¿Cómo viven el duelo quienes tienen familiares que han muerto durante la pandemia?, ¿cómo se lucha contra ese dolor y la tristeza?, ¿a qué se puede aferrar alguien para seguir con vida lo más normal posible cuando ya nada será lo mismo? Tatuarse en memoria de sus fallecidos parece reconfortar a quienes buscan una luz entre tanta oscuridad.
- 13 diciembre 2021
Fotografías de Francisco Muñiz y Homero Sánchez.
La pandemia por COVID-19 ha dejado más preguntas que certezas, más heridas abiertas que respuestas sanadoras. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), durante 2020, este virus mató a 201 mil 163 personas, siendo la segunda causa de muerte en México ese año.
Frente a este escenario, una de las incógnitas es: ¿qué pueden hacer las personas que han perdido a alguien querido desde que el virus se esparció mundialmente a inicios de 2020?, ¿cómo enfrentar el duelo por los abuelos, una madre, un padre o un hijo?, ¿cómo se lucha contra el dolor que deja quien ya murió?
Datos de la empresa de tecnología Google, señalan que en México la búsqueda de “tatuajes para recordar a un ser querido” se disparó en más del 750 por ciento de incidencias durante el año 2021. Esto según la herramienta “Trends” consultada el 8 de diciembre del mismo año.
Pero, ¿qué se esconde detrás de esas cifras?
En Saltillo se incrementaron las peticiones de clientes para plasmar en su piel figuras, fechas, letras, rostros, imágenes y símbolos que los lleven a manifestar los recuerdos de familiares, amigos y personas cercanas que no sobrevivieron al contagio del coronavirus.
Así lo confirma Brian Pichardo Reséndiz, tatuador profesional y propietario del estudio “Dolor & Sacrificio” en el centro de la capital coahuilense.
Vestido con sombrero negro y camisa clara, menciona que “ya perdió la cuenta de cuántos tatuajes ha hecho en honor de familiares fallecidos por COVID-19″. La bitácora del artista indica que este tipo de obras se ha incrementado un 50 por ciento desde mayo de 2020.
Ana Sofía del Bosque, terapeuta certificada en tanatología, explica que el proceso de duelo puede llegar a extenderse hasta dos años. Sin embargo, si se trata de la pérdida de algún hijo o hija, aseguró que el duelo puede permanecer hasta doce años.
“El hecho de que la persona haya fallecido por COVID hace complicado el proceso de despedida. Ya no se pueden despedir de la misma forma que antes, ya no se tiene un velorio como tal, ya no se puede ver al familiar, y esto ha hecho que los procesos sean un poco más complicados”, precisa.
Las peticiones de tatuajes que más se han incrementado son las experiencias alusivas a familiares. Esto lo dice Eduardo Armendáriz, también tatuador y copropietario del estudio “Dolor & Sacrificio”. Por ejemplo, señala, las golondrinas.
De acuerdo con la página www.aleph.org, estos animales representan lealtad, fidelidad, amor, cariño y afecto hacia la familia y los amigos, “mostrando a la persona que siempre regresa a reunirse con ellos”.
También están los lirios, flores que simbolizan “buenos augurios”, sencillez, pureza, y suele asociarse a que se tuvo una vida tranquila y buena.
Además están las iniciales de los nombres y apellidos de los familiares o amigos fallecidos. A esto se suman las fechas de nacimiento que regularmente se tatúan en letras cursivas o números romanos.
Este reportaje incluye las historias de cuatro personas que perdieron a alguien querido durante la pandemia. Cuatro personas que decidieron tatuarse para preservar su recuerdo.
Pero antes de entrar de lleno en los testimonios, Brian Pichardo asegura que el artista también juega un papel importante en la decisión de tatuarse ya que esta labor implica marcar la piel de las personas con diseños que se adecúen a sus personalidades.
