El vuelo de Icaro
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La mitología para los griegos es el testimonio más claro de su grandeza. La Ilíada y la Odisea, la guerra de Troya y el Vuelo de Icaro son quizás sus mitos más conocidos. La historia del famoso laberinto de Creta nos narra el pasaje de Pasífae y Minos, reyes de Creta. Pasífae, se enamora de un toro y pide al notable arquitecto Dédalo que le ayude a construir una verdadera aberración: un traje de vaca para poder seducirlo. Dédalo con un talento notable en los campos de la mecánica y la ingeniería lo construye. La Reina de Creta finalmente conquista al Toro, su amado animal. De esa unión antinatura, meses después nace el Minotauro, una bestia mitad hombre y mitad toro. Un avergonzado y humillado Minos, exige a Dédalo que construya un laberinto para encerrar ahí al Minotauro. Una vez construido encarcela ahí al mismo Dédalo a quien acusa de traición.
Pero Dédalo, busca la manera de salir del laberinto y diseña un mecanismo para poder escapar de su encierro. Con la ayuda de Icaro su hijo, desarrollan un sistema construido de plumas, hilos y cera, eran unas alas con las que planeaban huir volando. El tiempo en contra y el asedio constante de un hambriento y rabioso Minotauro que amenazaba con devorarlos los hizo acelerar el ritmo de sus planes y finalmente terminan su trabajo. Antes de iniciar su vuelo, Dédalo aconseja a Icaro tener cuidado de volar siempre a la misma altura; "si desciendes demasiado, la humedad del agua hará pesadas tus alas y si te elevas en exceso, el calor del sol te las derretirá; los extremos son peligrosos y más cuando se unen", sentenció.
Hace unos meses, el PAN y el PRD se unieron en un maridaje a todas luces abominable. Los enemigos irreconciliables, se unieron por obra y gracia de sus cúpulas y no de sus partidarios para enfrentar al PRI en los procesos electorales del próximo 4 de julio. Los polos opuestos dejaron atrás ideologías y programas. Desesperados, amnésicos, intentaron alianzas a todas luces inmorales. Atrás dejaron la polarización en que sumieron a la nación en el 2006.
Lo único que contaba es ganar por ganar. El poder por el poder mismo. Derrotar al PRI al precio que sea.
Los resultados de las encuestas publicadas en últimas fechas anticipan resultados desastrosos para los aliancistas. Con alas pegadas con cera, estas asociaciones no alcanzaron a emprender el vuelo acosador. En picada o en vuelos de aproximación, los supuestos beneficios de las alianzas nunca fueron creídas por el electorado.
Las encuestas demuestran de forma contundente que el cálculo fallo. En política, las alianzas electoreras de las altas dirigencias no obedecen a los principios aritméticos. No existe duplicación de fuerzas. La gente no creyó en ellas.
César Nava, dirigente nacional del PAN, todos los días apuesta por la polarización que tanto éxito le dio a su partido en el 2006. Parecería que se trata de que las elecciones fracasen. Se resiste a que el gobierno de Felipe Calderón sea sometido al juicio lapidario de los mexicanos. Incluso ha llegado a apelar a la intervención del Ejército mexicano para vigilar los procesos en aquellos estados en donde creen que tienen alguna oportunidad. De nuevo, la apuesta por el miedo, a imponerse por la vía de la fuerza.
Parece perfilarse una especie de rechazo anticipado a los resultados de las elecciones. Condimentado con descalificaciones profetizadas e ingobernabilidades anunciadas. Como la humedad que hacía pesado el vuelo de Icaro, inventa conspiraciones y fraudes que como boumerang termina por regresarse a sus inventores. Como impulsor de estas alianzas, César Nava enfrentará dentro de muy poco derrotas y pleitos internos.
En su vuelo para huir el laberinto de Creta, Icaro se elevó a límites prohibidos, se sintió capaz de tocar el Sol, pero olvidaba que sus alas habías sido pegadas con cera, que no eran reales. Al aumento de la temperatura, la cera se derritió y las plumas se despegaron, cayendo al fondo del mar sufriendo una muerte fulminante. La ambición fue su perdición. Durante los ritos funerarios, Dédalo, su padre entendió por fin la frase que el tanto repetía a Icaro: "ten siempre un justo medio entre dos extremos".