A pesar de los incrementos en consultas por depresión o defunciones por suicidio, todavía persiste una sociedad que se voltea cuando está frente a una enfermedad mental. ¿Por qué le tememos al psiquiatra?
- 07 octubre 2024
La salud mental tocó a la puerta de Sanjuana Cisneros Reyes hace 27 años. Y a partir de allí todo cambió.
Su hijo Mario Antonio Lozano Cisneros tenía 16 años cuando comenzó a hablar incoherencias. A decir que controlaba la naturaleza. Dejó de dormir, de comer carne, de comer.
“Pensé que era droga”, recuerda la madre, Sanjuana. Hasta ella y su esposo le mandaron a hacer una prueba antidopaje. No era nada de eso.
Gracias a que el esposo de una amiga era psiquiatra, un día los invitó a cenar para que analizaran el comportamiento de su hijo. No tardó mucho para recibir un diagnóstico: esquizofrenia.
Comenzaron a medicarlo, pero todo llegó acompañado de la ignorancia, el desconocimiento y el miedo.
“En primer lugar hay una negación de la familia, un desconocimiento. Tenemos miedo a la palabra loco, a la palabra psiquiatra. Es más dulce llevarlo a un psicoterapeuta”, comenta Sanjuana Cisneros.
Desde entonces han pasado 27 años. Hoy su hijo tiene 43 años. Son 27 años en los que, asegura, ha aprendido mucho.
Pero el camino no fue fácil. No es fácil.
UN PROBLEMA DE FAMILIA
Tener un enfermo mental en casa representa un antes y un después, relata Sanjuana Cisneros, no solo madre de un hijo esquizofrénico, sino también presidenta de la Asociación Lagunera para la Salud Mental (ALSAME), una asociación fundada en 2005 en Torreón e integrada únicamente por familiares con un ser querido que padece esquizofrenia, bipolaridad, depresión, trastorno obsesivo compulsivo, estrés postraumático, trastorno de ansiedad o personalidad límite.
La señora Cisneros explica que hay tres etapas emocionales esenciales: durante la crisis, la búsqueda de ayuda y el apoyo a otros. Aunque aclara que en cualquier momento se puede estar en la etapa de crisis.
Sin embargo, no todo fue fácil porque inició con el desconocimiento de la enfermedad. Se enteró después que la esquizofrenia de su hijo era hereditaria. Que había antecedentes en la familia.
“Empezamos a informarnos qué sucedía. Por qué presentaba los síntomas. Empezamos a estudiarlo. Pasamos por muchos psiquiatras”, recuerda la madre.
Sanjuana tuvo dos opciones: ver su caso como una tragedia, no levantarse de la cama, esconderse, esconder a su hijo y no dar la cara, o tomar a su hijo y decirle su padecimiento, la evolución que tendría y el tratamiento que necesitaba.
“Doy la cara a la sociedad, a todo mi entorno social”, comenta.
La realidad es que no todos asumen esa actitud. Las familias en general no están preparadas ni educadas para tratar el tema, comenta la psicóloga Adriana Romo. Dice que no todos los trastornos tienen el mismo impacto en la funcionalidad de la persona, pues entre más severo sea, más difícil será para las familias.
Humberto Márquez, doctor en psicología, lamenta que todavía no se pueda quitar el estigma a la salud mental, a pesar de que se enfatizó su importancia a raíz de la pandemia.
Sin embargo, señala que persisten los matices, principalmente el miedo que se tiene no a la salud mental, sino a la enfermedad mental.
“El momento en el que alguna persona sospecha o le refieren que puede llegar a tener un problema de salud mental, empieza a tener miedo, y hasta cierto punto vergüenza, porque las personas creen que pueden ser señaladas de loco o loca”.
Márquez, quien también es catedrático de la Universidad Iberoamericana Torreón, dice que es tiempo en que todavía no se ve a la salud mental como otra área de nuestra salud, cuando tendría que ser tan común como ir al gastroenterólogo.
MIEDO Y DESINFORMACIÓN RETRASAN DIAGNÓSTICOS
Ya sea por miedo, ignorancia o estigma, esto deriva en la forma como se aborda el tema de la salud mental, aseguran especialistas.
Adriana Romo menciona que en su experiencia hay trastornos incapacitantes como esquizofrenia o una depresión severa que sí causan disfuncionalidad, y se retrasa mucho el hacer un diagnóstico porque las familias, al no conocer el tema, lo van dejando pasar.
Esto es algo que Sanjuana Cisneros conoce bien desde hace 15 años que se unió a ALSAME.
Relata que, en su experiencia, las familias suelen relacionar cuadros psicóticos con temas mágicos y los llevan primero al brujo. Y cuando piden los datos y antecedentes médicos del familiar, resulta que tenía cinco, siete, 10 años sin una correcta atención.
