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Son abuelas que se convirtieron en madres por el feminicidio o desaparición de sus hijas. Ahora ellas han transformado el dolor en un impulso para ayudar a niños y niñas que han quedado desamparados.
- 09 septiembre 2024
Con el feminicidio de Dalia Jazmín Orozco Martínez, la violencia le explotó en la cara a Imelda Martínez, la madre. Así lo sintió porque dice que todo fue intempestivo. Y porque vivió en carne propia muchas violencias.
De un día para otro se enfrentó al duelo y coraje de ser madre de una víctima de feminicidio, a la violencia institucional que frena la justicia y la violencia de no tener nada para sus nietas que quedaron desamparadas.
Todo eso la llevó, junto a otras tres madres con el mismo dolor, a crear “DAKF Siempre en el corazón”, una asociación civil que nació para apoyar a niños y niñas que quedaron huérfanos por feminicidio, a los hijos e hijas que viven la desaparición de una madre, niños y niñas en situación de vulnerabilidad o mujeres con problemas para las adicciones. Todo inició a base de dolor.
Así lo cuenta Imelda Martínez, 48 años, una tarde a las afueras del Parque Fundadores de Torreón, después de haber entregado unos apoyos.
Cuando un 14 de febrero de 2018 mataron a su hija Dalia Jazmín, las dos hijas de ella pasaron a su cuidado. Lo mismo le sucedió a Lourdes Villagrana cuando mataron a su hija Ana Karen o a Anita Leos cuando desaparecieron a su hija Dalia Adela.
Porque frente a la tragedia de un feminicidio o la desaparición de una persona, se desencadenan otros problemas.
“Vimos la problemática de los niños. Hay apoyos de gobiernos, apoyan en trámites, pero la verdad los niños quedan desprotegidos. Por eso surge a través del dolor, de la preocupación de proteger a los niños”, relata Imelda.
No se sabe con certeza cuántos hijos o hijas han quedado huérfanos de una madre víctima de feminicidio en el país. En Coahuila se estima que son más de 70 menores, según el colectivo Madres Poderosas de La Laguna.
El Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) había anunciado un censo para informar el número exacto de niños y niñas huérfanos por el delito de feminicidio, pero hasta la fecha sigue sin publicar el padrón, mientras los casos se acumulan cada día.
De acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) desde el 2015 hay registro de 8 mil 42 víctimas de feminicidio en el país, que si se multiplica por una tasa promedio de natalidad de 1.9 hijos por mujer, la cifra podría superar los 15 mil huérfanos.
LOS FEMINICIDIOS
El 14 de febrero de 2018, Imelda ya no supo nada de su hija Dalia Jazmín. Unos meses atrás se había ido a vivir con su pareja al municipio de Rodeo, Durango.
Imelda asegura que su hija se quería separar, pero la violencia machista no le admitió una negativa y por eso su pareja, Cayetano, la mató a balazos.
Actualmente tiene una orden de aprehensión. Está en calidad de prófugo y a pesar de que se han emitido toda clase de alertas, la policía investigadora en Durango no da con su paradero.
Todo el proceso ha sido difícil, asegura la señora Imelda. Un proceso que, afirma, no ha terminado.
“Te desbaratas completamente”, describe. Y todo se convierte en un efecto de cascada. “Todo afecta, son cambios muy tremendos en el seno familiar”.
Sus hijas tenían 2 y 3 años cuando mataron a Dalia Jazmín.
Las hijas de Ana Karen Soto Villagrana tenían 2 y 7 años cuando su madre fue asesinada el 18 de octubre de 2021, presuntamente por su pareja, padre de su hija más pequeña y quien actualmente está detenido y vinculado a proceso en Durango.
María de Lourdes Villagrana recuerda que en la madrugada de ese 18 de octubre, el hermano del presunto feminicida llegó a avisarle que su hija había fallecido, así, sin más explicación. Que la llevaban al hospital.
“Me dicen que mi hija se suicidó, pero no me dejaron verla en la Fiscalía, no me dieron razón, que después. Después el mp me dice que no van a entregar el cuerpo porque al parecer fue víctima de feminicidio. Ahí inicia mi calvario”, recuerda María de Lourdes.
Ana Karen Soto Villagrana de 24 años, tenía golpes e inclusive el labio abierto. La hija menor relató que el papá la golpeaba. “A su corta edad me decía lo que había pasado”, lamenta María de Lourdes.
María de Lourdes e Imelda se conocieron en la misma lucha, en el mismo calvario de ver por sus nietas que quedaron solas. María de Lourdes tuvo que dejar de trabajar para atenderlas.
Por medio de Imelda Martínez conoció a unas abogadas que le confirmaron que su hija había sido víctima de feminicidio, y que no se trataba de un suicidio.
Al feminicidio de su hija vino un torrente de tragedias para María de Lourdes: dos meses después murió su padre, un año después se separa de su esposo y comenzó a cargar con todo ella sola. “Muy difícil”, dice.
HIJOS DE MADRES DESAPARECIDAS
Dalia Adela Leos Rentería desapareció el 22 de abril de 2018 en Gómez Palacio. Salió de su casa en la colonia El Refugio porque iba a comprar cena para sus dos hijos y dos hijas. Pero no regresó.
