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Una investigación en curso del Instituto de Geofísica de la UNAM arroja que la región Laguna es la zona del país con la mayor superficie de hundimiento, y la cuarta zona del país que más rápido se hunde. ¿La razón principal?: la desenfrenada extracción de agua del acuífero.
La Laguna se hunde cada año, literalmente. Un estudio en curso del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha encontrado que la región Laguna de Coahuila y Durango tiene un área de 2 mil 940 kilómetros cuadrados con problemas de subsidencia, que en geología es el progresivo hundimiento de una superficie, lo que la convierte en la extensión más grande del país. La zona detectada es entre tres y cuatro veces más grande que el área de afectación de la Ciudad de México.
Además, la investigación también ha encontrado que La Laguna es la cuarta zona del país que se hunde más rápido, con afectaciones más graves de entre 13 y 14 centímetros de hundimiento cada año.
“La Laguna tiene la huella muy grande, 13 centímetros por año es un valor muy alto”, dice el doctor Enrique Cabral Cano, investigador del Instituto de Geofísica y Responsable del Laboratorio de Cartografía Digital.
La causa principal de estos niveles de hundimientos son atribuidos a la extracción desmedida del agua del acuífero, señala Daniel Hernández Luna, integrante del Departamento de Servicio Geodésico de la UNAM y quien realiza la investigación “La caracterización de subsidencia y exposición de población vulnerable en la zona metropolitana de La Laguna” como parte del posgrado en Ciencias de la Tierra.
Hernández Luna realizó un análisis con tecnología satelital que abarcó siete años. Usó el método InSAR que consiste en el uso de imágenes satelitales capaces de proporcionar cambios de posición de los puntos sobre la superficie terrestre en épocas distintas sobre las zonas de interés. El estudio abarca imágenes satelitales desde octubre de 2016 al 20 de agosto de 2023.
Estas imágenes satelitales revelan que el 20% de la población en La Laguna se encuentra en zonas con velocidades de subsidencia mayor a cinco centímetros al año, la mayoría está en la parte este de Torreón, en Matamoros y Francisco I. Madero. Es decir, 2 de cada 10 laguneros viven en zonas que se hunden más de cinco centímetros cada año.
DE LA CIUDAD DE MÉXICO A LA LAGUNA
Enrique Cabral Cano menciona que a raíz del proceso de subsidencia en la Ciudad de México, que es un problema de más de un siglo, se dieron a la tarea de analizar los procesos en otras ciudades.
Un estudio encabezado por Enrique Fernández, también de la UNAM, detectó que en el país hay problemas de subsidencia en 853 localidades urbanas dentro de 29 regiones de hundimiento del terreno, que abarcan un área urbana de 3 mil 797 kilómetros cuadrados, 6.9 millones de hogares y 17% de la población expuesta a velocidades de hundimiento superiores a menos 2.8 centímetros por año.
“Nuestros acuíferos los sobreextraemos, esto se traduce en un hundimiento gradual de la superficie terrestre con muchas consecuencias”, apunta Cabral Cano.
En el caso de la región Laguna, el volumen oficial de extracción de agua subterránea según datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) es de más de mil millones de metros cúbicos al año y un déficit de disponibilidad de menos 111.4 millones, aunque expertos señalan que las mediciones de la Conagua tanto en la extensión del acuífero, y por consecuencia, en la extracción de agua, están reducidos.
“Es consecuencia del manejo deficiente de los acuíferos, no los administramos bien y en zonas semiáridas no hay mucha agua. Es una situación que debe preocupar”, señala.
Cabral Cano explica que dependiendo del material de los acuíferos, hay zonas que pierden su capacidad de almacenar agua.
Por eso el Instituto de Geofísica se dio a la tarea de hacer un levantamiento en todo el país donde detectaron que La Laguna tiene una huella de hundimiento muy extensa.
Cabral Cano indica que la huella de subsidencia no cubre totalmente la zona urbana, pero no deja de tener muchas consecuencias.
Datos proporcionados por Daniel Hernández refieren que los municipios encontrados con más problema de subsidencia son Matamoros y Gómez Palacio, y las zonas urbanas más afectadas están en Matamoros y Francisco I. Madero.
“El 62.5% de la zona urbana de La Laguna está en niveles de subsidencia superiores a menos un centímetro al año”, señala Daniel Hernández Luna.
Básicamente, en los 2 mil 940 kilómetros cuadrados detectados, significa que hay al menos un proceso de subsidencia de un centímetro al año. Aclara que donde hay mayor velocidad es en zonas agrícolas, en cultivos.
