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Jóvenes, una generación que vive y ejerce violencia

La violencia estructural que viven los jóvenes, marcada por un abandono, precariedad laboral y marginación, ha convertido a una generación, en adolescentes con ideaciones suicidas, jóvenes llenos de furia, atrapados en el consumo de cristal, abandonados por la sociedad e inmersos en riñas violentas.

  • 09 junio 2025

En Monclova se han detenido a más de 24 mil menores infractores desde 2019, más del doble que en Saltillo, y es principalmente por alterar el orden público. En Torreón, las riñas se han multiplicado y prácticamente hay entre uno y dos reportes diarios. Desde el 2018 la Fiscalía de Coahuila ha iniciado más de 7 mil carpetas de investigación por delitos cometidos por adolescentes, principalmente por posesión simple de drogas y el Poder Judicial desde 2019 ha dictado 135 sentencias contra menores, y más de 30 fueron por delitos sexuales como violación equiparada, principalmente cometida contra menor de 15 años.

Los casos han atraído el reflector: Byron de 14 años fue asesinado a puñaladas por un grupo de jóvenes en Torreón. Otro adolescente de 15 años fue asesinado en Matamoros durante una riña; su agresor era un joven de 17 años. En Sabinas, una estudiante de 17 años fue desaparecida y asesinada. El cómplice del feminicidio fue un joven de 16 años. En Saltillo, un adolescente de 14 años fue atacado a machetazos al término de un partido de fútbol juvenil.

Víctimas y victimarios menores, envueltos en asesinatos, riñas con cuchillos o machetes, consumo y venta de droga, alteración del orden, robos o violaciones.

Fernando Araujo, sociólogo, maestro en Ciencias Sociales y doctor en Criminología, considera que estos casos son la punta del iceberg de un problema estructural que tiene el país con la juventud.

Son adolescentes que viven y ejercen violencia, comenta Cecilia Martínez López, directora regional del Centro de Integración Juvenil (CIJ) de Torreón. “Viven frustrados, viven en solitario, viven con poco cobijo de los adultos y están siendo sumamente impulsivos”, refiere.

VIOLENCIAS ESTRUCTURALES

El criminólogo Fernando Araujo vincula los eventos violentos donde están involucrados jóvenes con problemas estructurales, precariedad laboral, falta de espacio para la educación de calidad, uso de drogas duras como el cristal, y factores culturales como la necesidad de demostrar dominio en las riñas.

La encargada de la Unidad Especializada en Atención Temprana y Acompañamiento en Situación de Riesgo de la Policía de Torreón, Blanca Nancy Pérez Robles, identifica una omisión de cuidados y falta de atención de los padres hacia hijos e hijas.

Considera que han disminuido las figuras de autoridad como la familia y el sistema educativo. “Si ya no hay respeto hacia la familia, pues en ningún lado van a poder dar ese respeto. Esa falta de presencia, esa falta de ausencia paternal es lo que yo considero que nos está perjudicando mucho”, comenta.

La directora del CIJ en Torreón, Cecilia Martínez López considera que no es solo un asunto de familias, sino de la sociedad en general.

“También convivimos los maestros, la gente de la calle, la gente de la comunidad, la gente de las tiendas de autoservicio. Y si tenemos adolescentes que están siendo problemáticos es porque son adolescentes en problemas”, expone Martínez López.

Y resalta que es responsabilidad de todos, pues los síntomas ahí están: adolescentes que agreden, que se drogan, que se cortan, que no se adaptan, que se salen de la escuela.

Explica que la violencia no es una enfermedad o trastorno, sino una conducta que se aprende, se repite y se perpetúa.

“¿Cómo no vamos a tener adolescentes que van a responder o que van a generar alguna agresión si ellos mismos viven y se sienten violentados? El tema es que cuando un adolescente responde así, nuestra pregunta es, ¿de dónde él se está sintiendo tan mal para que se atreva a agredir a un compañero?”.

$!Decenas de menores de edad son detenidos en Coahuila por muchos motivos, principalmente por alterar el orden, riñas o consumo de drogas.

AUMENTAN LAS RIÑAS

En los últimos seis años las riñas han aumentado en municipios como Torreón. En 2024 hubo reporte de 592 riñas, según respuesta a una solicitud de información; prácticamente entre una y dos por día. Y hasta mayo de este año sumaban 255, más que todas las reportadas en 2023, por ejemplo.

En Acuña, municipio fronterizo, se registran 325 detenciones anuales de integrantes de pandillas, principalmente por alterar el orden público, de acuerdo con una respuesta a una solicitud de información al Ayuntamiento. Y en la información precisa que en el sector 5 de la ciudad, se reciben de tres a cuatro reportes por día donde se solicitan rondines por temas de alteración de orden público.

