¿Cómo mejorar las condiciones laborales de los artistas? Un sondeo con artistas de Saltillo arrojó datos sobre las circunstancias en las que realizan su arte, las dificultades y alternativas, así como las posibilidades para un panorama laboral más justo
- 19 marzo 2024
“Te vas a morir de hambre”, dice casi cualquier persona cuando escucha que otra ha decidido dedicarse al arte. La frase es muy generalizada; sea músico, pintor, actor... todos los artistas la han escuchado en algún momento de sus carreras. Como broma es recurrente, incluso entre el gremio, y como realidad es dolorosa.
Porque una frase tan popular no se basa en una creencia infundada, vivir del arte es difícil. No cualquiera lo logra y quien lo hace no puede garantizar que otros puedan seguir su fórmula. Si bien existen programas, becas, apoyos, sistemas, festivales y uno que otro mecenas, artistas consultados aseguran que no existe una estructura sólida para que los estímulos y opciones de financiamiento sean accesibles, equitativos y constantes, ni para incentivar el consumo de bienes culturales por parte del público.
Ante esta situación lo más sencillo sería desistir, seguir el consejo que acompaña a la mencionada sentencia y encontrar una carrera más redituable. Una alternativa así, además de inviable para quien ha encontrado su vocación en el escenario, sobre el lienzo, entre la arcilla, con la melodía, frente a la cámara, por medio de las letras o en cualquiera de las expresiones artísticas presentes y futuras, desestima la necesidad de mejorar las condiciones laborales de quienes ponen cuerpo, mente y alma para ofrecer a las masas desde el más inocente divertimento, hasta la experiencia más profunda y conmovedora.
En SEMANARIO conversamos con 30 creadores saltillenses que se desempeñan en las áreas de artes visuales, teatro, danza, literatura, música y gestión cultural, para conocer la manera en que llevan a cabo su quehacer artístico. Los datos reafirman mucho de lo que ya se intuye sobre la situación, aunque el ejercicio también arrojó nueva información que contrasta incluso con estudios similares realizados a escala nacional y muestran la particularidad de la escena local.
La precariedad presente
A mediados del 2022 la Secretaría de Cultura federal, por medio de la plataforma México Creativo, presentó los resultados del sondeo nacional 2021 de Percepción del Impacto de COVID-19 en la economía cultural del país. La muestra de mil 32 participantes, más allá de los datos relacionados con las afectaciones que dejó la pandemia, reveló que 47.4% no cuenta con afiliación a seguridad social o servicio médico, y que 36.5% debe recurrir a otra fuente de ingresos no relacionada con su actividad cultural.
Esta se concentró en lugares como Ciudad de México, el Estado de México, Hidalgo, Jalisco y Guanajuato, con Coahuila aportando solo 1.4% a la muestra. Lo que recabamos en Saltillo, en cambio, es muy diferente. De los artistas encuestados el 71.43% tiene un empleo primario que le permite subsistir, así como financiar sus proyectos culturales; menos del 30% vive del arte. Del total solo 42.8% cuenta con seguro de gastos médicos —y otras prestaciones—, principalmente a través de su trabajo no relacionado con su práctica artística, y solo hubo un caso de alguien que contrata un servicio médico privado.
Asimismo, independientemente de si viven o no de su arte, los creativos en la capital coahuilense dedican en promedio de un 30% a un 70% por ciento de sus ingresos a la producción de sus proyectos, una inversión que solo se recupera o supera menos del 50% de las ocasiones. Para el resto crear implica pérdidas.
“Básicamente te alcanza para ejecutar tu idea, comprarte algo extra y se acabó”, respondió la bailarina y coreógrafa Penélope Quero sobre el tema.
“Cero, quedo en números rojos, más bien”, compartió Mercedes Aquí, artista contemporánea, quien además señaló la dificultad que implica hacer redituable la producción de obras no objetuales –como el performance– en el mercado actual.
También México Creativo contabilizó que el 85.9% cuenta con una carrera técnica, licenciatura o grado de estudios superiores. En el caso de los saltillenses este porcentaje fue de 92.8%, lo que indica que los creadores cuentan en su mayoría con un alto nivel de escolaridad.