Su madre, Anita Leos Rentería vivía en Ciudad Juárez, Chihuahua y cuando se enteró que su hija no aparecía, viajó a Gómez Palacio. Desde entonces vive en la zona porque se tuvo que hacer cargo de sus nietos de 12, 8, 7 y 6 años entonces.
Cuando arribó a La Laguna, sus nietos habían sido dados al DIF. Desde allí comenzó una nueva vida que le azotó de un día para otro.
“Rescaté a los niños en el DIF, la madrastra de mi hija los había dado. Yo me tuve que hacer cargo, aunque otra hija y un hijo también me ayudan”, cuenta Anita de 57 años.
El padre de los niños entró a la cárcel y prometió que cuando saliera, Dalia Adela aparecería. No sucedió.
Actualmente la señora Anita trabaja como costurera y vende barbacoa los domingos. Trabajó como cocinera en un comedor industrial. “Gracias a Dios he salido adelante”, dice.
Pero no ha sido fácil. Mientras ella se hacía cargo y trabajaba para mantener a sus cuatro nietos, estos comenzaron a juntar botes de plástico para venderlos. Lo hicieron sin que la abuela les dijera. “Era simplemente para las tortillas de la casa”, dice Anita. Aunque para el DIF era algo más y le mandaron un citatorio para responder.
“Qué querían que hicieran, que anduvieran robando”, cuestiona.
Anita asegura que aunque sus hijos, como le llama a sus nietos, estén bien, siempre faltará el cariño de la madre. “Son niños sufridos”, describe. Y reconoce que en ocasiones los mira tristes.
LAS MÚLTIPLES VIOLENCIAS
Las abuelas que se convierten en madres de un día para otro, viven una serie de violencias, como si no fuera suficiente perder a una hija de manera violenta.
A raíz del feminicidio de su hija y de la serie de vivencias que desencadenó, Imelda comenzó a hacerse consciente de las violencias existentes, esas que, insiste, le explotaron en la cara.
Por ejemplo, Imelda tuvo que empezar un juicio de pérdida de patria potestad porque el padre biológico no se hizo cargo. Duró más de tres años en obtener la guarda y custodia de sus nietas.
Anita Leos ya tiene la custodia. El padre no hizo nada por volver a ver a sus hijos y ellos tampoco quieren verlo.
María de Lourdes mantiene la lucha por obtener la guarda y custodia de sus nietas. Ya tiene la de la más pequeña, pero de la mayor no.
“Mi hija dejó su seguro, pero no se los he podido arreglar, la custodia de ella está parada, de la mayor”, menciona María de Lourdes Villagrana. También su hija tenía tres meses de haber sacado una casa de Infonavit y soñaba con abrir un salón de belleza.
Recientemente la exsenadora coahuilense, Verónica Martínez, había propuesto una iniciativa para que se reconociera a los hijos e hijas de víctimas de feminicidio para tuvieran la garantía de acceso a la seguridad social.
“Tenía sus proyectos de vida como casi todo mundo”, dice la madre.
Recuerda que a sus nietas les habían dado una ayuda por orfandad de mil 200 pesos por bimestre, por niña, como parte de un programa del Bienestar, pero asegura que ya van a cumplir un año sin recibir nada. “Marcamos y no dan nada, vamos a Lerdo y dicen que no saben”.
En 2021 se presentó el Protocolo Nacional de Atención Integral a Niñas, Niños y Adolescentes en condición de Orfandad por Feminicidio (PNNAOF) cuyo objetivo es garantizarles el acceso a la justicia a través de la prestación de servicios diferenciados y especializados de ayuda inmediata, asistencia y atención por parte de las instituciones que tienen ese mandato legal. Sin embargo, se desconocen los alcances que ha tenido el protocolo.
Además, dice que las dos son alérgicas, seguido tiene que llevarlas con el otorrinolaringólogo privado porque no tienen seguro.
Por lo pronto, a la nieta más grande de María de Lourdes le detectaron depresión adulta y le mandaron a hacer un estudio de 3 mil pesos; tiene que gastar en consulta del psiquiatra y medicamento que le receta.
“Es un fin de cosas que tiene que resolver uno. Se queda uno con la responsabilidad”.
ANTES DEL DUELO, ESTÁN LOS NIETOS
María de Lourdes Villagrana asegura que no ha podido vivir el duelo y que por eso suele enfermarse seguido.
Entre los males que padece están el azúcar alto, el colon irritable y migrañas. También el psiquiatra la comenzó a tratar porque se tornaba agresiva.
La madre dice que todas las abuelas se convierten de un día para otro en cuidadoras de los nietos y todas tienen la misma necesidad de no poder trabajar.
Esa fue la razón para comenzar la asociación. “Lo poco o mucho que nos llega son bendiciones para los niños”, dice.
En este regreso a clases, por ejemplo, con los apoyos se ayudaron para pagar menos en cuestión de útiles escolares. Esto a pesar de que la Ley General de Víctimas en su artículo 52 establece que los gobiernos federal y las entidades, así como los municipios que cuenten con capacidad, deberán “entregar a los niños, niñas y adolescentes víctimas, los respectivos paquetes escolares y uniformes para garantizar las condiciones dignas y su permanencia en el sistema educativo”.