La región Laguna tiene una superficie de cultivo de más de 130 mil hectáreas tan solo de forrajes para el alimento del hato ganadero.
En la región Laguna la zona de mayor velocidad está en el este, en las partes donde hay más actividad agrícola.
Ya el INEGI en 2019 había publicado el estudio “Detección de zonas de subsidencia en México con técnicas satelitales” y detectaron hundimientos máximos de 12 centímetros por año al este de la ciudad de Torreón. El mismo INEGI refiere que también se tiene una zona con hundimientos significativos entre las localidades de El Lucero y San Felipe, en el Estado de Durango.
Hay zonas en La Laguna que alcanzan los 14 centímetros anuales, como el ejido La Esperanza del municipio de Matamoros.
EJIDO LA ESPERANZA, EL FOCO ROJO
El ejido La Esperanza de Matamoros es la zona de mayor subsidencia que se ha encontrado en esta investigación del Instituto de Geofísica de la UNAM, pues se detectaron hundimientos de hasta 14 centímetros anuales.
“Te podrías imaginar que si se tiene esa velocidad constante acumulada, lleva al menos unos 60 centímetros”, comenta Hernández Luna.
El ejido La Esperanza se encuentra a menos de cinco kilómetros del ejido La Partida de Torreón. Se puede llegar por Matamoros, pero cruzar las calles representan un obstáculo por lo deteriorado del camino. Por Torreón se llega a través de la carretera La Partida-Matamoros y se atraviesan campos de sorgo forrajero y alfalfa, así como el ejido El Consuelo.
Por décadas el río pasó por este ejido, pero desde la construcción de las presas eso se terminó. Hace cinco años los habitantes sufrían de abasto de agua, pero les construyeron una noria, y ya no les falta el agua, asegura la comisariada ejidal San Juana de Dios
En este ejido de cerca de mil 500 habitantes, nunca han escuchado de problemas de hundimiento, asegura la comisariada ejidal.
“Por su puesto que preocupa, imagínese que se abra por ahí y a uno se lo trague”, comenta San Juana de Dios.
Daniel Hernández Luna aclara que el proceso de subsidencia es lento, no toma vidas humanas, pero que las personas sí comienzan a ver daños, agrietamientos en sus casas, sus bardas comienzan a fracturarse o se ven desniveladas o inclusive se puede levantar el piso.
El proceso de subsidencia puede ser a causa de la extracción de sólidos, gases o de agua, esta última la principal causa en todo el país.
Daniel Hernández explica que la tierra tiene la composición de arena, grava, limo o arcilla y estas partículas sólidas están combinadas con el agua. El doctor Cabral explica que estas partículas tienen huecos, lo que se llama porosidad. Estas cavidades son ocupadas normalmente por el agua; se convierten en un soporte y cuando se extrae, el esqueleto se somete a una mayor presión y comienza a compactarse, por lo que el volumen o la porosidad del acuífero disminuye.
Lo que ocurre es un reacomodo de las partículas que hace que se hunda, ahonda Hernández.
“Se puede decir que el esqueleto de acuitardo es compactado y se reorganiza su porosidad, lo que provoca es que disminuya la capacidad de almacenamiento de agua subterránea. Se puede decir que se va compactando.
“Son partículas con agua, al momento de quitar el agua, queda vacío y con el mismo peso del subsuelo se va reacomodando. Hace que se pierda volumen del suelo con capacidad de almacenamiento de agua subterránea”, describe Daniel Hernández.
El doctor Enrique Cabral añade que dependiendo del tipo de material que constituye el esqueleto del acuífero, la pérdida de porosidad puede en mayor o menor medida perderse. La porosidad que se pierde es irrecuperable en muchos casos, es decir, no vuelve a ganar su anterior volumen y por consecuencia el acuífero tiene menor capacidad de almacenamiento.
“Hay consecuencias no visibles como la pérdida de captación de almacenamiento. Le restamos capacidad para almacenar agua, es como si la cisterna de nuestra casa fuera cada vez más chica”, compara Cabral.
Además, dependiendo de las condiciones del subsuelo, se presentan fallas y fracturas en la superficie que generan muchas afectaciones.
CONSECUENCIAS
El doctor Enrique Cabral Cano añade que a causa de los hundimientos de la superficie pueden ocurrir daños a estructuras civiles, casas, edificios, a la infraestructura urbana como calles, pero también a sistemas hidráulicos, drenajes o tuberías en general.
“Eventualmente todos esos sistemas subterráneos son susceptibles a que tengan desperfectos, roturas; las calles, las banquetas, los asfaltos, todo puede representar un síntoma”, dice.
Además, las fracturas pueden desencadenar contaminación del acuífero.