“Tatuar es algo muy fuerte. Es marcar a una persona para toda su vida; el impacto es emocional. Tatuarse es hasta un trauma porque hay ocasiones que duele bastante, el día que te tatúas, nunca se te va a olvidar”, explica Pichardo Reséndiz.
También dice que los clientes siempre se muestran agradecidos al terminar las sesiones. Y todavía más cuando los tatuajes representan una forma de reconocer la vida, la muerte y el legado que ha dejado un ser querido.
Agradecen más, sostiene, por el significado que tiene para ellos y no tanto porque el tatuaje esté quedando “chido”. Asegura que las amistades, las parejas, incluso los familiares se van con el tiempo, pero el tatuaje permanece.
“Uno deja de llorar, de extrañarlos, y tenerlos tatuados siempre es aferrarte al recuerdo de esa persona”, comenta.
Lupe, Zulema y el amor eterno
Verónica Fuentes Pérez perdió a su abuelo y abuela maternos hace apenas dos años.
En 2018, la diabetes cobró la vida de José Guadalupe Pérez Balderas a sus 76 años. Recientemente, el 12 de julio de 2020, el COVID-19 se llevó a Zulema Elizondo Rivas a la edad de 78.
Por eso Verónica, la nieta, originaria de Monterrey, Nuevo León, se tatuó a sus abuelos en el brazo derecho.
“La pérdida de ambos fue inesperada, fue muy dolorosa y estoy agradecida de que los disfruté 30 años. Me dejaron muchas cosas buenas y el hecho de querer representarlos a los dos juntos es porque ellos fueron una figura ejemplar. Me hace decir que yo quiero un amor así, llegar a viejitos”, comenta Verónica.
La imagen se ve así: un trío de flores moradas rosas y naranjas con botones amarillos que arropan uncorazón rojo y grande. Dentro de él aparecen sus abuelos. Él de sombrero y traje negros. Camisa amarilla. Pañoleta colorada. Ojos cerrados y bigote tupido. Trae en la mano una rosa.
Ella lo mira de frente. El cabello ondulado cae hasta sus hombros. Está ruborizada. La ligera inclinación entre ambos deja ver que están a punto de darse un beso.
Alrededor de esta escena se lee “Lupe” y “Zulema”.
Los dos se conocieron en el ejido General Terán, en Nuevo León. Él fundó ahí la primera escuela de educación básica del lugar. Lideró el proyecto como Director de la primaria.
“Mi abuela nos contaba que ella se ponía a vender tostadas, duritos, afuera de la escuela, para sacar adelante el plantel, hacerlo crecer, porque no tenían recursos y la escuela inició con un cuartito y luego fue creciendo”, recordó.
Ese amor por la educación fue tan fuerte que tanto la hija como la nieta siguieron sus pasos: Verónica es maestra de secundaria.
Volviendo al tatuaje, cuando regresó a casa de su madre para mostrárselo, esta le besó el brazo y la abrazó como nunca.
“Fue un regalo para mi mamá. Le llenó de orgullo que yo lleve esto aquí. Es un recuerdo y un honor que alguien te lleve en su piel”,dice.
Sus palabras son cálidas, aunque el dolor de la pérdida de sus abuelos sigue presente.
Hasta siempre, vaquero.
Hace un año y un mes que el papá de Cristhian Guardiola Espinoza, falleció a causa del COVID-19. Se llamaba Óscar Eduardo Guardiola Rodríguez y tenía 45 años.
En su memoria, “el vaquero”, como le apodan de cariño porque siempre lleva sombrero, se hizo un tatuaje en el brazo izquierdo. La tinta negra dice en grande “1974”. Y lo presume orgulloso con la extremidad flexionada, como mostrando el conejo, como haciendo fuerza.
Y obviamente ese año no está puerto al azar: es el año en que nació Óscar, su viejo. También es obvio que no es su primera “raya”. Nomás en los brazos tiene otros tres “mapas en la piel”. Pero no son todos. La primera mancha de tinta se la hizo a los 15 años en el pecho.