“La atención se retrasa mucho porque nos falta información. Debiéramos tener la información sobre las condiciones de salud mental”, se queja.
Otro problema es que muchas veces los pacientes se diagnostican solos, asegura Luisa Braham, directora de la asociación Terapeando Vidas. “Lo más fácil es que mediquen al niño porque es hiperactivo, sin saber. Hay mucha ignorancia, todavía hay esta creencia de que a terapia van los locos”, dice.
Para la señora Cisneros abunda mucho el miedo porque se trata de una situación desagradable, traumática, como una pérdida. Y por consecuencia hay un mecanismo de defensa, de protección.
En su caso, la aceptación tardó años, reconoce. El saber que su hogar ya no sería “normal”, el involucrar a su esposo, a sus hijas, fue un proceso que llevó tiempo.
“Es labor continua para tenerle el respeto a mi hijo, pero también que él se enseñe a respetar. Es una educación continua en casa”, comenta.
Humberto Márquez explica que la salud mental difícilmente puede ser individual porque somos seres sociales y necesitamos o estamos siempre acompañados de personas.
“Si la persona siente el apoyo y el respaldo de la familia, pues va a ser una situación favorable para que él pueda salir o ella pueda salir de esa situación que está viviendo. Entonces el rol de la familia es muy importante y los efectos de la salud mental sobre las estructuras familiares, pues también son muy importantes”, menciona.
Márquez comenta que el dejar de ser funcional significa dejar, por ejemplo, de proveer sustento a una familia, un problema de control de impulsos que desencadena violencia y eso también afecta mentalmente a los miembros de una familia.
Luisa Braham, directora de Terapeando Vidas considera que cuando una persona acude a terapia, en realidad viene todo el entorno, pues muchas veces el entorno es la enfermedad y quien llega es el síntoma.
“Por eso tenemos que enseñar el panorama completo, el familiar. Llegan a resolver los problemas de la casa”, comenta Braham.
El psicólogo Márquez agrega que aunque individualmente se esté en terapia o si está toda la familia, los cambios y repercusiones, los movimientos en las dinámicas van a tener un impacto.
Tal vez por ello, de cada 10 padres sólo quedan dos en el cuidado de los hijos con enfermedades mentales severas, asegura la presidenta de ALSAME. La mayoría de quienes se quedan al cuidado son las madres, las mujeres. Los padres inclusive desaparecen de la escena.
La gran mayoría de las enfermedades mentales son crónicas, lo que quiere decir que empeoran con el paso del tiempo, dice Márquez.
“A medida que se identifique o se intervenga más rápido en la situación de salud mental, pues se va a poder gozar de una mayor y mejor funcionalidad”.
Lo mismo sostiene Romo y asegura que inclusive pueden tener un trabajo, pero si no hay atención y no se sabe cómo tratarlos, el deterioro es más rápido porque es algo degenerativo. En el caso de Antonio, el hijo esquizofrénico de Sanjuana, pudo trabajar en una empresa de la familia.
Sin embargo, Márquez lamenta que muchas veces las personas o el entorno niega la existencia de alguna enfermedad mental y lo justifican en que “así es la persona, es muy reservada, siempre ha sido callado, no le gusta interactuar”.
La familia es el primer contexto en el cual se puede asociar al paciente con algún problema y darse cuenta que existe una enfermedad o que está sucediendo algo, añade el también catedrático de la Ibero Torreón.
UN PROBLEMA DE TODOS
De acuerdo con el artículo 66 de la Ley Estatal de Salud, la prevención y atención de la salud mental, en función del interés superior de las niñas, niños y adolescentes, tiene carácter prioritario, así como para todas las personas que así lo necesiten.
Además, establece el mismo artículo que las instituciones de salud públicas y privadas adoptarán todas las medidas necesarias para brindar la atención a la salud mental para quien lo requiera.
Sin embargo, Adriana Romo critica que para el sistema los enfermos mentales, incluyendo los adictos, se trata de personas desechables.
Asegura que cuando una enfermedad mental se detecta a tiempo no tiene que ser discapacitante. Lamenta que muchas veces dejan o abandonan a los enfermos para ver cómo sobreviven, sin el más mínimo respeto a los derechos.
Humberto Márquez dice que es necesario educarse y reeducarse en estos temas. Considera que la cultura del individualismo lleva a pensar en uno mismo, aunque se trate de un familiar que está sufriendo.
Indica que sí hay situaciones en la que la atención y cuidado de una persona con una enfermedad mental, se vuelve complicada y en muchas ocasiones cuando esta deja de ser funcional, evitan el cuidado. Por eso el psicólogo comenta que se tiene que promover el autocuidado para la construcción de la salud mental y no para la construcción de la enfermedad.
