorno del Espectro Autista.
Por lo que se refiere a los CAM escolar, es decir los destinados a instruir a la población de nivel primaria y secundaria, había 231 hombres y 56 mujeres con TEA. Mientras que en los CAM laboral, los dedicados a enseñar oficios, sumaban 50 hombres y 12 mujeres con esta condición.
“Los maestros no saben cómo tratar a una persona que se sale del contexto normal. Ellos hicieron lo que creyeron. A pesar de que se les decía y teníamos el apoyo del terapeuta de Luis para ir a hablar a las escuelas con los maestros y todo. Hay gente que es más cerrada. No quisieron abrirse, adaptarse, siempre buscaron que él se adaptara a ellos, pero es muy complicado porque los niños con autismo necesitan mucha flexibilidad, que los maestros sean muy flexibles en la forma de enseñar y calificar. Luis sí batalló”, relata Pilar.
Liliana Contreras Reyes advierte que frecuentemente en las aulas regulares de las escuelas públicas no se cuenta con un programa específico a base de herramientas que permita generar un espacio de atención a la diversidad.
“Los maestros están a la aventura. Tengo un niño con autismo y hasta entonces empieza a buscar información y a aprender a la par, cuando el niño ya está ahí”, menciona.
La psicóloga y maestra en terapia familiar Rubí Ocampo, dice que aún falta mucho por abonar a una cultura de la inclusión de personas con discapacidad.
“Todavía no estamos hablando de procesos inclusivos suficientes como para pensar que en todos los ambientes participan personas con discapacidad. No estamos caminando junto con ellos en las cosas de la vida cotidiana”.
Hace dos décadas, cuando a Luis lo diagnosticaron, que tenía dos años y medio de edad, ni siquiera existían en Saltillo lugares donde se realizaran este tipo de valoraciones.
Pilar y su marido tuvieron que trasladarse con él hasta la Ciudad de México, a un centro especializado que se llama Clínica Mexicana de Autismo y ahí lo diagnosticaron.
Entonces Luis no hablaba, tenía ataques de llanto, toleraba solamente las telas suaves, no comía nada que fuera de color anaranjado ni cuadrado. Pero gracias a las terapias mejoró notablemente.
Durante 18 años asistió a terapia cada semana. Ahora tiene 23 años
La única vez que la familia se vio obligada a contratar para Luis un maestro sombra fue en la secundaria, debido a que era víctima de bullying.
El Artículo 17 Fracción V de la Ley General para la Atención y Protección a Personas con la Condición del Espectro Autista dice que queda estrictamente prohibido permitir que niños y jóvenes sean víctimas de burlas y agresiones que atenten contra su dignidad y estabilidad emocional por parte de sus maestros y compañeros.
Pilar dice que a Luis aún le provoca ansiedad incorporarse a un sistema educativo por las experiencias que vivió, a pesar de que su capacidad intelectual es alta.
Luis habla perfectamente.
Recién concluyó su preparatoria y trabaja en el área de entrega de material a los clientes en una ferretería.
“Leo cuidadosamente las notas que me traen los clientes, reviso que venga el código, la cantidad de cada cosa y la descripción, porque si algo se te pasa o entregas algo mal ¡pum!, ya la regaste”, platica Luis.
Y platica que quiere ser chef.
“Tengo buena memoria para decir en la cocina ‘ay, le falta esto, le falta lo otro y así’”, platica.
Pero también le gusta la informática, la mecánica, sabe de memoria los países de Europa y es experto armando rompecabezas y jugando ajedrez.
Además tiene afición por los aviones y cuándo le preguntan por qué le gustan, responde:
“Porque me traslado rápido de un territorio a otro, son una maravilla. Son un palacio, un edificio, un hotel con alas, haz de cuenta”.
ROCÍO: DEJA TODO POR UN HIJO AUTISTA
Rocío Rodríguez es sólo una de las tantas y tantas mamás que ha tenido que dejar a un lado su profesión. Rocío es abogada, pero estudió un poco de educación especial para así enseñar a Eduardo, su hijo de 13 años diagnosticado con autismo, las cosas que sus maestros de la escuela no le podían enseñar.
“No estaba obteniendo resultados con los maestros”, suelta.
Rocío narra que desde que Eduardo tenía tres años lo empezó a llevar con maestros, psicólogos y médicos, pero tenía una barrera, estaba como bloqueado, y por más que sus profesores le enseñaban no aprendía.
A Eduardo lo habían rechazado ya de tres escuelas en Monclova, donde vive con su familia.
“Me preguntaban, ‘¿cuántas palabras dice, a los cuántos meses gateó, caminó?’, que ‘¿cómo fue el control de esfínter?’. Decían ‘es que el niño debe tener un número de palabras para poder entrar’”, recuerda las excusas que le daban.
Entonces Rocío comenzó a trabajar con él en casa y miró que Eduardo avanzaba.
“Pero porque yo sé cuáles son sus debilidades. Si quería jugar con su celular le decía, ‘no te lo voy a dar porque no estás poniendo atención. Coopera conmigo y tienes tu recompensa”’.
Tras la llegada de la pandemia las clases en casa con Eduardo se intensificaron.
“Si en presencial no coopera en línea menos”, pensó Rocío y se puso a estudiar psicología de manera autodidacta para comprender más sobre las emociones de su hijo.
Rocío dice que estas estrategias complementarias le permitieron a Eduardo terminar bien su educación primaria.
Sin embargo, Rocío desistió de inscribir a Eduardo en la secundaria, por temor a que fuera víctima de bullying, y decidió llevarlo a la Fundación de autismo y down Aprendiendo Juntos en Monclova, donde hay una escuela a la que asisten niños con estas discapacidades.
Si tan solo el gobierno – dice Rocío - se propusiera que cada escuela tuviera su maestra de apoyo, habría muchos niños integrados en un sistema educativo normal y los padres no tendrían la necesidad de buscar una escuela con niños iguales a él.
Rocío dice que Eduardo va progresando gracias a que alterna su educación con terapias, deporte y clases de inglés.
Sin embargo, Eduardo habla palabras sencillas y no puede sostener una conversación.
“¿Una carrera universitaria?, él no se desarrollaría porque tiene muchas limitaciones”.