Pero volvamos al tatuaje en memoria de Óscar:
“Yo no creía en esa enfermedad hasta que le tocó a mi padre. Y desgraciadamente no libró la lucha contra el COVID. La persona muere, pero es muy bonito recordarlo en mi piel porque aquí lo voy a llevar toda mi vida”, suelta Guardiola.
Tal vez su vestimenta lo demuestra, sobre todo el sombrero, pero el legado que Óscar le dejó a Christian Guardiola es el rodeo. Y no es solo un gusto de espectador.
Su “padre”, como él le dice, le enseñó a montar toros. Y lo que comenzó como un gusto es ahora una disciplina. Una que el hijo agradece.
Cristina Espinoza Gaytán, madre de “el vaquero”, también falleció hace un mes pero fue a causa de cáncer en el abdomen. Por ello también se puso un “1976” en honor a su memoria, pero este en el brazo derecho.
Así que ahora lleva a sus familiares en el cuerpo. “El dolor de un tatuaje no se compara con lo que siento por mi madre y mi padre, se aprende a vivir con ello, se lleva para toda la vida”, comparte Guardiola.
“No pierdas la cabeza”
Cuando toda la familia de Alonso García Silva se contagió de COVID-19, él tuvo reacciones leves de la enfermedad y pudo recuperarse rápido. Eso le permitió cuidar a su hermana, a su mamá y al miembro de la familia que más resintió el virus: su papá, Gerardo García Reyes.
Y fue en este periodo de angustia cuando se hizo el primer tatuaje. En ese momento, todavía no sabía que su padre iba a morir, pero el miedo se lo repetía a cada instante.
Por eso se puso la frase “Don’t lose your head” en el brazo izquierdo; quería mantenerse con los pies en la tierra
“Es de una banda que se llama ‘Bad Religion’. Hay una canción que se llama ‘Lose your head’. Bueno pues fue una canción que escuchaba cuando estuve yendo al hospital, yo tuve que estarme moviendo para lo que se ofreciera y esta canción me hacía no perder la cabeza”, dice Alonso.
Pero las tragedias no avisan. Gerardo García Reyes falleció el 16 de diciembre de 2020 a consecuencia del COVID-19. Tenía 57 años de edad.
Es aquí cuando llega el segundo tatuaje de Alonso. Una avioneta en tonos oscuros. Su verde militar atraviesa nubes negras con una hélice que gira a toda velocidad. En la parte de abajo viene la fecha de nacimiento de su papá: 29 de marzo del 63. También la fecha de muerte.
“Los tatuajes que tengo y que me voy a hacer en un futuro es por cosas que me gustan, cuestiones significativas, es una decisión que toma uno”, cuenta.
Y hablando de decisiones, una cosa más. Alonso decidió estudiar psicología, justamente porque su papá era psicólogo. Quiere seguir sus pasos.
También es necesario decir que esta historia tiene otro punto de vista. La opinión de Alejandra García Silva, hija de Gerardo y hermana de Alonso.
Ella recuerda a su papá por lo bromista que era, por lo protector con su familia. “Era un hombre trabajador, responsable, cariñoso”, dice.
Y quizá el aspecto más peculiar de todo es que su papá coleccionaba aviones. Por eso Alonso se tatuó una avioneta. Y por eso también Alejandra replicó el gesto.
En la parte superior de su brazo izquierdo, cerca del hombro, tiene inyectada bajo la piel una nave en color rojo. Es de esas que parecen antiguas con un ala grande por encima y otra por debajo, en vez de solamente laterales.
Algunas nubes la rodean. Y por ahí se lee “Gerardo”, además de “1963 – 2020”.
Si bien este es uno de los ocho tatuajes que tiene Alejandra, dice que es uno de los que tienen mayor importancia para ella.
¿Cómo lidiar con la muerte de un ser querido durante la pandemia?
