Michoacán: el escándalo del contubernio

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No es para menos el escándalo ocasionado por la difusión de un video en el cual aparece uno de los hijos del exgobernador de Michoacán, Fausto Vallejo Figueroa, en amena charla con el líder de la organización criminal conocida como Los Caballeros Templarios, Servando Gómez, mejor conocido por su sobrenombre La Tuta.
Y no es que se trate de una noticia que cause asombro por sí misma, pues sólo confirma las sospechas que muchos miembros de la clase política del país despiertan respecto de su compromiso con el respeto a la ley y la investidura del cargo que ostentan.
Lo que sí causa asombro, sin duda, es el pueril intento de verle la cara a la sociedad difundiendo la versión de que el encuentro entre Rodrigo Vallejo Mora y La Tuta se dio en condiciones de intimidación y amenaza hacia el primero y no de abierta camaradería como indican las imágenes.
Tanto el exmandatario michoacano como su hijo han hecho públicas (a través de redes sociales) versiones según las cuales el encuentro entre ambos individuos sólo puede considerarse reprobable si se dio de manera consensual y no como un hecho forzado.
El hijo del Vallejo Figueroa ha dicho incluso que, a partir de tal hipótesis, no tiene inconveniente alguno en acudir a declarar a la Procuraduría General de la República, pues ello le permitirá aportar pruebas de que asistió a la reunión, forzado por los delincuentes.
Es probable que, en estricto apego a derecho, las autoridades federales no logren armar un caso en contra del hijo de Fausto Vallejo sólo a partir de la grabación difundida y, en consecuencia, no se inicie averiguación alguna en su contra, al menos por ahora.
Sin embargo, difícilmente podrá librarse del juicio popular por una sencilla razón: el video en el cual aparece departiendo con La Tuta deja muy poco espacio -por no decir que ninguno- a la duda.
Las imágenes son explícitas al retratar el encuentro como el de dos camaradas que conversan sin tensiones, mientras beben una cerveza, y además lo hacen a la vista de todos, a plena luz del día y sin temores aparentes del ningún tipo.
Rodrigo Vallejo no muestra, en ningún momento, estar tenso o preocupado, ni se evidencia sentirse forzado a permanecer en el mismo lugar que uno de los criminales más buscados del país. Lejos de tal posibilidad aparece cómodo y relajado, como si tal encuentro fuera apenas uno más de los muchos sostenidos con el líder de Los Caballeros Templarios.
No es para menos el escándalo, porque retrata una realidad que no solamente se registra en Michoacán, sino que, al menos en la sospecha de la sociedad, ha sido el común denominador de la relación entre la delincuencia y el poder en los últimos años en México.