Acuña tiene registro de 11 pandillas, según respuesta a una solicitud de información. Saltillo realizó un diagnóstico en 2019 donde identificó 15 pandillas “problemáticas” como Psychos, Baggis 2000, Rieleros, Homies, Gavilanes, Millonarios, entre otras.

A diferencia de Acuña y Saltillo, Piedras Negras reservó la información, y Monclova y Torreón aseguraron que no existen pandillas, al considerar, según la respuesta en el caso de la Policía de Torreón, “que faltan muchas características para afirmar que en una colonia exista una”.

Blanca Nancy Pérez Robles encargada de la Unidad Especializada en Atención Temprana y Acompañamiento en Situación de Riesgo de la Policía de Torreón, dice que no se identifican como pandillas, sino que se trata de líderes negativos.

“Son jóvenes que en su mayoría ya no estudian, de 12 a 17 años. Su familia decide sacarlos porque presentan problemas”, ahonda.

Sin embargo, en el caso de Byron Alberto Sonora Hernández de 14 años, el adolescente que fue asesinado a puñaladas en una fiesta en Torreón en noviembre de 2024, los agresores, de 15 y 16 años, pertenecían a la pandilla “Los Planta 13”. El mismo mes, en la colonia La Dalia, una riña entre las pandillas Campos 13 y Vagos 13, dejó dos personas muertas a golpes y machetazos.

Fernando Araujo, quien también es investigador de la Universidad Autónomo de Coahuila (UAdeC) en Torreón, comenta que este tipo de expresiones culturales siempre estuvieron allí, pero que hubo un lapso en donde se detuvieron no a causa de las autoridades, sino del sicariato y el ajuste de cuentas de grupos criminales que acabaron con este tipo de jóvenes.

“En un proceso de ‘pacificación’, y lo digo con cautela, hay posibilidad de que puedan visibilizarse este tipo de expresiones culturales. Porque son eso, son artistas también, porque son parte de la comunidad, defienden su territorio”, explica.

Con pandillas o no, alterar el orden o detenciones producto de riñas son motivos comunes en los municipios.

En Saltillo, desde 2019 hasta 2024 se detuvieron a 9 mil 641 menores y “causar escándalos” es el principal motivo de detención con 3 mil 581 detenciones. “Ocasionar molestias como ruido” fue la segunda causa con mil 298. Además, en 588 detenciones se detuvo a menores por afectaciones a la integridad de la familia, 274 detenciones por alterar el orden como las riñas y 304 por posesión de drogas.

En Acuña, alterar el orden público es la principal razón de la detención de menores en los últimos seis años y en Monclova, de las más de 24 mil detenciones a menores infractores desde 2019, un 44.3 por ciento fue por alterar el orden público.

Aunque el municipio de Torreón no proporcionó datos, la encargada de la Unidad Especializada en Atención Temprana y Acompañamiento en Situación de Riesgo de la Policía de Torreón refiere que la mayoría de las canalizaciones son por asuntos de riñas o consumo de drogas.

Desde 2018, más de 800 carpetas de investigación se abrieron en Coahuila por el delito de lesiones intencionales cometidas por adolescentes, al menos en 78 expedientes se cometieron con arma blanca. Sin embargo, únicamente se han dictado cuatro sentencias a menores por este delito, pero también se han dictado cinco sentencias por homicidio en un contexto de riña.

Fernando Araujo, doctor en criminología, considera que en el tema de las riñas prevalecen condiciones de violencia extrema donde se disputan el espacio público y comenta que como sociedad se están dejando de atender cosas importantes.

“Tendríamos que darle un énfasis más allá de decir que son peleas esporádicas. En algunos sectores son actividades normalizadas que los fines de semana los grupos rivales se enfrenten a golpes o haya agresiones”, señala.

Recuerda que hace más de una década, el crimen organizado penetró con mayor fuerza en los jóvenes de la periferia de la ciudad y esos jóvenes se convirtieron en halcones, pero también en ‘carne de cañón’.

“Los principales fallecidos eran jóvenes de 20 a 25 años. Entonces si no atendemos el problema de raíz, tenemos el riesgo de que vuelva a entrar el crimen organizado”.

Explica que desde la criminología lo que se observa es que las riñas y los feminicidios son delitos de corte cultural, es decir, no se generan a partir de una actividad económica, por ejemplo, el crimen organizado que tiene que cobrar piso o rendir cuentas, “sino más bien está en la identidad y en los procesos cotidianos de las personas. Es decir, el patriarcado está presente en este tipo de delitos”, detalla.

Cecilia Martínez explica que existe un protocolo de actuación en el que Seguridad Pública recibe los reportes, atienden una incidencia y canalizan a jóvenes a instancias como el Centro. “El problema es que no llegan”, afirma.