Con becas... lo que alcance
Tantos estudios no son suficientes si la informalidad en que laboran los artistas afecta no solo sus condiciones de vida, sino también lo que pueden llegar a mostrar al mundo.
Cuando Ángel Leza hacía teatro en la Ciudad de México llegó a organizar fiestas para costear sus obras. El cover pagó la producción, aunque a los actores tenía que pagarles con la taquilla. Uno creería que en la capital del país existirían mayores oportunidades de financiamiento para los artistas. En cambio, recuerda que su trabajo como actor con una compañía financiada por el estado de Tamaulipas, así como becas FONCA –de la que formó parte del 2008 al 2013, antes de viajar a la capital a estudiar teatro de manera profesional–, fue bien remunerado.
Desde su llegada a Saltillo, hace un par de años, solo ha presentado dos montajes, uno de los cuales fue posible gracias al Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico PECDA, otorgado por las Secretarías de Cultura federal y estatal, que, con el Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales, exFONCA, son los principales métodos de financiamiento reportados por los artistas. De acuerdo con información recabada para este reportaje, quienes han vivido o viven actualmente del arte, el 70% lo hace gracias a este tipo de esquemas.
Sin embargo, señaló que esta forma de trabajo no permite la creación de grandes producciones y, en general, siempre ha procurado trabajar con equipos pequeños.
“No hago teatro con más de tres personas en escena, contando con que siempre tengo aparte un escenógrafo y un iluminador [...] Esto te acota hasta la creación, porque si quieres montar un Shakespeare, con diez personas en escena, necesitas mucho más dinero”, dijo.
En años recientes las únicas obras con más de 5 miembros en el elenco y funciones en teatros grandes fueron “Los empeños de una casa” de Sor Juana Inés de la Cruz y “La casa de Bernarda Alba” de Federico García Lorca, la primera producida por la Secretaría de Cultura de Coahuila (SC) en 2019 y la segunda por el Instituto Municipal de Cultura de Saltillo (IMCS) en 2021.
De forma similar los entrevistados coincidieron en que existe una conciencia de los alcances de su presupuesto y las limitaciones que conlleva, lo que permite mitigar potenciales endeudamientos —aunque esto es más difícil en el caso de quienes administran un espacio, teatros o auditorios—. Pero al mismo tiempo denunciaron que la instancia más común que provoca deudas es el atraso en los pagos de las becas y estímulos, lo que consideran una “falta de respeto” a los procesos artísticos por parte de las instituciones de cultura que suele llegar de la mano de un calendario de entrega de proyectos inamovible.
“Una de las cosas está más desatendida por las instituciones culturales es que no toman en cuenta los tiempos de la gente que trabaja del arte, solo los tiempos burocráticos. Los funcionarios públicos reciben un pago fijo, mientras que los trabajadores de la cultura tienen que esperar, un mes, dos meses, tres meses o nunca le pagan algo y que ya hizo su trabajo, ya hizo su inversión. Eso es horrible, porque además no tienes una seguridad y el que los pagos no estén hechos a tiempo es algo que merma”, comentó Penélope Quero al respecto.
La dificultad de vender
En 2023 el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), a través de la Cuenta Satélite de la Cultura de México, reportó que la cultura aportó en 2022 un 2.9% del Producto Interno Bruto del país, y que creció del 8.9% al 12.6% con respecto al 2021, en contraste con la reducción que se observó en la economía mexicana en general, que pasó de 5.5% a 3.8%. Esto a pesar de que en 2020 se desplomó un 20% por la pandemia, para repuntar un 8.9% al año siguiente.
Ese mismo estudio reveló que las artesanías fueron las que más aportaron, al generar el 19.3% del total, seguidas de los medios audiovisuales, como la televisión o el cine; el diseño y los servicios creativos; el patrimonio cultural y natural; los libros, impresiones y prensa; las artes escénicas y espectáculos; la formación y difusión cultural; la música y los conciertos y las artes visuales y plásticas.
Al comparar esto con los estados cuyo aporte fue mayor al del promedio nacional —entre 3.2% y 7.3%—, como Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Yucatán, Quintana Roo, Puebla, Tlaxcala, Morelos y Ciudad de México, además del hecho de que del 2.9% del PIB el 2.3% correspondió a actividades económicas generadas por agentes privados, se puede inferir que la actividad turística es la que tuvo mayor injerencia en esta estadística.