Para comprender mejor cómo enfrentar la muerte, SEMANARIO consultó a la tanatóloga Ana Sofía del Bosque. Al preguntarle sobre la tendencia de los tatuajes como una manera de sobrellevar la pérdida durante el confinamiento, mencionó que las personas están buscando nuevas vías de ejecución de los rituales fúnebres y de despedida.
“Es válido utilizar las nuevas tecnologías; nos encontramos en un momento en el que debemos reaprender a generar recuerdos y memorias, que nos ayuden a sanar, a aprender a vivir con la pérdida de un ser querido”, precisa.
Agregó que la muerte de una persona cercana provoca que, en ocasiones, las personas se queden atoradas en sentimientos como el enojo o la frustración de tener que despedir en un hospital al que no pueden ingresar, ya que no saben si volverán a ver a sus familiares o amigos con vida.
Por eso mismo recomendó buscar maneras en forma de ritual que permitan asimilar la muerte poco a poco.
Una recomendación en este sentido es la creación de un diario con apuntes de sentimientos y emociones que se presentan en el día a día. Escribir cartas también puede ayudar. Sin importar fe o creencias, se pueden encomendar a un ser superior.
Los tatuajes son, asegura, una de estas maneras alternativas de asimilar la pérdida. Una forma en la que se rinde honor a quien ya murió y que vuelve al proceso de duelo más sencillo.
“Una de las etapas que vemos en duelo es la aceptación, que no tiene nada que ver con olvidar; el hecho de que se pongan una imagen, un número, algo que les signifique una manera de recordarlos, adelante; es algo que no lastima a terceros, es una forma de honrar y de tener presente, si esto ayuda a cerrar un ciclo, es válido hacerlo”, explica.
Bajo todo este contexto, Del Bosque considera que las terapias grupales por duelo son las más funcionales ya que son los propios pacientes quienes se brindan apoyo y acompañamiento.
“Compartir su experiencia les ayuda mucho a encontrar un poco más de paz porque realmente somos seres que comparamos y que buscamos sentirnos aconsejados y acompañados”, suelta.
A consideración de la tanatóloga, el tema de la muerte sigue siendo un tabú en Saltillo ya que en la mayor parte de los casos se ha observado que las familias prefieren evitar y hacer silencio al respecto.
“La muerte inquieta. Ningún ser humano sabe cómo o cuándo va a suceder y es esa falta de certeza la que hace que el tema sea tabú, sobre todo en Saltillo, por eso debemos de empezar desde la educación, a hablar sobre nuestra voluntad para cuando ya no estemos aquí, hacer consciencia sobre lo que significa morir y no tenerle miedo”, explicó la tanatóloga.
Ana Sofía del Bosque indica que por lo menos el 90 por ciento de la población masculina de Saltillo siente miedo o vergüenza de expresar sus sentimientos y esto se deriva de la falta de educación emocional.
Todo se relaciona, dice, con los prejuicios sobre cómo educar a los hijos varones con la idea de que llorar es malo, ya que es muy complicado deshacerse de estas creencias cuando se es mayor.
Agrega que por cada diez mujeres que acuden a terapia, hay de uno a dos varones que se acercan a solicitar acompañamiento terapéutico frente a una pérdida.
“Son puras mujeres las que acuden a terapia de duelo, incluso a terapia individual”, externa la terapeuta.
Finalmente añadió que de los suicidios que se han registrado en la región sureste, el 90 por ciento pertenece a personas del sexo masculino, siendo la depresión una de las principales causas, siguiendo problemas con la pareja, la familia y situaciones económicas.
Del Bosque dice que el problema no es exclusivo del género masculino ya que durante los últimos dos años, las complicaciones mentales por el encierro causado por la pandemia, aunado al estrés y distintos fenómenos sociales, han afectado tanto a mujeres y hombres.
De ahí la importancia de la atención psicológica y el acompañamiento en situaciones de duelo.