Daniel Hernández asegura que los siete años de cambios que observaron, revelan que el hundimiento ha sido constante, no ha sufrido aceleración o aumento, sino que ha sido regular su hundimiento.
Considera que el estudio puede ayudar en la toma de decisiones para los cambios de uso de suelo o hacia dónde no urbanizar la región.
“Es triste que adquieras una casa hoy y no sepas que estás en una zona de subsidencia y en años lo empiezas a ver”, comenta.
Cabral Cano dice que conforme las ciudades crecen y se desarrollan, muchas veces ese desarrollo urbano se da en dirección a una zona de mayor subsidencia, por lo que es un problema compuesto que tiene consecuencias en el desarrollo y viabilidad a largo plazo.
El Atlas de Riesgo del municipio de Torreón identifica que en los nuevos asentamientos humanos inherentemente aumenta la demanda de servicios hidrosanitarios que, sumado al registro de precipitaciones en temporada de lluvias, la infraestructura antigua se ve rebasada en capacidad, lo que provoca fugas en conexiones. Además, derivado de las “condiciones geotécnicas en suelo aluvial”, en algunos sitios provoca hundimientos o socavones.
VULNERABILIDAD ECONÓMICA
Daniel Hernández Luna explica que como parte de la investigación realizaron una evaluación de vulnerabilidad socioeconómica para la zona metropolitana de La Laguna y encontraron que casi el 58% de los habitantes de la región se encuentran en una vulnerabilidad alta y muy alta.
La población en vulnerabilidad económica se refiere a la gente cuyas propiedades están en una zona cuyo costo por afectación es alto o muy alto. En este caso los más proclives se encuentran en Matamoros y Gómez Palacio, y en menor parte en Torreón y Francisco I. Madero.
“Al realizar la combinación del estudio de vulnerabilidad y la velocidad de subsidencia, evaluamos el riesgo socioeconómico por subsidencia. En esa combinación de la velocidad y mapa, y la vulnerabilidad, encontramos a las personas con mayor riesgo”, comenta.
Enrique Cabral Cano explica que es fácil hacer un análisis de costos económicos de un antes y un después cuando se trata de desastres como un sismo o un huracán, porque se trata de desastres inmediatos. Sin embargo, en el caso de la subsidencia pueden pasar décadas, lo que hace que el análisis económico del costo sea más difícil de estimar.
“En la Ciudad de México podemos estimar la disminución de la vida útil de una casa o un edificio y ahí estimamos la pérdida económica”, explica Cabral Cano.
Estas fallas generan a su vez más gastos en el municipio por concepto de mantenimiento de los servicios o de reparación de tuberías.
REZAGO EN MONITOREOS Y ALERTAS
El doctor Enrique Cabral señala que en México son “extremadamente” pocos los monitoreos de subsidencia que se hacen, pues prácticamente ningún organismo estatal los realiza, a pesar de que asegura que existen varias formas y técnicas para detectar y hacer un monitoreo, ya sea a través de mediciones directas en campo, tecnología satelital, estaciones de gps, métodos convencionales topográficos, herramientas técnicas geodésicas o tecnología de radar de apertura sintética. Sin embargo, todos los sistemas de monitoreo son llevados por instituciones académicas, no por gobiernos.
Menciona que no ha habido tantos estudios académicos como cree amerita el problema. Expone que cuando se tiene un problema particular, el paso número uno tendría que ser conocerlo, pues no se pueden proponer acciones de mitigación si no se tiene una buena descripción del proceso. Una vez conocido a detalle, entonces sí definir políticas o acciones de mitigación.
Dice que en la Ciudad de México, a pesar de que se conoce el problema por más de 100 años, las acciones de mitigación han sido cortas y no han sido muy eficientes. Añade que recién en los códigos de construcción se están empezando a considerar el proceso de subsidencia, porque en los actuales no se contempla. Caso contrario en Aguascalientes, donde afirma que el código de construcción es enfático en no construir en zonas de fallas asociadas al proceso de subsidencia.
El especialista del Instituto de Geofísica considera que en la región Laguna se está en buen momento para considerar esta situación y prevenir problemas.
En Torreón se realizó un Atlas de Riesgo en 2020 y existe un capítulo de “hundimientos (subsidencia) y agrietamiento del terreno” en el que se analiza este fenómeno como “susceptible”.
El Atlas de Riesgo de Torreón encontró que para subsidencia y/o hundimientos se tiene antecedentes de registros específicamente en la colonia Plan de Ayala, Ejido Rancho Alegre, colonia Centro y Fraccionamiento Zaragoza. A este fenómeno de manera local se le conoce con el término de “abras”.