María de Lourdes quiere seguir ayudando a las mujeres que son violentadas, que salen de relaciones conflictivas con hombres violentos.
Asegura que se ha sentido bien al formar parte de la asociación porque ha podido sacar un poco del dolor que tiene, ha podido compartir un poco de su experiencia.
“Hay muchas jovencitas que se acercan a platicar con uno y eso me da satisfacción”.
Anita dice que primero están sus nietos antes que ella.
Imelda dice que antes de pensar en otra cosa, tiene que atender a sus nietas. Sabe que no puede caerse porque ahora las niñas dependen de ella.
Asegura que pese a algunos apoyos gubernamentales que en ocasiones aparecen, estos no son suficientes.
Según el Protocolo Nacional de Atención Integral a Niñas, Niños y Adolescentes en condición de Orfandad por Feminicidio, las autoridades de los tres órdenes de gobierno tienen la obligación de proteger los derechos y esto implica la identificación de cada niña, niño o adolescente en orfandad por feminicidio; la atención y protección inmediata por parte del Ministerio Público (MP) y de las autoridades correspondientes con el acompañamiento de la procuraduría; atención médica, apoyo psicológico de emergencia, representación jurídica, la emisión de medidas de protección para una restitución de sus derechos y, de ser necesario, su canalización a un centro de atención del Sistema Nacional DIF o privado.
UN IMPULSO QUE RECIÉN COMIENZA
DAKF apenas inició como asociación. Atiende a niños y niñas que quedaron huérfanos por feminicidio, por desaparición o menores en situación de vulnerabilidad. También buscan apoyar a jovencitas con problemas de adicciones.
La asociación, por ejemplo, ha apoyado con la entrega de útiles escolares para esos niños y niñas, la donación de alimento no perecedero, ropa y demás necesidad. Piden apoyo para recibir donaciones.
Han apoyado a 20 niños huérfanos por feminicidio y más de 30 mujeres a las que han dado pláticas en anexos femeninos.
“Los niños vulnerables son un montón, los dejan con las abuelas. Es la vida diaria”, dice Imelda.
Los casos que han atendido son porque han investigado o porque llegan a ellas a través de las redes sociales.
Actualmente se están coordinando con el Instituto Municipal de la Mujer (IMM) de Torreón para dar pláticas a mujeres en situación de vulnerabilidad.
DAKF es por las iniciales de cuatro hijas del grupo: Dalia, víctima de feminicidio; Adela, víctima de desaparición; Karen y Fernanda, ambas víctimas de feminicidio.
Imelda resume que el propósito de la asociación es proteger y salvaguardar a las niñas y niños, tratar de que tengan una vida digna. “Hay muchas carencias, queremos contribuir un poco, en su alimentación, en que tengan un lugar digno dónde vivir... Tantas cosas, pero no alcanza. Necesitamos la empatía de la gente”.
LA LUCHA Y ESPERANZA SIGUEN
A seis años del feminicidio de su hija, Imelda confía en que la causa penal se cumpla y vea al feminicida de su hija tras las rejas. Su preocupación ahora son los niños.
Imelda dice que sus hijas están bien, pero que a ella le pega muy duro todavía saber que su hija no está con ella.
“Tengo recuerdos muy bonitos, cuando era navidad, año nuevo”, recuerda sobre los momentos felices, pero después dice que hay recuerdos que no quita de su mente, como la manera tan terrible como le quitaron la vida a Dalia Jazmín.
“Yo espero un regreso, pero estoy consciente de que no”.
Si alguien le pregunta a Anita cómo le ha hecho para sobrellevar la crianza de cuatro nietos, ella contesta: “con la mano de Dios”.
Asegura que ella y los nietos, ahora de 18, 14, 13 y 12 años, son bien luchistas.
“La mayor se pone a hacer pulseras, collares y se va y los venden. Ellos estudian, yo trabajo... salimos adelante como sea”.
Anita Leos se unió a DAKF porque, además de que quiere ayudar a sus nietos y a otros menores en la misma condición, para ella se trata también de mantener la esperanza porque su hija regrese a casa.
La recuerda como una buena hija, querendona, alegre, risueña, trabajadora. “Siempre con su sonrisa de oreja a oreja”.
María de Lourdes Villagrana recuerda a su hija Ana Karen como una mujer alegre y trabajadora. “Todos los días nos reíamos”, comenta. Dice que era costumbre que su hija la abrazara y los sábados los esperaba con ansias, como si fuera una fiesta, porque ella llegaba temprano del trabajo y toda la tarde la compartían.
“No me podía ver decaída, porque me decía, ‘échale ganas, amá’. Era su frase”, platica María de Lourdes.
A Anita su hija Dalia Adela le solía decir: ‘mamita, échale ganas’. Siempre con una sonrisa de oreja a oreja, recuerda Anita.
‘Échale ganas, amá’, ‘mamita, échale ganas’. Parece que esas frases resuenan.