Tal hipótesis va de la mano con la experiencia que muchos artistas, sobre todo plásticos, han tenido al momento de comercializar su obra: el público prefiere lo utilitario y lo decorativo, así como los grandes nombres; se valora más una reproducción de un Van Gogh que una obra original de autor. Lo mismo se traslada al teatro, la música y el cine, donde las propuestas más populares o conocidas —a las que ya tiene acceso el público por ser parte del imaginario colectivo— suelen tener mayor nivel de convocatoria.
Ante tal panorama los encuestados compartieron diversas estrategias para atraer al público, pero en este apartado vale la pena mencionar cómo, aunque en general reportaron invertir menos del 10% de su presupuesto en la difusión y publicidad de sus proyectos artísticos, quienes sí lo han hecho han reconocido un cambio positivo en el recibimiento y comercialización de su trabajo.
“Si todos los grupos hicieran la labor de formar su propio público eso mejoraría el ingreso de todos, no nada más de un sector, sino a todo el gremio. Si la gente paga por lo que hacemos, con eso resolvemos todo”, sugirió Gina Garnica, actriz y directora del Teatro Garnica.
Buenas intenciones, malas prácticas
Hace una semana VANGUARDIA reportó que la convocatoria para el Tercer Festival Municipal de Teatro “Bertha Leticia Villalobos Delgado” fue declarada desierta. De tener 16 montajes en su primera edición y 8 en la segunda, el IMCS reveló que este año no se inscribió ninguna propuesta escénica.
Este encuentro teatral no ofrecía pago alguno a las compañías por las funciones realizadas, y en cambio la única posibilidad de remuneración eran los premios a Mejor Montaje, Mejor Dirección, Mejor Actriz y Mejor Actor —20 mil pesos para el primero y 10 mil para cada uno de los siguientes—, convirtiéndolo esencialmente en una competencia. La comunidad señaló esa falta en 2022, la cuestionó aún más en 2023 y para este año decidió protestar con su ausencia.
Otro hecho que también generó descontento ocurrió a inicios de 2023, cuando la SC lanzó la convocatoria para grupos artísticos de la Feria Internacional del Libro Coahuila, en la que ofrecía hasta 5 mil pesos a montajes escénicos por gastos de transportación, nada más. En aquella ocasión VANGUARDIA publicó el 2 de febrero el reportaje “¿Cuánto cuesta hacer una obra de teatro en Saltillo?”, en el que se mencionó cómo por esa cantidad ni siquiera se pagaba por una función para 50 asistentes a 100 pesos el boleto, mientras que el montaje de una obra cuesta más de 20 mil pesos en promedio.
Y si de taquilla hablamos, cada vez se cuestiona más la práctica de ofrecer al público funciones gratuitas, ya sea de conciertos u obras de teatro, gestionadas por las instituciones de cultura. Esto debido a que, según refieren los artistas, se ha identificado una renuencia de la gente a asistir a eventos donde sí se cobra la entrada.
Por fortuna hay un movimiento opuesto que está fomentando el pago por función, visible en los teatros llenos que han conseguido en fechas recientes la Orquesta Filarmónica del Desierto (OFDC), la compañía Cuarta Pared Teatro y otras agrupaciones independientes en espacios como el Teatro Garnica, el Centro Cultural La Besana y el Foro Amapola, los recintos más activos en la ciudad.
Mientras tanto, ya se está colocando sobre la mesa la discusión de que las galerías de arte, privadas o institucionales, paguen a los artistas por exposición, de manera que sus ingresos no dependan de la venta de obra cuando ya se trabajó por ella y los espacios se están beneficiando con su exhibición.
El apoyo institucional
A pesar de sus fallas, una relación que más allá de romper y dejar en el pasado, debe ser restaurada, es la de los artistas con las instituciones. En el sondeo, sobre todo entre los artistas plásticos, se identificó una constante en la que, trabajar en o colaborar con alguna institución de cultura, sentó las bases para poder establecer estrategias que les permiten en la actualidad vivir de su trabajo.