Aunque muchos prefieren cerrar los ojos y no darse cuenta, comparte Sanjuana Cisneros. Como presidenta de ALSAME recibe en ocasiones hasta 20 llamadas por situaciones de crisis.
Sin embargo, señala que no hay una capacitación de las autoridades y no conocen los síntomas. Tampoco tienen a dónde llevarlos porque no existen lugares especializados.
En ALSAME ofrecen dos cursos al año, uno para familias de enfermos y otro para pacientes. Los temas que tratan en las capacitaciones le han ayudado a manejar la enfermedad mental de su hijo, a involucrarse con toda la familia.
“El grupo me ha permitido sanar, en la medida en que me involucro con los que hablan el mismo idioma, comienzo a sanar. Muchas familias llegan muy desconcertadas”.
SIN POLÍTICAS DE SALUD MENTAL
Humberto Márquez menciona que falta mucho en el tema de infraestructura en el estado cuando considera que es urgente y necesario, por ejemplo, contar con un hospital psiquiátrico.
De las 432 unidades médicas de salud pública existentes en Coahuila, solo dos se especializan en la salud mental: el Centro de Salud Mental (CESAME) Saltillo y el Hospital Psiquiátrico de Parras (HPP). Actualmente, en Torreón no existe ningún hospital o centro de salud especializado en el tratamiento de la salud mental, diferentes instituciones tratan pacientes a manera de consulta, pero no a nivel hospitalario. Los únicos esfuerzos vienen de organizaciones civiles como Vida Centro de Salud Mental o la Casa de la madre Lola, esto en Torreón.
El alcalde de esta ciudad, Román Cepeda González prometió en su primera campaña para la presidencia municipal la creación de centros de salud mental permanentes e itinerantes, pero en tres años no se ha concretado. En su segunda campaña, prometió “duplicar esfuerzos para consolidar un centro de atención a la salud mental”.
A la fecha no hay nada iniciado. Y al parecer todo queda en el papel. Uno de los puntos del Plan de Desarrollo Municipal es precisamente gestionar mecanismos de valoración y atención psicológica, servicios y asistencia en materia de salud mental para detectar y brindar atención a población con afecciones psicoemocionales, como ansiedad, depresión y pensamientos suicidas.
El psicólogo Márquez menciona que se requieren políticas públicas que favorezcan o que permitan el acceso a la salud mental porque se trata de un derecho de los ciudadanos.
El gobernador Manolo Jiménez Salinas impulsó a inicios de su gobierno la instalación del Consejo Estatal de Salud Mental y Adicciones, que tiene como fin implementar programas y estrategias de sensibilización para fomentar el autocuidado y la relevancia de la salud mental en la comunidad. Inclusive se creó la dirección de Salud Mental y Adicciones dentro de la Secretaría de Salud del Estado.
Márquez dice que se tiene que partir del supuesto de que una persona que está necesitando atención de salud mental especializada, atención de un hospital psiquiátrico, ya tiene una afección que lo vuelve incapacitante.
Adriana Romo critica los presupuestos que se asignan a salud mental por parte de los gobiernos, aunado a la falta de hospitales psiquiátricos en el país.
“Todo lo demás que tiene que ver con salud mental como la prevención o la educación, está en la nada”, critica Romo.
Dice que hay una tremenda escasez de instituciones especializadas en donde se trate a las personas profesionalmente y con respeto a los derechos. Asegura que la gran mayoría de las personas con una enfermedad mental en México viven a la deriva.
“Las familias no pueden, sobre todo con adicciones, tendencias suicidas, trastornos de la personalidad, personas con esquizofrenia, con alguna psicosis orgánica. Es complejo, es cansado”, recalca.
En Coahuila únicamente existen 70 camas disponibles en el psiquiátrico de Parras y 48 camas para adultos y 10 de paido psiquiatría en el CESAME de Saltillo, es decir, 4 camas psiquiátricas por cada 100 mil habitantes, a pesar de que la media mundial es de 11 camas, según el Atlas de Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2020, e incluso hay países europeos que reportaron hasta 25 camas por cada 100 mil habitantes.
Por eso la psicóloga Adriana Romo recalca que se trata de un tema pendiente que el sector salud ha evadido.
Ante este panorama, la realidad se plasma en las calles al ver a muchas personas que viven en ellas, comenta Adriana Romo. Otros, si tienen suerte, estarán en centros como los anexos. “No hay capacidad para atender estos problemas”, insiste.
Además, en general la atención especializada de psiquiatría y psicología se considera oneroso para la familia.