El Atlas también presenta algunos casos de hundimiento como el de la calzada Río Nazas, donde se ubicaba en su momento un socavón desde 2015, de tres metros de diámetro.
En 2021 la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, la Coordinación Nacional de Protección Civil y el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) Dirección de Investigación, revisaron el Atlas y presentaron observaciones y recomendaciones. El CENAPRED opinó que no estaba suficientemente sustentado el origen o las causas del fenómeno de subsidencia presentado y dio cuatro recomendaciones:
“Ampliar la justificación de las causas del fenómeno, ya sea por el tipo de materiales predominantes, y su posible relación con la sobreexplotación de acuíferos o la presencia de estructuras geológicas que lo propicien. 2. Realizar un mapa de velocidad de subsidencia utilizando interferometría diferencial. 3. Incluir un apartado donde se mencionen y justifiquen los pesos específicos para la elaboración del mapa “Compactación de suelos”. 4. Incluir en el sustento técnico una relación de casos y literatura relacionada con el fenómeno de subsidencia en el municipio”.
Semanario solicitó tanto a la dirección de Protección Civil de Torreón como a la subsecretaría de Protección Civil de Coahuila, información sobre el fenómeno. La dependencia estatal refirió casos de abras presentadas en La Laguna como la del 6 de julio de 2016 en el ejido San Lorenzo en el municipio de San Pedro, en un terreno aledaño al ejido utilizado como campo de fútbol. En las observaciones de esta abra, por ejemplo, se precisó que a un costado del hoyo había una construcción en desuso que era utilizada como noria de extracción de agua de los mantos acuíferos.
Otro ejemplo de la subsecretaría de Protección Civil es uno que fue muy mediático, el del ejido Buen Abrigo en Matamoros, en febrero de 2012. Este enorme hoyo en un campo de cultivo tenía dimensiones de 15 metros por 52 de fondo, aproximadamente. En este caso, la Conagua quedó en emitir una ficha técnica para informar las probables causas, pero no se informó nada públicamente.
Sin embargo, para la instancias locales de Protección Civil no existen estudios de causas, ni tampoco equipo de monitoreo de estos hundimientos. En el estudio publicado en 2019 por el INEGI, se menciona que son escasos los antecedentes de estudios de subsidencia en la región a pesar “de la importancia que representa por la cantidad de habitantes y por la actividad económica que ahí se desarrolla”.
Cabral Cano refiere que en sistemas de Protección Civil del país se ha empezado a considerar como un proceso detonante de peligro en los últimos años, a pesar de que México está entre las regiones con las mayores tasas de subsidencia.
En naciones como Países Bajos, se tiene un historial de 500 años atacando el problema (aunque no por extracción de agua) y Hernández Luna comenta que en este país un centímetro de subsidencia es mucho y comienzan a alertar desde el medio centímetro de hundimiento.
En otras regiones como Yakarta, toman el problema como un factor para migrar de la ciudad y países como Japón habían detectado el proceso de hundimiento en la década de los sesentas, pero actualmente está controlado y altamente monitoreado, “algo que nosotros no hacemos mucho”, critica Cabral Cano.
“En muchos países un centímetro es un valor altísimo, en la zona metropolitana de la Ciudad de México son 40 centímetros, en Torreón que digan 13, es un número extremadamente alto. Además, es volumen del acuífero que en pequeña, mediana o alta proporción, no es recuperable. Ese volumen está siendo perdido en el potencial de almacenamiento de agua subterránea por el acuífero”.
LO QUE SIGUE
Posterior a la publicación de esta investigación, el equipo buscará instrumentar la zona para contar con otro método y monitorear la subsidencia.
Daniel Hernández estuvo en la región para reconocer algunas zonas y ver cómo afecta el fenómeno, así como para instrumentar con equipo gps y monitorear la subsidencia; es decir, la comprobación en campo de lo que se hizo por medio de imágenes satelitales.
El Instituto de Geofísica de la UNAM buscará colocar el equipo en alguna escuela pública que se encuentre en la zona de subsidencia de mayor afectación. La tecnología tomará lecturas de la posición día y noche durante un largo periodo de tiempo en el que se observará el comportamiento.
Las estaciones se conforman de antenas de gps, receptor gps, un panel solar, baterías para la energización de la estación y un módem para transmitir los datos de lectura en tiempo real.
El objetivo es continuar el estudio y analizar otras variables externas.
Hernández añade que se ha hecho la lucha por tratar de que se regule en un marco legislativo el fenómeno de la subsidencia, porque lo ideal, recalca, es que no haya hundimientos.