¿Y la violencia?

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Molesta por conflictos que tenía con su pareja, mujer quema a sus hijos de 11 y 5 años de edad rociándolos con gasolina, para después prenderse ella. Sufre niña bullying por 13 compañeros. Policías y pandilleros pelean en la Saltillo 2000. Hombre se suicida de un balazo en la cabeza. Roban con violencia tienda de conveniencia.
¿Cómo explicar hechos tan violentos acontecidos en Saltillo durante las últimas semanas?
Los moralistas hallarían su origen en la crisis de valores éticos. Los psicólogos buscarían su causalidad en la psique del sujeto agresor. Los historiadores acudirían a los ciclos repetitivos de la historia. Los economistas pensarían encontrar razón en la desigualdad estructural de nuestra sociedad. Los sociólogos tratarían de escuadriñar la relación existente entre instituciones sociales y el sujeto agresor. Al final, todos cual personaje de Rashomón, película del director japonés Akira Kurosawa, verían los hechos violentos desde su respectivo ángulo sin poseer la verdad final.
¿Por qué es importante reflexionar sobre la violencia? Por el desconocimiento que tenemos de sus orígenes y sus consecuencias para nuestra vida en sociedad. Tal ignorancia define la reacción de nuestras instituciones básicas -familia, escuela, Iglesia, partidos políticos y gobierno- ante ella: Se le fustiga con la condena moral y/o la solución punitiva. Y nada más.
De ahí surge una tendencia ominosa: Se le confiere al sujeto marginal pobre, el monopolio de la violencia âo auto violencia- en todas sus facetas. Como si la violencia discriminase clase social, edad, escolaridad o género.
Cuando hablamos de violencia intra-familiar, inmediatamente se piensa en familias de clase trabajadora de las colonias Guayulera o Francisco Villa. ¿Por qué no pensar en familias de las colonias República o del Campestre?
Un ejemplo más contundente sería, cuando se habla de alcoholismo y drogadicción entre jóvenes adolescentes, y la violencia derivada de ello. El primer pensamiento es: Deben ser pandilleros, es decir, jóvenes marginales pobres de las Tetillas o Zapalinamé. ¿Por qué no pensar en los jóvenes de las colonias Villa Olímpica o La Nogalera?
Cuando hablamos de pandillerismo y violencia sucede algo parecido: La mente viaja como de rayo a la Venustiano Carranza o Bellavista. Pero, ¿por qué no viajar a San Patricio o San Agustín?
¿Por qué no pensar que ambos fenómenos también pueden afectar a jóvenes de la UAdeC, de la UANE, de la UAAAN y del ITESM?
En suma, todos estamos sujetos a ejercer o sufrir la violencia en sus distintas facetas: Política (conflictos producidos por grupos paramilitares o guerrilleros, asesinatos políticos, etc.); institucional (asesinatos extrajudiciales de carácter policial, abuso psicológico o físico por parte de trabajadores de la educación y la salud, etc.); económico (secuestro, tráfico de drogas, asaltos domiciliares o a mano armada, etc.); social (robos, peleas entre pandillas por el territorio, etc.); civil (violencia producida por problemas de tráfico, en fiestas, restaurantes o bares, etc); y privada (violencia intra-familiar, abuso físico y sexual por parte de familiares a niños y/o adolescentes, suicidio, etc.).
Conocer más sobre la violencia social implicaría responder a las siguientes preguntas: ¿Qué conduce a los individuos a ser o no violentos? ¿De qué maneras las instituciones sociales básicas responden o previenen la probabilidad de la violencia? ¿Cuál es su efectividad para prevenirla o reducirla? ¿Cuáles son las consecuencias sociales de la violencia en sus diferentes ámbitos de lo social? ¿Cómo prevenirla o controlarla, impulsando a la par una cultura de los derechos humanos?
Las posibles respuestas a éstas preguntas tienen dos propósitos: Impulsar el estudio teórico de la violencia social en sus diferentes manifestaciones; y proveer de información objetiva y metodologías de acción a dependencias gubernamentales y no gubernamentales para guiar su trabajo de prevención y/o control de la violencia en todos los ámbitos de su acción.
A la par de estas respuestas académicas es crucial sentar una premisa: La solución al problema de la violencia no es responsabilidad exclusiva del Gobierno. Su respuesta, en todos los ámbitos de la vida diaria, exige la participación responsable de todos nosotros, como organismo de la sociedad civil, iglesia, iniciativa privada, partidos políticos y Gobierno. Participar de manera colectiva y responsable en su solución, es parte del aprender a ser mejores hombres y mujeres: Mejores ciudadanos. La salud de nuestra sociedad coahuilense, presente y futura, depende de ello.
Debemos aprender a relacionarnos con la violencia de manera pro-activa, racional, responsable y participativa. So pena de alimentar una sociedad paranoica con nuestros miedos, que fragmentarían hasta pulverizar, nuestra posibilidad de vivir en sociedad.