Pasan los días y los jóvenes canalizados no acuden. Cecilia Martínez encuentra que muchos de los que no acuden tienen la característica de que ya dejaron la escuela.

$!Las riñas en el municipio de Torreón se incrementaron en 2024 y en este año la tendencia es similar.

CRISTAL, DETONANTE DE AGRESIVIDAD

Cecilia Martínez, directora del CIJ, señala que el cristal es una droga a la que se le deben muchas consecuencias psicosociales a nivel comunitario, pues es una droga asociada a conductas agresivas, a conductas impulsivas, violentas, a las fallas de juicio y de razonamiento de las personas.

“Es una droga que tiene un pase directo al sistema cerebral donde tenemos la capacidad de juicio, de autorregulación. La gente pierde el sentido, no se puede controlar”, ahonda Martínez.

Sobre el nivel de violencia, Araujo respalda que en casos particulares y a partir de estudios, aunque sin tener estudios periciales, se puede deducir que hay uso de sustancias detrás, porque alteran a las personas y generan ese tipo de voracidad, aceleración y violencia extrema.

No existe un diagnóstico certero, pero las estadísticas de la Fiscalía estatal refieren que se han iniciado más de mil 700 investigaciones en contra de adolescentes por delitos contra la salud, principalmente posesión simple de droga.

La directora del CIJ dice que es un efecto directo, pero que la pregunta previa tendría que ser ¿por qué el adolescente está buscando el cristal?

Dice que las drogas han existido toda la vida. “¿Por qué la están eligiendo?”, pregunta. Precisa, también, que la adicción es una enfermedad que se tiene que tratar de manera integral y que tiene un origen multifactorial.

Además, otro punto que resalta la comandante Blanca Nancy Pérez Robles, es que hay una repetición de patrones: padres que son adictos. “Si existe el consumo de drogas en los padres, imagínate la familia cómo se desintegra. Es una familia disfuncional”, dice.

Asegura que han tenido casos que describe como “sorprendentes” en donde papá e hijo se pelean por el consumo de drogas.

El sociólogo y doctor en Criminología, Fernando Araujo, añade que también lo que consumen culturalmente los jóvenes impacta. “Cuando vemos alguna serie de televisión, alguna película, cuando escuchamos música, creamos identidad a partir de eso y en ocasiones representamos o reflejamos lo que consumimos”

Para Araujo se ha normalizado la violencia criminal y en espacios públicos, sobre todo cuando la gente se habitúa a ver a los policías y al ejército en las calles, en los espacios públicos.

Lamenta que las estrategias de seguridad estén encaminadas a la militarización y por ende a las medidas reactivas y cuestiona también los recorridos y operativos de las policías en los que se estigmatiza al joven y se detiene a una persona por su vestimenta o tatuajes como si fueran delincuentes.

VIOLENCIAS EMOCIONALES

La directora regional del Centro de Integración Juvenil de Torreón, Cecilia Martínez, señala que la mitad de los pacientes que atienden llegan por consumo de sustancias y la otra mitad por problemas de salud mental, que han aumentado significativamente desde la pandemia.

Recuerda que ya se había advertido que las secuelas de la pandemia iban a ser delicadas, graves. Y señala que ha habido un pico, y se han disparado los síntomas y trastornos tanto de ansiedad, depresión e ideación suicida.

La directora detalla que inclusive han atendido niños de 11 y 12 años que tienen problemas de ideación suicida, ansiedad o tristeza permanente. Y esto también se traduce en menores cada vez más chicos asociados a asuntos de consumo de drogas o de violencias.

El año pasado el CIJ tuvo que abrir espacio y adaptar el programa de tratamiento a menores de 11 años con experimentación y a la Unidad Especializada de la Policía de Torreón han llegado casos de adolescentes “ingobernables” con machete en mano.

En las estadísticas proporcionadas por la Fiscalía de Coahuila respecto a carpetas iniciadas por delitos cometidos por adolescentes, destaca, por ejemplo, casos de niños de nueve y 10 años del municipio de San Pedro, investigados por abuso sexual; carpetas de investigación de menores de 12 años imputados por violación, narcomenudeo o portación de armas prohibidas, o adolescentes de 13 años imputados por privación de la libertad o feminicidio.

Martínez dice que muchas de las violencias que viven los jóvenes son violencias emocionales, psicológicas; comentarios devaluadores, descalificadores; violencias en el noviazgo, en las relaciones interpersonales, en las amistades, en relaciones tóxicas.

La directora del CIJ considera que faltan cuestiones de formación de recurso humano e incluir en las diferentes dependencias, a personas preparadas y especializadas en salud mental.