“Lo que me ha beneficiado, en comparación con otros, es que sé de trámites administrativos y, por ejemplo, estar dado de alta en Hacienda, el padrón de proveedores de Gobierno y cosas así, a veces eso es lo que en realidad, más que mi talento, me facilita acceder a recursos”, expresó Daniela Elidett, artista visual.
Asimismo, hace unos días el barítono y coach vocal Carlos Conde, quien visitó la ciudad para asesorar a los solistas y coro de la Compañía de Ópera de Saltillo (COSA), recalcó en entrevista con VANGUARDIA la importancia de este tipo de colaboraciones, más allá de lo que la iniciativa privada puede ofrecer.
“Ahora mismo estuve en Tijuana, presenciando cómo cerraba una corporación sólida que era solamente llevada por un patronato. El patronato es importante, pero el brazo de apoyo que puede ofrecer el gobierno es sólido”, dijo, “el hecho de que tengan ese apoyo genera perpetuidad, una constancia, hace que los siguientes gobiernos no lo vean como una idea pasajera. Se empiezan a convertir en un patrimonio del pueblo y de la ciudad”.
Esto se ha visto en proyectos como la COSA y la OFDC, que han crecido y madurado gracias a que están protegidos por el presupuesto de una institución. Pero al mismo tiempo estas últimas no pueden auspiciar a todos los artistas al mismo tiempo y, por el contrario, como sucede con la Filarmónica, ya han sido cuestionadas por absorber buena parte de los recursos de la SC.
El presupuesto de la Secretaría de Cultura para este año es de 244.9 millones de pesos, 23 millones más que el presupuesto asignado en 2023. Aunque la mitad del presupuesto es absorbido por la nómina, según datos públicos en la Plataforma de Transparencia.
Si bien esta mancuerna es, probablemente, la más difícil de recuperar —y de fortalecer, ante los recortes presupuestales que sufre desde hace años, con todo y el ya comprobado crecimiento del sector cultural y su aporte a la economía mexicana—, es también la que ofrece mayores garantías —sobre todo en términos de visibilidad y legitimación del trabajo—, mientras no exista un movimiento sólido de estímulo al mercado del arte para bien de todos los creadores, o una iniciativa privada interesada en apoyar a los artistas locales de cualquier nivel, no solo a los consolidados.
Entre nuevos esquemas y mayor protección legislativa
Cuando se les preguntó a los artistas locales si conocían algún tabulador para creadores en su área, solo el 57% respondió afirmativamente, pero todos utilizan alguna metodología particular producto de su experiencia, aunque cerca del 20% ha llegado a colaborar con algún proyecto o compañía que sí empleó tales esquemas.
La realidad es que sí existen muchos modelos. El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura cuenta con varios, y en 2012 el colectivo Trabajadores del Arte lanzó el documento Acuerdo de Trabajadores para la Regulación de las Relaciones Laborales entre Personas, Organizaciones e Instituciones de Arte Contemporáneo, con variantes para varios países de Latinoamérica, incluido México, que cuenta con diversas herramientas como calculadoras de presupuesto por derecho de uso de obra, por servicios prestados y participación de actividades, entre otras circunstancias.
En teatro, por ejemplo, Guanajuato ha puesto el ejemplo con su Encuentro Estatal de Teatro, que establece un tabulador de pago por función de acuerdo con el número de integrantes del equipo, que va desde 9 mil hasta 25 mil pesos en proyectos presenciales y 9 mil para virtuales, a lo cual se suma el apoyo para transportación, alimentos y hospedaje.
Pero en todos los casos su existencia no garantiza su implementación, para ello debe contar con el respaldo de una legislación, así como una estructura que la ejecute. Hay iniciativas que están atendiendo esta situación, como la propuesta de reforma a la Ley Federal del Trabajo que busca ampliar ciertos artículos para abarcar a más trabajadores de la cultura, específicamente en el área de artes escénicas.
Al final, coinciden los artistas, será el movimiento en comunidad lo que comenzará a activar los engranajes necesarios para que sus condiciones laborales mejoren.
Es como cualquier otra área de la economía. El primer paso, refiere el gremio, es reconocer los abusos e injusticias que padecen. A partir de allí se trata de caminar en una misma dirección para que en el futuro sean cada vez menos las personas que teman “morir de hambre” por hacer lo que aman.