Esa fue una de las razones por las que surgió la asociación civil Terapeando Vidas, de Luisa Braham. Relata que ella, como alcohólica anónima, en una ocasión visitó un anexo en Francisco I. Madero y le impactó que una jovencita de 13 años se aventara de una ventana después de que diera la plática. Después, una señora le dijo que no tenía para pagar 500 pesos para un psicólogo.
Entonces decidió crear la asociación para ayudar a través de voluntarios a dar consultas psicológicas a un bajo costo. La asociación comenzó con cuatro consultorios y cuatro psicólogos y desde entonces ha crecido.
“Queremos que las personas se conviertan en el súper héroe de su propia historia porque nadie toma en cuenta la salud mental”, dice.
ADICCIONES Y SUICIDIOS, UNA EPIDEMIA
Adriana Romo dice que el problema de las adicciones es insostenible y señala que no hay lugares especializados para atenderlos y a pesar de que desde hace más de 30 años se ha establecido un diálogo con autoridades, sigue sin haber un hospital psiquiátrico.
Explica que un trastorno por adicción es una enfermedad y aunque el sector salud lo reconoce, muchas personas no lo entienden. Por ese motivo la adicción se trata como un delito, se criminaliza, se persigue y se maltrata a la persona, cuando antes que nada se trata de una persona enferma, dice.
“Una persona se vuelve adicta no por ser malo ni vicioso, hay cuestiones dentro de la personalidad y contexto que provocan que una persona empiece a consumir sustancias. La que sea. Una vez que la persona desarrolla la adicción, trastorno por adicción. Muchas personas pueden probar sustancias, pero no todos se vuelven adictos. Una vez que la persona ya desarrolla una conducta adictiva, se debe tratar como una persona enferma. Que es el principio de los grupos de doble A”.
Por el contrario, cuando una persona adicta es detenida, no se lleva a un centro médico, a un hospital, sino que es encerrada en una cárcel municipal. Asegura que aunque dentro de la adicción sea frecuente que se cometan delitos, no significa que la adicción sea un delito.
Romo ahonda en que una adicción es una conducta compulsiva que no se puede detener, ya sea de una situación legal o no legal. Y generalmente esa conducta es autodestructiva.
Luisa Braham, quien también tiene junto a su esposo un centro de rehabilitación de adicciones, considera que entre más grande la adicción, más grande el vacío. Pero apunta que el problema es de todos, y no solo de la persona adicta.
“Muchas veces no hay continuidad. Piensan que en tres meses arreglaron 40 años de daños”, señala.
A Sanjuana Cisneros, presidenta de ALSAME, también le preocupan los altos consumos de cristal porque ve los efectos en los pacientes, adicionales a los síntomas de cada enfermedad mental.
A Cisneros le preocupa lo que se va a enfrentar en los próximos años en este tema. Porque aunado a las adicciones, está el incremento en los casos de suicidio.
Humberto Márquez asegura que no solo se han incrementado, sino que también se están presentando cada vez más en edades tempranas.
En 2023 se registraron en México, 8 mil 837 defunciones por suicidio, según datos del INEGI, más del doble que hace 20 años.
Además, Coahuila ocupó el segundo lugar del país con el más alto porcentaje de defunciones registradas por suicidio con respecto al total de muertes violentas.
La psicóloga Adriana Romo dice que, por ejemplo, los intentos de suicidio son una urgencia psiquiátrica y en ese momento se necesita un internamiento, que la persona esté bajo vigilancia, que tenga un buen diagnóstico, pero no existen lugares. “A dónde lo llevan”, cuestiona. “No hay protocolos a seguir”, remarca.
Luisa Braham también ha vivido esta realidad, pues en muchas ocasiones las autoridades le han llevado estos casos sin que ellos asuman su responsabilidad.
SE TIENE QUE HABLAR
Sanjuana Cisneros está convencida que el tema de salud mental se tiene que hablar con la población, tanto como cuando se ayuda a leer y escribir a un niño.
Dice que le ha tocado casos en donde pasaron 15 años y se murió un paciente sin que el padre aceptara la condición mental del familiar.
“Es difícil de aceptar tanto para quien lo padece como para la familia y perdemos tiempo en lugar de allanar el camino”, comenta.
Para Adriana Romo estos atrasos que convierten la vida de un enfermo mental en una vida muchas veces inhumana, no habla mal de las personas, sino de la sociedad.
Luisa Braham de Terapeando Vidas refiere que para muchos la salud mental es sólo un dolor de cabeza. El doctor en psicología, Humberto Márquez menciona que se tiene que aprender a ir quitando las telarañas y estigmas en torno a la salud mental.
La señora Cisneros también está convencida que es necesario estudiar porque el conocimiento lleva luz al cerebro, lo que permite decidir el camino a transitar.
También pide perderles el miedo a muchas palabras, porque dice que mientras se mantenga el estigma, se contribuye a no superar el tema.