$!La directora del Centro de Integración Juvenil (CIJ) de Torreón, Cecilia Martínez, considera que la responsabilidad es de toda la sociedad.

UN ANTES Y DESPUÉS DE LA VIOLENCIA

La directora del CIJ, Cecilia Martínez, comenta que hay un antes y un después de la violencia de alto impacto que se vivió en el periodo 2007-2014. Pues antes el adolescente tenía mucha seguridad en el tema de la recreación, de la diversión o convivencia, lo que representaban experiencias formativas, generación de lazos en las relaciones interpersonales que generaron un sano desarrollo. Todo eso cambió y durante la época de violencia se dio la pérdida de espacios recreativos y la diversión empezó a asociarse con el miedo.

“¿Qué pasa con el después? Esa idea continúa. Aunque haya calma o más calma que antes, no hay manera que volvamos a regresar al antes. Jamás. Entonces, ahora sabemos que la nueva diversión y recreación de los adolescentes, que es necesaria para su sano desarrollo, pues está ahorita condicionada a horarios, lugares, personas. Y eso genera lazos de relaciones distintas. Desconfían de todo. Entonces los adolescentes han tenido una forma distinta de socializar”, explica la directora del Centro de Integración Juvenil de Torreón.

Para Martínez las secuelas visibles son que las abuelas o familiares se quedaron en custodia de esos jóvenes que están riñendo o drogando.

Son senos familiares que en su momento estuvieron inmersos en violencia de alto impacto, describe.

“Son criados por abuelos, porque en su momento mataron a la mamá, al papá. Entonces ellos se quedaron desprotegidos por esa parte. Sí hay un daño muy marcado, es algo que te marcó para toda la vida, entonces ahí empieza un descontrol, porque lo platican”.

Blanca Nancy Pérez Robles, comandante encargada de la Unidad Especializada de la Policía de Torreón, también identifica una generación cuidada por abuelos.

“Hablan a la línea de emergencia. Muchas de las veces pues la mamá, el papá que ya perdieron ese control en los hijos, pues lo primero que dicen: ‘¿Sabe qué? Venga, ayúdeme’. Hacemos el contacto con los padres, con los tutores. En ocasiones no son ni los papás. Vemos mucho que son hijos atendidos por abuelos y abuelas. Entonces, también es un punto bien importante. Hay una generación de jóvenes cuidados por abuelos”.

Reconoce que en estos casos hay un trasfondo donde posiblemente son hijos de víctimas “colaterales” y son generaciones que arrastran situaciones y emociones específicas.

Jóvenes que hoy tienen entre 13 y 20 años, nacieron entre 2005 y 2012, en pleno inicio y apogeo de la violencia entre cárteles de la droga.

Cecilia Martínez lamenta que todos esos jóvenes que sufrieron el impacto de la violencia no tuvieron duelos o síndrome de estrés postraumático atendidos.

Fernando Araujo comenta que muy probablemente estos jóvenes han sufrido procesos de violencia, no solo que vivan en casa o en la comunidad, sino que también hayan crecido en un entorno donde algún familiar fue víctima del crimen organizado o que tengan un familiar desaparecido o no localizado.

Considera, como investigador de la UAdeC, que el deber de la academia es comprender cuál es la historia de vida de los jóvenes, observar cuál es el proceso de raíz o su historia de vida.

“Ubicar ciertos indicadores que potencien el comportamiento delictivo que acaban de cometer”, explica.

Menciona que si bien se pudo contener la violencia de alto impacto, es necesario hacer una pausa e identificar los rasgos de violencia que se producen en la región. Dice que así como hay mesas de seguridad donde se presentan los reportes de incidencia, se está en el momento de generar una mesa de estrategias de prevención donde se focalice a cierto tipo de actividades delictivas o violencias.

Fernando Araujo comenta que en sectores donde no hay las condiciones óptimas de vida, donde con frecuencia se generan violencias familiares o de uso de sustancias, es probable que el crimen organizado pueda penetrar a partir de dádivas, a partir de hacer lo que el Estado no ha dado como es mejorar los ingresos de los jóvenes.

Araujo considera que no hay indicadores o diagnósticos suficientes para saber si las propuestas, proyectos o estrategias han sido las adecuadas para reconstruir el tejido social.

“Son nobles los esfuerzos, pero no están siendo sistematizados. No hay una continuidad en cada una de las propuestas que se desarrollan. Por lo regular consiste en llevar talleres de concientización a las escuelas o de organizar torneos de fútbol o de llevar plática sobre temas de género, pero no hay una sistematización que permita generar un diagnóstico adecuado”.

Insiste que se requiere profesionalizar el trabajo y construir diagnósticos o indicadoras que permitan identificar si ha reducido o no la violencia en sectores específicos.

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